Ilustraciones de Clara Tice para exaltar el goce femenino

Ilustraciones de Clara Tice para exaltar el goce femenino

Ilustraciones de Clara Tice para exaltar el goce femenino

El más grande enemigo de Clara Tice se llamó Anthony Comstock, un influyente líder de la Sociedad para la Supresión del Vicio de la ciudad de Nueva York. Cuando este asustadizo personaje se enteró que en el restaurante bohemio, Polly’s, se estaba montando una exposición en la que se exhibirían los dibujos de Tice, montó en cólera y ordenó la confiscación de todo el material al considerarlo inmoral.


Sin embargo, los amigos de Clara, la “Reina del Greenwich Village”, lograron anticiparse y retirar las obras una hora antes de la llegada de Comstock. Otras fuentes afirman que un comensal, impresionado por los dibujos eróticos de la artista neoyorquina, los compró todos antes de que pudieran ser confiscados. Como haya sido, el arrebato de Comstock ayudó a que la artista se posicionara en el imaginario del mundo artístico de la ciudad de los rascacielos y que el público y la crítica dirigiera su mirada hacia ella y sus dibujos transgresores, libertarios y sensuales. Tiempo después, la misma Tice diría que Comstock había sido su mejor publicista. Era 1915 y el arte erótico era considerado casi una herejía para las mentes de bien.


Tice ayudó por medio de su sencilla gráfica a que el cuerpo femenino no sólo se viera como algo voluptuoso y hermoso, sino que adquiriera el carácter de un espíritu libre que podía danzar, cantar, interpretar acrobacias, plantarse frente a un amante femenino o masculino con total naturalidad y mostrar su gozo ante ello.

Fue una artista buscada por grandes publicaciones como Vanity Fair, The Quill, Rogue, Cartoons Magazine y The New York Times para incluir en ellas sus ilustraciones, pero también fotografías la mostraban en sus recorridos por el Greenwich Village en compañía de su perro. Tice se convirtió en una de las principales figuras del Village, obviamente favorecida por su calidad artística, su imagen (faldas cortas, cabello recortado, ropa llamativa) y el escándalo del Polly’s.


Sus dinámicas y atrevidas ilustraciones muestran un universo femenino que remite a épocas pasadas donde las mujeres ya eran consideradas sagradas y dignas de veneración. Sus modelos muestran la exuberancia de sus cuerpos desnudos pero también de la multitud de historias que habitan tras sus miradas, sus senos, sus piernas y los lugares donde danzan y se entregan a placeres prohibidos en la época en la que Tice elaboró su obra. Hay en cada color, gesto y forma una naturalidad que se antoja rica, tierna y salvaje, todo al mismo tiempo.


En la obra de Tice hay una clara mitología donde la mujer es la heroína principal, que se entrega a los vicios y virtudes de la carne; sus deseos y los de sus acompañantes. Los cuentos de hadas, el exotismo de Oriente, el erotismo de la literatura y el arte parecen ser sus principales influencias a la hora de crear, pero también es evidente que una profunda exploración de sí misma se encuentra en cada una de sus ilustraciones. Incluso se puede percibir cierto aire de ambigüedad sexual: los hombres parecen tener ciertos rasgos femeninos acentuados por unos miembros diminutos, que tal vez ni siquiera sean verdaderos y unos labios rojos sospechosamente femeninos.


En el Greenwich Village de aquella época seguramente existía una velada libertad para mostrar una ambigüedad sexual que era aceptada por todos. Las imágenes de Clara Tice podrían fungir como una crónica artística de lo que se veía en los bares, los cafés, las galerías y los dormitorios donde confluían todo tipo de amantes. Llama la atención la presencia constante de animales como símbolo de fuerza y sensualidad del más enérgico de los amantes transformado en bestia insaciable. Asimismo era una muestra de su amor profundo hacia los animales lo que la llevó en vida a ocuparse de ellos de manera activa en sus tiempos libres.


La tensión sexual de su obra, donde tienen cabida todas las manifestaciones y tendencias, donde se celebra la unión entre mujeres y entre parejas heterosexuales, también se hace evidente en el contraste de colores que Tice utiliza: esa bella e intensa combinación de tonalidades psicodélicas que nos remiten a esa otra dimensión de la cual hablábamos y en la cual se desarrolla un frenesí erótico bellamente compuesto por la artista de Nueva York.

Tras su muerte, ocurrida en 1973, su obra cayó un poco en las sombras del olvido. Con el paso de los años fue rescatada y dada a conocer en los circuitos del arte de Nueva York y todo el mundo. El arte erótico nunca volvió a ser el mismo tras la partida de Tice. Ella le dio un estilo, un principio y legó un camino para que otros siguieran trazando esa senda de libertad y hermoso desenfreno que ella tanto disfrutó con elegancia y valentía. La sociedad donde nació no la supo comprender ni valorar, considerando como obsceno lo que para ella era naturalidad y libertad. Fue una creadora incomprendida que se adelantó a sus tiempo.

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