El Azul Prusia en la historia del arte

El Azul Prusia en la historia del arte

El Azul Prusia en la historia del arte

Obtén tu propio Azul de Prusia con tres sencillas fórmulas:

  • Método de Diesbach: cuece en alumbre y sulfato de hierro algunas pulgas de cochinilla. Espera un poco y verás que el Azul de Prusia empieza a emerger. Su nombre en alemán es “Deipperl Tieröl”.
  • Receta inglesa: en partes iguales mezcla nitrato de calcio y tartano de potasio. Calienta. Añade sangre de animal seca y sigue calentando. Cuando consigas una masa espesa enjuaga con agua y mezcla con alumbre y sulfato de hierro. Añade ácido clorhídrico.
  • Desde el laboratorio: mezcla cloruro de hierro con ferrocianuro potásico y agua.
  • “Azul de Prusia” Yishai Jusidman

    Quizá no sepas qué es el Azul de Prusia y tal vez estas fórmulas te parecen sumamente difíciles. Sin embargo, esa tonalidad de azul es muy específica y es, según algunos críticos, el color que cambiaría el arte para siempre desde su descubrimiento. Hubo momentos en la historia del arte y de la vida en los que el azul era un tono más bien verde, incluso gris, casi negro, pero en realidad nunca fue tan azul como lo conocemos, hasta que se suscitó el descubrimiento del Prusia en 1704. El químico Heinrich Diesbach buscaba la manera de hacer un tono de rojo llamado “lago florentino”. Mientras mezclaba algunos ingredientes, descubrió que le hacía falta algo que le diera una tonalidad más oscura, así que tomó una sustancia de un laboratorio conjunto, mismo que contenía sangre de animal y al mezclarlo, sin querer, halló el azul.

    “Historia del caballo de ébano”, Marc Chagall

    Antes del Renacimiento no había una pintura que diera las tonalidades del azul como tal, así que para conseguirlo se mezclaban otros colores. Pero durante este período, el azul se llamaba lazurita y en realidad no tenía la tonalidad típica del color que relacionamos con el mar y con el cielo. Era más parecido a las lagunas de color verde o a los tallos de plantas. Entonces, descubrieron un mineral precioso de nombre lapislázuli que valía mucho más que el oro y que cualquier otra piedra preciosa. Éste daba un tono mucho más intenso y diferente a lo que todos habían visto, por lo que era el favorito para dar color azul a las pinturas. Sin embargo, su gran valor monetario le impidió viajar con facilidad de Afganistán a Venecia, ruta que generalmente recorría. Desde luego, llevarlo a otros países resultaba imposible.

    “El Juicio Final”, Miguel Ángel

    “La transfiguración”, Rafael Sanzio

    “Entrega de las llaves a San Pedro”, Pietro Perugino

    En 1710, luego del accidente de Diesbach para hacer el Azul de Prusia, éste temía que su casualidad fuera mal vista y temía haber gastado tiempo y dinero en un color que tal vez se iría a la basura. No obstante, esto no pasó. Los pintores vieron la nueva y bella tonalidad y se convirtió en un color de gran demanda, aun más que el azul proveniente de la piedra preciosa. Así llegó a Francia, donde fue aplaudido y bien recibido por el pintor Antoine Watteau, quien no dudó en compartirlo con sus amigos cercanos, entre ellos Canaletto, mismo que al conocerlo quedó prendado de él. Éste último aseguraba que el color por sí solo no era un tono intenso y de gran calidad; sin embargo, al mezclarse con otros colores, les daba una mejor apariencia.

    “Rural Feast”, Antoine Watteau

    “El gran canal”, Canaletto

    Gracias a la fuerza que el Azul de Prusia le otorgaba a otros colores, los cuadros parecían tener más realismo y las sombras, por ejemplo, podían marcarse mucho más, al igual que los espacios de luz que se mostraban más claros. El Azul de Prusia estaba revolucionando el realismo del arte. Fue entonces que nació una corriente conocida como Rococó que seguía la tendencia naciente de poner sombras y luces muy evidentes, de tal modo que todo tuviera una perspectiva mucho más real y con ello se eliminaron casi por completo el negro y el blanco. A esto se le conoce como la aparición de las vanguardias.

    “El columpio”, Jean-Honoré Fragonard

    “El banquete de Cleopatra”, Giovanni Battista Tiepolo

    El Azul de Prusia ha dejado huella en el arte, pero también en la historia. En la Segunda Guerra Mundial, este tono quedó ligado al exterminio de los judíos en Europa. En los campos de concentración, los judíos eran castigados en las cámaras de gas en las que les lanzaban Zyklon B o ácido cianhídrico o prúsico. El nombre coincide con el Azul de Prusia, no tanto por la apariencia, sino por la composición química. En muchas de estas “duchas” las manchas se quedaron en las paredes emulando el color azul y se pueden ver incluso en la actualidad.

    “Auschwitz”, Yishai Jusmidman

    “Cámara de gas”, Yishai Jusmidman

    Con esta tonalidad se han creado muchas otras y hay indicios de colores completos creados con Azul de Prusia, pero éste va mucho más allá; es una tonalidad que permitió que el realismo se apoderara de las pinturas, que logró hacer que hubiera muchos otros exponentes de la pintura que trataran de hacer del azul un tono mucho más atractivo y penetrante, mismo que se nos clavó en la memoria.

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    Las personas en la antigüedad no podían ver el color azul ya que no era un tono que estuviera en la naturaleza, pero si es tu color favorito puedes ver un cortometraje que te definirá según el tono que elijas.

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