23 imágenes de cosas que sólo podría hacer un chilango chingón

23 imágenes de cosas que sólo podría hacer un chilango chingón

23 imágenes de cosas que sólo podría hacer un chilango chingón

«Es una marca de identidad, a veces peyorativa y otras muy significativa porque el chilango para el resto del país es el sabelotodo, es el que está en la mera mera capirucha. Sin embargo, nos están acostumbrando a la hibridez urbana y sin perfil nacional», dice Alfonso Hernández, cronista del barrio de Tepito al respecto del sustantivo-gentilicio-denuncia-orgullo: chilango.

Ser chilango –o aquello que se relaciona directamente– es una denominación oscura; tan oscura como lo es la ciudad misma donde se da su aparecer. Héctor de Mauleón, escritor y cronista, afirma que éste es un término confuso del cual no sabemos bien lo que quiere decir, pero a pesar de todo, lo entendemos en su confusa pronunciación. Aunque hay varias hipótesis sobre su génesis y uso desde la época precolombina, el especialista no apuesta su surgimiento antes de la década de los 30 en el siglo XX.

Si bien se ha utilizado en un sentido despótico, algo que podemos vincular con chilango como chinga o chilango como chingadera, atravesando incluso eras terribles de la República cuando en Jalisco se propagó la consigna «Mata un chilango y haz patria» –muy a pesar del sensible contexto Terremoto’85–, hoy el término chilango es entendido o hasta aceptado como algo o alguien chingón.




Según el lingüista José Moreno de Alba, chilango designa sólo a algunos capitalinos que parecen merecedores de calificativos tales como centralistas, abyectos, bárbaros, ignorantes, odiosos y un largo etcétera. No todos los capitalinos son chilangos, entonces. Sin embargo, y considerando que esta opinión se dio en 1987, podemos añadir que al chilango, está bien, le vienen todas estas palabras si es que nos parece adecuado, pero también se le abre paso en las esferas de lo ecléctico, lo provocativo, lo claroscuro, la construcción universal del mexicano y lo innovador. Todo con ese matiz del humano que se construye de los todos y aprecia las multiplicidades.




«Se nos ha olvidado que el origen de la ciudad es el que dio origen a este país. Es muy importante la identidad cultural. Se nos ha desdibujado el sentido de lo que significa vivir en la capital del país y esto se debe a tanta fayuca cultural», enfatiza Hernández con respecto de este gentilicio-ofensa. Asimismo, María del Pilar Montes de Oca, autora de El Chingonario, dice que hay odio hacia los chilangos por los otros estados porque también somos más orgullosos que los demás. En otras palabras, nos lo buscamos –o el esquema político nos lo buscó–, pero poco a poco lo hemos ido reformando.



«Debemos sentir orgullo de ser chilangos, somos los que estamos viviendo en la ciudad, somos solidarios. Los chilangos gozamos, disfrutamos y repudiamos a la ciudad, pero al mismo tiempo la amamos», dice Armando Vega Gil de Botellita de Jerez en plena consciencia de que los ciudadanos de la Capital cada vez más nos mezclamos (hacia adentro y hacia fuera) y generamos una narrativa distinta del ser mexicano que antes todo lo centralizaba.



Con una serie como Covers: Adopt & Adapt de Álvarez Montero, proyecto que se centra en personas que construyen su identidad desde su situación social, cultural y geográfica de ciudad, adoptando ideas, estilos, signos y símbolos de todas partes, se hace evidente que justo esa chilanguería que ya mencionamos reside en adaptar y resignificar tanto su individualidad como su aprecio por todo lo que nos rodea.



Según su autor, el título de la producción hace referencia a dos de los significados existentes de la palabra cover: portada o presentación inicial y reformulación. Para unirlo a nuestra discusión, podemos decir que a los chilangos se les ha juzgado por su apariencia para mal o para bien, sin entender demasiado sus funcionamientos o estructuraciones; se les ha criticado como acomodaticios o raptores de las demás culturas, sin reflexionar en torno a esta práctica mas que en estricto sentido vulgar. En otras palabras: estos sujetos retratados son el cuerpo que se juzga sin saber y el comportamiento que se menosprecia sin dialogar.



La identidad de un sitio nunca es una preexistencia, sino el resultado de una construcción, dice Bernard Cache –arquitecto francés–; y no podría ser más certero al respecto. La nuestra, la de la CDMX, ésa que a veces es mentada como Chilangolandia, edifica su personalidad a través de todos nosotros y, a su vez, nosotros nutrimos y hacemos hablar a la ciudad misma con todo aquello que consideramos chingón y queremos que funcione en este engranaje.



Ser chilango chingón se entiende, entonces, como un acto configurativo del mexicano en la capital que quizá llegó de algún otro estado; que se inspira en tribus urbanas del país o el extranjero para su formalización; que busca referencias o tradiciones “muy nuestras” para adaptarlas al aquí; que entiende el ahora como un conglomerado de diferentes tiempos y enfoques, y que además nunca se cierra a lo que tenga que suceder para continuar adelante. Y estas fotografías son así una muestra de todo lo que hacemos chingónamente: cualquier cosa.

Conoce más sobre las fotografías de Carlos Álvarez Montero visitando su sitio oficial y síguelo en Instagram y Facebook para no perderte ninguna novedad.

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