10 fotografías para entender la violación en El Congo

10 fotografías para entender la violación en El Congo

10 fotografías para entender la violación en El Congo

La obligaron a desnudarse y pasar por un escáner de rayos X a pesar de saber que estaba embarazada.

Los responsables fueron soldados israelíes en el paso de Erez. Lynsey Addario —periodista estadounidense— y el medio para el cual laboraba, The New York Times, señalaron públicamente el trato tan cruel que ella había recibido. Consiguieron que el Ministerio de Defensa de Israel ofreciera una disculpa a Addario, pero la sensación de haber sido casi violada al tener que exhibirse de manera tan injusta y peligrosa es una de esas experiencias que difícilmente se quitan.

Quizá por ello es que Lynsey Addario, fotoperiodista especializada en investigar la desigualdad social y el maltrato a las mujeres en países donde reinan las injusticias, es capaz de captar con tanta sensibilidad la fragilidad femenina tras una violación. Una de sus series fotográficas más conocidas es Rape in the Democratic Republic of Congo, en la cual explora el dolor de mujeres marginadas que han sufrido abusos sexuales y viven ajenas a una vida de reconocimiento e igualdad de género.

Desde 1996, con el nacimiento de una guerra civil que ha dividido al país, el Congo se ha vuelto una especie de infierno. Se cuentan más de cinco millones de muertos desde 1998 y millones de desplazados que desean librarse del baño de sangre que se vive en el país del centro de África, el cual lucha y ha avanzado por establecer acuerdos de paz.

Sin embargo, también es el sitio donde se contabilizan cerca de cien mil mujeres violadas al año —un estimado que probablemente se queda muy corto—, haciendo que el Congo sea el país con los índices más altos en este lamentable rubro de todo el mundo. Otros datos mucho más duros estiman que cuatro mujeres son violadas cada cinco minutos, según el American Journal of Public Health, lo cual daría una escalofriante cifra de 400 mil violaciones al año.

Los responsables de estos actos que quedan impunes en su mayoría son los soldados de las diferentes facciones o de hombres en los campos de desplazados que están esparcidos por toda la nación. No sólo es lamentable el hecho de que sus cuerpos sea ultrajados, sino también las consecuencias de ello: contagios de enfermedades sexuales como el sida, principalmente. Debido a la falta de dinero, muchas mujeres se ven en la necesidad de ejercer oficios como la prostitución para sostener a duras penas a sus familias. En el caso de las mujeres más jóvenes que habitan en los campos de refugiados, su situación las obliga a faltar a la escuela y dedicarse a cuidar a sus hijos o a las de otras mujeres.

Camarillas de guerrilleros fieles a diferentes causas o a expresidentes se dedican no sólo a ir de aquí a allá acechando hallazgos de yacimientos de petróleo, gas, coltrán, oro y diamantes con los cuales enriquecerse, sino a encontrar lugares alejados donde existan mujeres desprotegidas a las cuales se pueda someter. Estos hombres no sólo eligen a mujeres mayores de edad para sus asaltos sexuales, sino también a menores. El horror es completado muchas veces cuando obligan a los hermanos o a los padres de las mujeres a ser partícipes de las violaciones.

Para la confección de su obra fotográfica, Lynsey Addario se entrevistó con mujeres de diversas edades y condiciones, como Rosetta, una de las tantas víctimas del abuso sexual, quien relató a la periodista: «…los dos hombres llevaban zapatillas sucias. Me violaron repetidamente y se alternaban durante días y me patearon… Me dejaron estas cicatrices y una enfermedad». Rosetta fue contagiada de sida.

A los 11 años, Eliza fue sacada de su casa por dos soldados para abusar de ella en un bosque cercano. Así relata su experiencia: «Introdujeron algo en mi cuerpo y mi orina comenzó a derramarse. Era algo duro, algo cerca de su cuerpo… No sabía lo que estaba pasando».

Como si lo anterior no fuera suficiente, las mujeres que son violadas son rechazadas por sus comunidades y es visto con buenos ojos que cometan suicidio como una forma de devolver el honor a sus familias. Los hijos que son producto de estas violaciones sufren el mismo rechazo, pues se tiene la creencia de que los niños que provienen de un mal padre están condenados a convertirse en lo mismo.


Lynsey Addario se encarga de dar una voz cruel pero necesaria con el objetivo de concientizar sobre una de las injusticias más oscuras que se dan en la sociedad actual. Si deseas conocer más acerca de su trabajo fotoperiodístico, puedes hacerlo en su web personal.

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