Fotografías de parejas que tienen que esconderse de las calles en Vietnam

Fotografías de parejas que tienen que esconderse de las calles en Vietnam

Fotografías de parejas que tienen que esconderse de las calles en Vietnam

Toda la vida, generación tras generación y de sociedad en sociedad, nos han bombardeado con la idea de que tu sexo define con exactitud a la persona a quien vas a amar. Como si la fisonomía de la entrepierna tuviera ese poder sobre algo que nos sobrepasa, como si un órgano se alzara por encima de algo que llamamos “amor” y ni siquiera comprendemos, hemos aceptado tradicionalmente el juzgar como equívoco a los actos del cariño o el placer con personas de nuestro mismo sexo. Juicio anatómico que presupone un vínculo entre genitalidad y corazón, estropeando no sólo relaciones de pareja desde tiempos arcaicos, sino acercamientos de amistad o descubrimientos sexuales en la actualidad también.





“No hay batalla completamente librada y el papel de todos nosotros es seguir mostrándonos en las calles tal cuales somos”.

Bajo el mismo precepto de que el amor debe ser biológicamente reproductivo y circunscrito al ámbito de la pareja sentimental, incluso el habla se estropea; impensable para la lengua española de América Latina por ejemplo, que en ciertas circunstancias y entre determinados coetáneos, un hombre utilice el verbo amar para otro hombre, aun cuando esto sólo se trate de fraternidad o simpatía. Mucho menos posible el que un abrazo se dé por fuera de los cánones sociales. Afortunadamente, hoy cambia un poco esa situación tanto en hombres como mujeres alrededor del mundo, aunque ningún terreno es cien porciento ganado en estos temas.



Por lo menos, el asunto de la visibilidad es algo que ya no causa controversia la mayor de las veces, a menos que nos encontremos en el camino con algún conservador radical; como se ha dicho antes, no hay batalla completamente librada y el papel de todos nosotros es seguir mostrándonos en las calles tal cuales somos. Bajos, altos, gordos, flacos, hombres, mujeres, con pene, con vagina, con felicidad, con tristeza o en la condición que nos acoja, ninguno debería estar encerrado en casa pensando que hay algo mal dentro de sí.

“¿Por qué esconderse? ¿Para qué ocultar la mirada? Preguntas sencillas para una mujer heterosexual que nunca ha vivido la segregación y violencia que conlleva el ser gay, pero entiende en su feminidad las repercusiones del menosprecio y la agresión”.



Idea similar comparte Maika Elan, fotógrafa vietnamita quien desde muy joven se ha dedicado a la producción visual de nuestro mundo y la concatenación de nuestra existencia con los lenguajes que le proveemos. Siendo todavía una joven aparentemente inexperta para ciertas cosas, a todos nos dio una grata sorpresa cuando decidió que uno de sus más importantes proyectos sería el explorar los espacios de ocultamiento y demostración para la comunidad gay.

Todo comenzó durante un viaje a Cambodia, donde ella tomaría hace años un taller muy importante de foto, y descubrió un sitio web llamado “Pink Choice” mientras buscaba un tema de inspiración para su trabajo; dicho página resultó ser una red para personas homosexuales que desean viajar por el mundo sin problemas de discriminación. Al enfrentarse a esta herramienta y pensar en las múltiples razones por las que ésta debería o no existir, Elan decidió buscar un hotel con las características que en ese sitio se promueven y darle a sus clientes una nueva posibilidad de presentación en la realidad. Retratarlos para una nueva proyección de su existencia y darles la oportunidad de gritar al mundo sin miedo a la recriminación. Todo derivó en una colección de fotos documentales e íntimas del amor silenciado.





En el proceso –incluyendo esto el regreso a su natal Vietnam–, Maika se percató que existían ya registros visuales como el suyo, especialmente en Hanoi, capital vietnamita, pero con la salvedad de no mostrar el rostro de los hombres y mujeres retratados. ¿Por qué esconderse? ¿Para qué ocultar la mirada? Preguntas sencillas para una mujer heterosexual que nunca ha vivido la segregación y violencia que conlleva el ser gay, pero entiende en su feminidad las repercusiones del menosprecio y la agresión. Principalmente en Asia, donde una orientación sexual o un movimiento en falso con tu género te puede quitar la vida, literal. Pero a fin de cuentas, cuestionamientos primordiales para generar un cambio verdadero.

“La familia no se crea en estricto sentido reproductivo y una pareja no obedece a un limitado género binario. Las uniones se hacen entre seres humanos, no entre piezas que embonan como rompecabezas”.





Esa variación positiva a cargo de Elan en tanto discernimiento y cavilación, entonces mutó a una producción artística que no se debía conformar con la demostración de otras formas de vida, de otras creencias y prácticas en el amor, sino en la develación orgullosa de una identidad que no tuviera miedo. Siguiendo al filósofo John L. Austin, todo aquello que queda fuera del lenguaje, permanece excluido de la realidad; entonces, se vio convertido en un deber político el acto fotográfico de Maika y una obligación reflexiva la visión del público.

El trabajo artístico que ella lleva años produciendo y mostrando es, sí, un acto de aceptación a la diversidad, pero también un acto de rebeldía en contra de un país –y una conciencia global– que históricamente ha desdeñado la presencia de lo “otro” en el plano afectivo y sexual. Es una colaboración con parejas y familias gay que deben mantenerse ocultas de la calle y el ojo público, porque su simple estancia incomoda a las mentes más reduccionistas de la sociedad.





“The Pink Choice”, como terminó llamándose a esta serie contestataria, es un intento por demostrar que el cariño y la satisfacción se pueden encontrar en cualquier cuerpo, que el contacto y la conexión se dan también afuera de un órgano sexual y que nada hay de malo –o enfermo– en sentir que tu vida está al lado de la persona que tú decidas amar.
En México, país presuntamente occidentalizado y de mayor apertura a lo distinto, todavía tiene un largo camino por recorrer en cuanto a este tema; aunque los intentos de sensibilización han sido muchos, la mentalidad de nuestra comunidad no rompe aún sus barreras religiosas o tradicionalistas, por ejemplo.





Maika Elan continúa con su trabajo hasta hoy, con la firme convicción de que el mundo entero debe aprender todavía más de los alcances emocionales en el ser humano, que la vida no se debe esconder tras una puerta, que de eso todos somos responsables –para bien o para mal–, que la familia no se crea en estricto sentido reproductivo y que una pareja no obedece a un limitado género binario. En México, superar estos juicios en contra del amor no es una opción, es una responsabilidad en torno a nuestra especia, nuestra comunidad y el respeto que merece cualquier ser humano. Las uniones se hacen entre seres humanos, no entre piezas que embonan como rompecabezas. Para continuar leyendo sobre este tema y sus discusiones, dirígete a El proyecto fotográfico que muestra la belleza del tercer sexo en México y Fotografías de un mundo donde amar es algo ilegal.

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