Aquellos que alguna vez te amaron, amaste, te odiaron, odiaste y quisiste olvidar…

Aquellos que alguna vez te amaron

Aquellos que alguna vez te amaron

Pueblo fantasma

Caminas por aquellas calles, algunas veces llenas de gente y otras un poco más libres, pero siempre desoladas, acechantes, retadoras y sin abandonar nunca su semblante nostálgico: “¿Te acuerdas?”, parecen decirte, susurrarte con seguridad. Te acuerdas, ¿cómo no hacerlo?, tanta vida que hay en ellas, tanta muerte.

Los fantasmas no dejan de perseguirte, te acompañan con y sin tu consentimiento; te toman por la cintura, de la mano; sostienen tu rostro y se plantan frente a tus ojos, sobre tus labios que emanan una sonrisa, una alegría triste, llena de lágrimas que nunca salen, de letras que nunca dijiste y que te provoca risa el deseo de decirlas ahora, cuando no hay nadie para escucharlas.

Caminas queriendo detenerte en cada rincón, banca, esquina; en cada portón y observar, mirar con atención el color, sentir el frío, el calor, tocar el pasto, la piedra, la madera, el cemento que te mira cómplice, “tú estuviste aquí”, te lo cuenta mientras intentas ignorarlo, porque ya no estás y sabes que si te dejas seducir terminarás quebrado por lo que ya no es pero no te deja, que te persigue porque sólo en ti seguirá siendo, aunque sea simplemente un ente que asusta, que aterra porque existe sin ser, porque se siente sin verse, porque se escucha sin tener sonido alguno, porque te trae lágrimas sin poder entenderlo.

Avanzas, casi huyendo, porque te crees valiente, porque te han enseñado que ser fuerte es la única salida, porque tu mirada jamás debe volver a ese lugar, no querrás ser una estatua de sal.

Continúas siendo fuerte, con paso firme aunque detrás de ti escuches las risas, las palabras de aquellos que alguna vez te amaron, amaste, te odiaron, odiaste y quisiste olvidar, pero que te siguen a donde vayas; donde pares, ríes, llores, ellos están ahí; a veces cómplices, otras traidores, pero siempre ahí.

“Fuiste, fuimos”, te lo repiten una y otra vez porque todo sucedió en aquel lugar donde estás andando y ya es suyo inevitablemente, aunque un día de viejo regreses y entonces ya nada exista como lo recuerdas y aún así siga siendo.

Todo eso que te rodea, que te invade, te perteneció porque le perteneció a ellos, porque sin uno o sin el otro simplemente nada sería y tú no tendrías entonces que ser valiente.

Sigues caminando queriendo dejar todo eso atrás, porque el color ya no es el mismo, el sol no calienta igual y el aire ya no te da frío; el pasto está seco, el cemento está quebrado y aquel lugar ya no existe, su nombre ya no es el mismo, ni la gente, tú tampoco; él ya no está, ella se fue, nadie está contigo… ni siquiera tú mismo, los fantasmas te sonríen con sinceridad, con honestidad, como nunca nadie antes lo había hecho, te dan la mano, se las das porque es así, porque tú mismo te has vuelto uno de ellos.

***

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