7 consejos para ser escritor en México y no morir en el intento

7 consejos para ser escritor en México y no morir en el intento

7 consejos para ser escritor en México y no morir en el intento

Partamos de un punto: escribes. Escribes algo, lo que sea, pero escribes. Y lo haces en México, un país de subdesarrollado —o “en vías de desarrollo” como quieras llamarlo—; un país donde la cultura: o es gratuita o cuesta mucho: tienes beca o no la tienes, perteneces o no eres nadie, siempre en los extremos. Y has decidido que escribir para ti es una necesidad vital, una facultad como respirar o parpadear, aquello que te da identidad. Pues bien, te doy la bienvenida. Pide un número, de todos modos harás fila. Y déjame decirte algo que podrías tardar años en descubrir: quizá tu éxito en el medio no dependa completamente de ti o tu talento, hay varios factores que intervienen. Pero puedes poner las cartas a tu favor con estos 6 consejos, para que al menos se diga que lo intentaste.

1. La carrera en Letras no hace escritores

Y el 99% de los profesores te lo harán saber desde la primera semana de clases. O quizá lo descubrirás durante el quinto semestre, cuando te preguntes por qué carajo estás quebrándote la cabeza a mitad de la madrugada con una transcripción fonética de tu abuelita, si tú sólo querías escribir una novela de dos desconocidos que se enamoran. Y sí, quizá maten tu pasión y termines como un gran maestro de Literatura, un corrector de estilo baratero o un crítico amargado y tradicionalista. Pero si sobrevives a ello sin que ahoguen tus anhelos de escribir, tendrás un bagaje cultural, lecturas y comprensión de la institución literaria que muchos envidiarán. Hazlo, al menos te llamarán licenciado y podrás presumir que en la carrera leíste al mes lo que cuatro mexicanos en un año.

2. Las malditas becas

Existen y hay muchas, pero cada año es lo mismo. Como el ciclo de las estaciones, sale la convocatoria, la lees con mucha paciencia para no cagarla este año, alistas tu proyecto con una ternura casi maternal. Meses y meses de arduo trabajo, escritura-lectura-reescritura. Hartas a todos tus amigos con tus comentarios y ruegos por ser leído. Gastas la beca universitaria, los ahorros del mes y tu domingo en imprimir el proyecto en el mejor papel, el más llamativo y el más “profesional”; o lo subes a una página que sólo abre con Explorer. Esperas lo mejor. Escuchas por ahí que las becas ya están dadas, que debes conocer a la tal Vaca Sagrada, ser del grupo de Sultanito, o lambisconear a Menganito para que te elijan. Dudas, pero ni modo. Cuentas los días. Y cuando no ves tu nombre seleccionado —pero conoces a alguien que sí, mediocre, fantoche y sin inventiva— maldices a los brutos que no te supieron leer. Y muy en el fondo sabes que lo intentarás el siguiente año; porque escribir con libertad, calma, paciencia y una renta mensual de ocho mil pesos siempre inspira más que trabajar en un Starbucks para estar más o menos bien. No desesperes, algún día te llegará.

3. “Pinches mamones” o la apología kantiana de la frivolidad intelectual

Ni modo, así es esto. Todos se creen únicos y especiales, y le caes mal a éste porque hablaste mal del otro cuando fuiste a la casa de aquel. O le agradas a éste porque le dijiste sus verdades al otro cuando te invitaron a la tertulia de aquel. Lamentablemente, el ego de los alfiles es más importante que lo que escriben. Y hay tanta pseudointelectualidad, frivolidad y altanería que podríamos llenar el Estadio Azteca. Siempre le caerás mal a alguien, siempre te caerá mal alguien. Sólo ocúpate en cultivarte, mejorar tu escritura, hacer las críticas más sinceras y presume lo suficiente. Hazte de conocidos, habla con todos, no te sientas superior aunque lo seas. Consejo: quédate hasta que se termine la fiesta, allí se hacen los contactos, los tratos y acuerdos.

4. No vas a terminar trabajando en McDonald´s, a menos que tú lo decidas

Sí hay trabajo en el área. Corrector de estilo, redactor, asesor de lecturas, bibliotecario, trabajo editorial, gestión cultural, edición, enseñanza, creativo, copy, ghost writer… Y lo que se acumule en la semana. Claro, tendrás que aprender cosas que no pensaste que existían. No te cierres a las posibilidades, pero tampoco aceptes algo que no vaya con tus intereses. Lo que no llena, mata lentamente. Tampoco desesperes, ya te encontrarás.

5. Lecturas, presentaciones, festivales, tertulias: excusas para ser alcohólico social

Ve a leer a todas partes. Envía tus textos a congresos, convocatorias, revistas, antologías, talleres, noches bohemias. Alguien se acordará de ti. Algún alma caritativa sentirá empatía por lo que tu creatividad hace y te pagará con la mejor moneda: una felicitación. Eso alimenta el ego, pero sobre todo tus ganas de seguir adelante. Aunque “adelante” no sea una dirección fija. Con suerte algún día te pagarán por ello.

6. Nadie quiere publicar a un Don Nadie

Posiblemente tengas en tus manos una obra innovadora, genial, alucinante; pero, aunque toques puertas, nadie te leerá. ¿Por qué? No has ganado nada, no tienes experiencia, nadie recuerda tu nombre. No desesperes. Participa en todas las convocatorias que te sean posibles, en todos los espacios que puedas, en todas revistas independientes que existan de México y el extranjero. Un mexicano en México es otro más, fuera eres algo exótico. Usa las redes para exponer tu obra. Pero no por ello creas que te has vuelto un escritor por tener más de 30 likes en alguna publicación, la mayoría de esos “me gusta” provienen de tus tías. ¡Registra tu obra!

7. El que se detiene un momento ya perdió la carrera

Lo más importante: jamás dejes de escribir. El camino del proyecto es una búsqueda infatigable, una batalla silenciosamente feroz con la palabra, un sumergirse en las entrañas del mundo; pero, sobre todo, un andar certeramente por caminos inciertos. La creación rige la vida. Cuando uno acepta esto, gran parte del día a día se encamina hacia esa promesa. La mirada se abre, el paso se alenta, las lecturas enriquecen, salimos del automático hacia las posibilidades inventadas. Siempre en un sentido de búsqueda y dirigido a crear nuevos caminos.

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