¿Dime quién me ha hecho salir de estas costillas rociadas de ácido?

¿Dime quién me ha hecho salir de estas costillas rociadas de ácido?

¿Dime quién me ha hecho salir de estas costillas rociadas de ácido?

A veces la única manera de dejar ir el dolor es a través de las palabras:

‘Enfermedad de una habitación’

¿Dime quién me ha hecho salir
de estas costillas rociadas de ácido?
De mi boca sólo encuentro la pared
de mi habitación incomunicada con el baño.
Son heridas en mis muslos.
En la madera de la puerta
sobresale el contorno de los ojos del apocalipsis. Rayas de rímel. La tierra hecha de amanecer.
¿Dónde me quedo si mis pies sólo reconocen
el mundo por la niebla de la que estoy vestida?
He bajado de un pulmón invadido
por cíclopes quemados
y estoy respirando la pureza de la química.

Está calcinada la esquina,
el zapato izquierdo con el que pisé
la estampa de una virgen que había caído de mi cama. El sol ya no mancha.
El polvo es la unidad de este espacio
que he llamado habitación-enfermedad o enfermedad de una habitación conocida
por la sincronía de un cuerpo fatigado
por dormir después de una violación lumínica. Quiero huir por una quemadura en la vena.
Los microbios no vuelven

para el entierro.
Y los insectos tienen miedo
de que todo sea una lluvia de cenizas
y sólo quede el cuerpo
y no la quemadura del génesis.
Hablo de la llama antes de caer todos en el mismo pulmón.

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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Cvatik.

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