Cuento para entender por qué el amor es como un juego entre el orgullo y el olvido

Cuento para entender por qué el amor es como un juego entre el orgullo y el olvido

Cuento para entender por qué el amor es como un juego entre el orgullo y el olvido

Te presentamos un breve cuento de David Barrios Urzúa sobre los juegos que nos destruyen y después no nos permiten olvidar.

EL MISMO JUEGO QUE TODOS JUGAMOS

Nuestro pensamiento más profundo recorre usualmente dos caminos: el camino de lo ya hecho y el camino de lo que probablemente nunca haremos. De lo que fuiste o de lo que deseas ser: no más. Por ello me incomoda decirte que sigo sin comprender el motivo por el que te pienso tanto. ¿Fuimos, somos, seremos, algún día nos permitiremos olvidar? Quizás escribo sobre lo que creo que fue, porque es más sencillo que ver las cosas claramente.

¿Quieres que te cuente? Deja entonces que te hable sobre un juego. Él jugando era como el silencio; tan presente, pero claro y frío, de ese frío que quema y que te recorre bajo la piel de las extremidades. Con su silencio podía separar las aguas de mi decencia. ¿Me odiaba en silencio, me amaba en silencio? ¿Hacíamos el amor en silencio o simplemente cogíamos en silencio? Qué sé yo.

La neurosis de mis padres y mi propia introversión me hicieron creer que el silencio era oasis en el desierto ruidoso que es esta realidad hiperconectada. No fue hasta que lo conocí que comprendí que la tortura también puede ser tímida. Ante los decibeles siempre me fue fácil evadirme en mis propios mundos, tras puertas cerradas… Sin embargo, ¿qué hacer cuando el silencio es el desierto, cuando este mundo es nuestro y se siente tan vacío? ¿Qué son entonces las palabras? Ese es el misterio, ese es el juego. O por lo menos eso creí.

Será un oasis o será una tormenta de arena, pero algo desconocido será. Conocerlo fue verme en un espejo manchado. Él siempre oculto tras su barba de dos semanas, tras otra referencia a Tarantino dicha en voz baja, tras esas gafas ridículas que él creía que lo hacían ver intelectual. Siempre insistió en ser un enigma. En ser un rompecabezas a medio armar. Lo que pretendía ocultarme, por supuesto, es que de tanto esconder sus piezas se había olvidado del dibujo que armaban. Uno de esos cubos de juguete, pero con seis caras blancas. Y dos dedos medios. Y una boca, que insiste en que no la comprenda.

Quizás el juego era el del orgullo. ¿Y qué otra cosa me quedaba a mí además de seguirlo? Y jugamos. Insistía en crear reglas sobre las reglas, porque el juego debe ser perfecto, de otra manera algo puede salir mal. “Perfecto”. Sounds nice, ¿no lo crees? ¿Pero quién dicta las reglas lo hace para seguirlas o para mandar más fácilmente?

Hasta que una mañana, mientras con la primera taza de café empezaba la batalla muda, me di cuenta de cuál era el juego realmente. Así que tiré mi orgullo y mis palabras por la ventana; quedaron atoradas entre los cables de luz. Él guardó silencio como siempre, pero el silencio de un matiz más sombrío. Pues si yo me rindo en el juego, a él no le queda contra quién ganar.

No fue rendirme, sino cambiarme de tablero.

¿Qué hace él hoy? Qué sé yo. Probablemente sigue en el mismo curso eterno de la corriente de sus propias chaquetas mentales. Juez y verdugo, como un niño caprichoso jugando a las damas con piezas de ajedrez frente al espejo. Un ave furiosa que chilla con su propio reflejo. Mientras tanto yo juego al póker con el tarot, y decido mi suerte en un full house de arcanos mayores.

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Inspírate leyendo estos poemas de amor. Y si ya te decidiste a escribirle a la persona que amas, aquí te damos algunas sugerencias para hacer cartas de amor muy originales.

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