5 poemas que reflejan el alma atormentada de un suicida

5 poemas que reflejan el alma atormentada de un suicida

5 poemas que reflejan el alma atormentada de un suicida

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Son la melancolía, la soledad y la muerte conceptos recurrentes en la poesía de todos los tiempos. Hay algo en esas tres palabras, conceptos o sentimientos -acaso la tragedia y el encanto de la desesperación- que ha llenado de romanticismo la poesía y la mente de los poetas. En ese contexto el suicidio se ha convertido en tema a explorar en las letras de todos los tiempos. Entre los romanos y los griegos el suicidio se consideraba un acto honorable, y entre los poetas parece honorable y hasta necesario explorar en el porqué del final de la vida impuesto por la misma persona. Explora la oscura belleza que hay en estos poemas sobre el suicidio.

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No pude detenerme ante la muerte (Because I could not stop for Death)

Emily Dickinson

Porque no pude detenerme ante la muerte,
amablemente ella se detuvo ante mí;
el carruaje solo nos encerraba a nosotros
y a la inmortalidad.

Condujimos lentamente, ella no sabe de apuros;
y por su cortesía debí abandonar mis labores e incluso mis ratos de ocio.

Pasamos por la escuela donde jugaban los niños
Sus lecciones apenas concluidas;
pasamos frente a los campos de pastoreo
y ante el sol que se ponía,

Nos detuvimos ante una casa que parecía
una hinchazón de la tierra;
su techo, solo visible,
su cornisa, apenas un montículo.

Desde entonces han pasado siglos;
pero cada uno parece más corto
que el día en que anuncié por vez primera
que las cabezas de los caballos
apuntaban hacia la eternidad.

**

El suicida

Jorge Luis Borges

No quedará en la noche una estrella.
No quedará la noche.
Moriré y conmigo la suma
del intolerable universo.
Borraré las pirámides, las medallas,
los continentes y las caras.
Borraré la acumulación del pasado.
Haré polvo la historia, polvo el polvo.
Estoy mirando el último poniente.
Oigo el último pájaro.
Lego la nada a nadie.

**

A la espera de la oscuridad

Alejandra Pizarnik

Ese instante que no se olvida,
Tan vacío devuelto por las sombras,
Tan vacío rechazado por los relojes,
Ese pobre instante adoptado por mi ternura,
Desnudo desnudo de sangre de alas,
Sin ojos para recordar angustias de antaño,
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma,
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego;
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies,
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro.
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada,
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca,
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos.

**

Voy a dormir

Alfonsina Storni

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvidea… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…

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El argumento del suicidio (The Suicide’s Argument)

Samuel Taylor Coleridge

Antes del inicio de mi vida, si lo deseaba o no,
nadie jamás me lo preguntó —de otro modo no podía ser—
Si la vida era la pregunta, una cosa enviada por intentar,
y si vivir es decir SÍ, ¿qué puede ser el NO? Morir.

Respuesta de la naturaleza:

¿Se retorna igual que al ser enviado? ¿No es peor el desgaste?
¡Piensa primero en lo que ERES! ¡Sé conciente de lo que ERAS!
Te he dado inocencia, te he dado esperanza,
Te he dado salud, y genio, y un amplio porvenir,
¿Retornarás culpable, aletargado, desesperado?
Haz un inventario, examina, compara.
Entonces muere, si es que a morir te atreves.

**

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