Henry Scott Tuke, el pintor acusado de pedofilia que te hará cuestionar tus oscuros deseos

Henry Scott Tuke

Henry Scott Tuke

Homosexualidad, niños y naturaleza. Estas son las tres palabras con las que se puede describir a Henry Scott Tuke, quien por tres años y asentado en Francia, se dedicó a pintar sus más profundos deseos sin inhibiciones ni restricciones. En 1881, él, cómo muchos otros artistas de la época, dedicó su vida a la exploración del afecto propio y la autosatisfacción. Así que en su búsqueda de identidad conoció a Oscar Wilde y a John Singer Sargent, artistas que al igual que él, supieron hacer de sus deseos —principalmente sexuales— una oda al erotismo a través del arte y dejaron ver cómo se vivía la homosexualidad en el período en que dominaron los “uranianos”, como se solían llamar.


Los uranianos son personas que exaltan su mejor cualidad, no importa si es física o intelectual, por lo que ellos decidieron mostrarse tal cual eran. En especial Scott, quien provenía de una de las familias más tradicionalistas de Londres. Aún con ello se despegó de sus costumbres y dedicó su vida a hablar por la individualidad y la autonomía, aunque en su momento, e incluso muchos años después, fuera motivo para que el hombre estuviera en la mira de puritanos que lo consideraron un artista perverso. Su obra no carecía de calidad, pero las críticas iban dirigidas a la temática de sus pinturas: el constante recurso del erotizar a infantes.


Considerado pedófilo por la crítica, erótico por los amigos y atrevido por la sociedad, Scott Tuke continuó con su labor pictórica sin tomar en cuenta las críticas. Luego de haber hecho su primera obra con carga erótica, supo que lo que en realidad quería era pintar sus deseos. A través de cuadros pertenecientes al impresionismo comenzó a hacerse camino en una corriente en la que era innovador debido al carácter sexual de las piezas. De este modo, para hacer aún más real su arte, convocaba niños que vivían cerca de él y los retrataba teniendo en mente la importancia de la luz, de sus expresiones y de la revolución en la que su obra se estaba convirtiendo.



Por ello y obedeciendo a sus propias necesidades, reclutaba menores que armaban una escena en el río o en los jardines. Tuke tenía una enorme fascinación por lo cuerpos desnudos, los ríos y la juventud, por lo que compró un barco pesquero y lo convirtió en un estudio flotante en el cual solía perderse por un tiempo para inspirarse. Enseguida volvía con una idea maravillosa, que, por lo general, terminaba convertida en un cuadro cargado de sexualidad. Sin embargo, para garantizar la seguridad de sus jóvenes modelos, solía intercambiar sus rostros y cuerpos.


Además de ser pionero del homoerotismo en el arte, fue un referente del tópico desde 1881 hasta la actualidad. Su gran sentido del color, de la iluminación natural y su amor por la vida y la naturaleza le dieron un lugar entre los artistas más influyentes del mundo. Su amor por el verano, la vitalidad y la juventud le otorgaron un espacio entre los pintores con mejor y más certero sentido de la vida. Revolucionó el arte con pinceladas notorias y contundentes, mientras que el resto de los artistas de la época tenían trazos casi invisibles.


Cabe señalar que los niños no eran tan jóvenes. Por lo general recurría a adolescentes y pubertos que tuvieran una apariencia infantil. Por ello, entre fuertes pinceladas, críticas y (casi) niños desnudos, Tuke falleció dejando algunos diarios en los que detallaba su vida, quedando como un legado del ingenio, el amor y la pasión con la que siempre vivió. No obstante, su obra fue olvidada a mediados del siglo XX hasta un par de décadas después, en 1970, cuando fue redescubierto por la primera generación de artistas abiertamente homosexuales. Por lo que el legado de Tuke renació en galerías, escuelas y sobre todo, en la mentalidad de los nuevos artistas que además de inspirarse en los desnudos que pintaba, se involucran en su manera de pensar, en el mensaje de libertad y los deseos más oscuros y profundos que un ser humano puede experimentar.

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Henry Scott Tuke demuestra que el erotismo es mucho más que sexo, al igual que Vicente Romero y sus sugerentes pinturas, así como la acuarelas de Steve Hanks, capaces de demostrar la maravilla del cuerpo humano.

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