Racismo, misoginia y desprecio por lo mexicano en 12 frases de José Vasconcelos

Racismo

Racismo

Se trata de una serie de verdades a medias: el abogado y filósofo fue maestro únicamente en la América que inicia al norte del Río Bravo, a pesar de la mentalidad antiyanqui que caracterizó su obra.

De intelectual no queda la menor duda, Vasconcelos fue uno en todo el sentido de la palabra, conocedor de la cultura griega y latina, de los filósofos clásicos y sus principales tesis de quienes se encargó de publicar ediciones cuando estuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública, donde adquirió su mote de apóstol gracias al fervor con el que defendía la fe y su intromisión en la educación. Dirigió la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que otorgó su polémico lema, una quijotesca síntesis de su pensamiento de supremacía de una raza sobre otra.

Se dice que no se puede juzgar a los hombres sino por ser producto histórico de su tiempo. En el caso del “maestro de las juventudes”, la historia señala que a los 27 años se unió a Madero en su campaña presidencial para pregonar en los Estados Unidos la lucha maderista contra Díaz y su perpetuación en el poder. Cuando Madero murió, Vasconcelos desapareció de la vida pública y no fue hasta el ascenso de Carranza que el oaxaqueño volvió al frente de la Escuela Nacional Preparatoria después de una campaña diplomática en busca del reconocimiento internacional del gobierno carrancista. 

En medio de la revolución, el filósofo se ubicó ideológicamente con las corrientes más liberales entre Madero y Carranza, a pesar de que al final traicionó al coahuilense y se alineó en el bando de Álvaro Obregón. En 1921, Vasconcelos quedó al frente de la UNAM y al año siguiente fue investido como secretario de Educación Pública, todas acciones y cargos que pueden ser rastreadas con precisión histórica través del relato oficial y sus representantes; sin embargo, el nombre de José Vasconcelos también corresponde al de un hombre simpatizante del régimen fascista en Alemania, confeso admirador de Hitler, fundador y director del órgano de difusión del Partido Nacionalsocialista en México (la tristemente célebre revista “Timón”), poseedor de una influencia religiosa que le obligó a cargar contra el estado laico, misógino reconocido y portador de una ideología que supone a un grupo racial y cultural más valioso que otro.

A toda persona con esta orientación trasnochada se le reconoce como racista, y desde el primer cuarto del siglo XX, aquél que lo hace con el convencimiento de que esos principios de superioridad deben funcionar para la creación de un nuevo orden político adscrito al totalitarismo con fines de exterminio y purificación de una raza, se le llama fascista.

Mientras la historia oficial mantiene el nombre de Vasconcelos ligado al de un docto e incansable promotor de la educación en México, algunas de sus propias citas textuales se omiten para conservar la entereza que merece una figura tan vanagloriada en la historia de la política nacional, cuyo nombre adorna calles, instituciones educativas y bibliotecas con letras de oro en todo el país. Estas son citas del Apóstol de la Educación y su opinión sobre las raíces indígenas y el pasado de la cultura nacional:

“Mi argentinismo era, ciento por ciento, a causa de que ha sido país libre la Argentina y muy español… Todo nos liga a Europa y todo nos separa del aborigen, por eso, el recurso más eficaz es el adoptado por el pueblo argentino, que se ha dedicado a hacer de la Argentina una sucursal europea. Y con supresión calculada de todo lo indígena”.

“A nosotros no nos basta con edificar una ciudad a la europea; nos es indispensable una labor de educación que enraíce la moralidad europea en el seno de las conciencias indígenas. De otro modo ocurrirá lo que enseña nuestra historia, que más tardamos en construir la ciudad europea que la indiada en destruirla”.

“El día en que en México se torne a beber vino de uva a la española y se supriman el tequila, el mezcal, bajará hasta de mínimo inevitable la curva hoy escandalosa de los asesinatos”.

“En general, le he tenido siempre horror a la arqueología, acaso porque en México la asociamos con las figuras grotescas, los cacharros del arte indígena”.

“El bautismo dio a nuestros ancestros categoría de gentes de razón”.

“Existe, por desgracia, en nuestro país, estimulada por las Leyes de Reforma y el odio a la religión que ellas mantienen, una enorme muchedumbre semiculta que tiene a gala estúpida la indiferencia en materia religiosa”.

“Las leyes salvajes de la Reforma prohíben la continuación de la obra misionera que creó nuestra nacionalidad”.

Sobre lo que sería México sin la inmigración española: “Una pesadilla azteca donde la gran catedral de México, todas las hermosas catedrales barrocas serían arrasadas y en su lugar volverían a levantarse teocallis”.

“No se conoce entre los pueblos históricos otros más limitados en el poder de renovación y de progreso que las razas aborígenes de las dos Américas”.

“Lo que sí va pareciendo evidente, aun para los empecinados, es el triunfo de Alemania sobre sus rivales y el cambio histórico que en consecuencia va a operarse en el mundo… ¡Pero ganaremos con la victoria alemana! Y no porque creamos que Alemania va a constituirse en campeón de Latinoamérica. Es ley de la historia que cada pueblo conquiste su propia libertad… Y ahora nosotros en la América española pensamos en que una nación inspirada logra siempre aprovechar los grandes cambios históricos en beneficio de su futuro”.

“La acción humana se extinguía cuando llegaron los españoles y cuatro siglos después imagínese lo que tornarían a ser nuestros pueblos si de pronto se les desprendiese de la matriz cultural europea”.

 

Sobre Diego Rivera (al que las fuentes oficiales presumen abrió las puertas de edificios gubernamentales con la misión de ‘educar al pueblo a través de la pintura’): “El famoso pintor recorrió los Estados Unidos, recogiendo atenciones y contratos jugosos en pago de la traición moral a su casta y su obra denigra soezmente la epopeya de la Conquista española”.

Por supuesto, siempre quedará la omisión histórica, la falta de contexto y la supuesta ignorancia de Vasconcelos sobre lo que acontecía en Europa (a pesar de su íntima relación con los representantes alemanes en México, especialmente con Arthur Dietrich, agregado de prensa de la embajada Alemana y agente de difusión de propaganda en América, con quien comparte multitud de fotografías) como excusas para sustentar una apología del político y abogado, como si la conexión entre teoría y práctica, entre pensamiento y acción resultara inconsecuente, completamente desconocida para el intelectual mexicano, portador de la ideología del darwinismo social y el fascismo en México. 

Si quieres conocer más sobre la vida y trayectoria de José Vasconcelos, no dudes en leer Vasconcelos: el racista que buscaba “un México superior”. Conoce la memoria histórica del archivo fotográfico de Manuel Ramos en fotografías de un México que tuvo que morir para que pudiéramos vivir.

*

Fuente:

Contralínea

Héctor Orestes Aguilar, Ese olvidado nazi mexicano de nombre José Vasconcelos 

 

Salir de la versión móvil