Por qué en el Renacimiento creían que ser virgen era una enfermedad

Por qué en el Renacimiento creían que ser virgen era una enfermedad

Por qué en el Renacimiento creían que ser virgen era una enfermedad

Durante buena parte de la Edad Media y el Renacimiento la medicina tuvo un desarrollo lento, que no avanzó sino hasta el comienzo de las autopsias, sin embargo, la anatomía femenina y en particular el sistema reproductor de las mujeres estuvo sumido en la oscuridad intelectual, siempre guiado por cuestiones religiosas y morales que no permitió su debido estudio.

La ignorancia fue tal que por mucho tiempo se creyó que la mujer era un hombre mal desarrollado, en especial cuando se trataba de aspectos reproductivos que involucraban la expulsión de esperma y, por supuesto, la menstruación femenina. Estas ideas a la larga dirigieron el pensamiento a la noción de la mujer venenosa, que causaba desgracias a aquello en su derredor, incluso que podía envenenar a bebés a través de la mirada o de los vapores que emanaba cuando sustancias como la sangre o el esperma no salían de su cuerpo.

La mujer virgen: un peligro para sí misma y los demás

Los dos fluidos principales que estaban involucrados en la enfermedad de las vírgenes y viudas eran precisamente la sangre y el esperma femenino. Se creía que cuando las mujeres no tenían relaciones sexuales, aumentaba la cantidad de esperma en su interior, por lo que al corromperse o pudrirse, se convertía en un veneno.

Como producto de dicha putrefacción se acumulaba un vapor que subía por su diafragma —ya que se creía que la matriz y el diafragma estaban unidos—. Éste podía provocar «sofocación y espasmos que pueden llegar hasta la muerte. Los síntomas más normales son la epilepsia, apoplejía y la letargía», de acuerdo con José Luis Canet Vallés, de la Universidad de Valencia.

Otra de las interpretaciones de la época era que al ser vírgenes, la sangre comenzaba a acumularse en la matriz, pues no tenía una salida. Esto provocaba que la sangre alcanzara el corazón de las doncellas, así como su diafragma, resultando en desvaríos paulatinos hasta llegar a la locura.

El matrimonio: sexo, liberación y bienestar

Para evitar dicha enfermedad, se recomendaba que las jóvenes se casaran en cuanto fuera posible, en especial si comenzaban a mostrar signos de locura o sofocamientos, ya que el matrimonio permitía la actividad sexual que liberaría los fluidos antes de que fuesen venenosos.

Pero sí existía una alternativa, en caso de que las mujeres quisieran ser castas, por ejemplo, las monjas, o no pudieran encontrar marido que consistía en la aplicación de ungüentos o aceites durante un masaje en los genitales femeninos. En otras palabras, se recomendaba la masturbación, pero siempre interpretada como un alivio o una cura para un malestar y no como una actividad placentera o lujuriosa.

Vírgenes, mujeres sin hijos y la menopausia

Si bien este mal era asociado con las jóvenes vírgenes, dicha “enfermedad” también solía aparecer cuando las mujeres casadas no tenían hijos; en un intento que actualmente sólo puede interpretarse como motivar a la mujer —o al hombre— de tener más relaciones sexuales con su esposo. Mientras que en el caso de las mujeres en la menopausia, al no haber entendimiento de este proceso, se explicaba la falta de sangrado con que su naturaleza ya era muy débil para expulsar los fluidos por sí sola. Tras años de producir tales venenos, el cuerpo de la mujer estaba acostumbrado, por lo que ya no le hacía daño, mas lo provocaba en todos aquellos que la rodeaban.

Siglos más tarde, hacia el XVI, en pleno Renacimiento, la enfermedad de las vírgenes más bien estaría vinculada a una tonalidad verdosa en la piel de las mujeres y de hombres muy afeminados. Un término que devino del uso de “clorisis” —que en las plantas representa la falta de clorofila y por lo tanto del color verdoso—. Aunque, se sugiere que la enfermedad verde no sólo era un problema para la expulsión de fluidos o los famosos humores, sino también una cuestión digestiva.

Esto de cualquier forma no ha impedido que algunos, como The Conversation aventuren que el nombre de la enfermedad verde era una referencia hacia aquellos que estaban “muy verdes” en materia del sexo.

Lo cierto es que actualmente tales teorías han probado ser falsas. La sangre de la menstruación no se acumula si la mujer es virgen, ni se pudre, ni vuelve a las mujeres venenosas, pero debieron pasar hasta seis siglos enteros para probar lo contrario.

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