Gisella Perl usó el aborto para salvar a las mujeres de los nazis

Gisella Perl usó el aborto para salvar a las mujeres de los nazis

Gisella Perl usó el aborto para salvar a las mujeres de los nazis

«Apaleadas con porras y fustas. Destrozadas por perros. Arrastradas por el cabello y golpeadas en el estómago con las botas. Después eran arrojadas al crematorio, vivas». Esos eran los recuerdos de Gisella Peri, una doctora judía que cuando llegó a Auschwitz, vio el horror al que eran sometidas algunas de las mujeres judías que quedaban embarazadas dentro del campo o que llegaban así.

Tal como narra un reporte de El País, Heinrich Himmler, uno de los hombres más cercanos a Hitler, estaba convencido de que tanto hombres como niños tenían que ser exterminados, ya que no quería que el tiempo pasara y que esos hijos y nietos cobraran venganza en contra de los nazis. Como engaño, los líderes les decían a las mujeres embarazadas que se identificaran para recibir raciones dobles de comida, y se les afirmaba que asistirían a una zona exclusiva para ellas. Sin embargo, Peri presenció la realidad: una brutal golpiza que culminaba con su muerte en los crematorios. Ellas, a diferencia del resto de los prisioneros, no pasaban primero por la cámara de gas, sino que inmediatamente pasaban a ser quemadas vivas.

Esto sucedía constantemente, ya que en los campos de concentración el sexo se usaba como una moneda de cambio, difícil, pero sencilla para algunos. Las mujeres se prostituían para conseguir alimentos, u cualquier otro material que necesitaran, y la carencia de anticonceptivos, hizo que muchas se embarazaran dentro de los campos.

«El mayor crimen que se podía cometer en Auschwitz era estar embarazada».

La ginecóloga Gisella Peri, nacida en Transilvania, fue capturada por los nazis en 1944 y fue llevada a los campos. De acuerdo con el reporte de El País, basado en un artículo de la revista Rambam Maimonides Medical Journal, a Peri le fue asignado el trabajo de reanimar a las mujeres judías a las que se les extraía sangre, la cual iba destinada a los soldados alemanes (una contradicción con los ideales de sangre pura), y cuando vio los horrores que vivían las mujeres que morían en los crematorios, decidió ayudar a abortar y a parir a todas las mujeres que pudiera, antes de que fueran señaladas por los líderes.

En las noches realizaba esas actividades clandestinas, sin importar el tiempo de gestación que tuvieran las mujeres. Lo hacía desde el primer trimestre hasta los últimos. «Nadie entenderá jamás lo que significó para mí destruir a esos niños», escribió en su autobiografía. Los ahorcaba, los destruía, y posiblemente enterraba los fetos. El costo que representaba traer al mundo otro niño judío era demasiado grande.

«Decidí que nunca más habría una mujer embarazada en Auschwitz».

Después de la guerra, Peri se enteró que toda su familia había sido exterminada en el holocausto, y fue acusada de estar vinculada con los nazis, pero eventualmente su declaración le ayudó a librarse, y ayudó a condenar a uno de los médicos que conoció. A lo largo de su vida ayudó a parir a miles de mujeres.

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