Este milagro se instaló en el imaginario mexicano desde hace casi cinco siglos, a tal grado, que la imagen de la Virgen ha figurado en eventos de suma importancia política como el movimiento de Independencia o la Revolución Mexicana y a la fecha es posible presenciar uno de las movilizaciones religiosas más importantes en todo el globo el 12 de diciembre, fecha que desde la tradición católica, conmemora la última aparición de la Virgen de Guadalupe.
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Una actitud natural entre los ateos y escépticos es dudar de esta aparición; no obstante, que declaraciones de esta naturaleza provengan desde el seno de la Iglesia es un hecho casi inédito. Tal es el caso de Guillermo Schulenburg Prado, quien fue abad de la Basílica de 1963 hasta 1996, año en el que realizó un par de declaraciones que le costarían su cargo en la institución religiosa.
En distintas oportunidades, Schulenburg desmintió no sólo las apariciones, sino la misma existencia de Juan Diego, indicando que se trataba de un símbolo, mas no una realidad. Del mismo modo refutó las supuestas evidencias de su existencia, como los restos de éste, que de acuerdo al exabad nunca fueron encontrados, mientras que los restos hallados en la Antigua Parroquia de Indios —comúnmente identificados como de Juan Diego— tenían una diferencia de casi un siglo de edad, por lo que tampoco se trataba del indio.
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Estas declaraciones no sólo resultarían en su destitución: Schulenburg también sería recriminado de hereje, además de que fue señalado como un hombre que se aprovechó de la fe guadalupana para enriquecerse, haciéndose de bienes raíces, automóviles lujosos e inflar su cuenta bancaria para después desentenderse —ya fuera por mandato o decisión propia— de su puesto en la Iglesia.
A pesar de los señalamientos, Schulenberg se separó de la institución y logró evadir cualquier otra controversia en relación con su enriquecimiento, mientras que el mito de Juan Diego, así como la fe guadalupana, se mantienen intactas en millones de personas.
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