12 formas de morir por masturbación en el siglo XIX

12 formas de morir por masturbación en el siglo XIX

12 formas de morir por masturbación en el siglo XIX

Desde el ya memorable “niño déjese ahí” hasta el fantástico “te van a crecer pelos en la mano”, los mitos alrededor de la masturbación nos acompañan desde siempre. Sobre todo en sociedades tan conservadoras como la mexicana que, a pesar de jactarse de un progreso que pocos vemos, continúa asumiendo la sexualidad como un tema del que no se puede hablar a menos que se goce de ciertos privilegios como la edad adulta ─si es que a ello en verdad se le puede denominar como un don en toda la extensión de la palabra─.

En ese sentido la adolescencia no existe, en su lugar hay un lapso en la vida de toda persona en el que la promiscuidad y las pasiones deben ser celosamente vigiladas con el único fin de que el o la joven no se dirija hacia un camino de perdición.

Tan exagerado es este miedo al autoconocimiento que en algunos hogares, y esto es algo que debemos asumir como un hecho completamente real, a los chicos se les prohíbe tener puertas que les aseguren unos minutos de privacidad con el único fin de impedir esta actividad. Sin embargo, un joven siempre encuentra formas de tocarse y asumir su cuerpo aun cuando la intimidad no esté presente.

No debemos olvidar esto: todo momento es perfecto para el amor.

«Un fuego devorador le quema las entrañas; él sufre terribles dolores de estómago».

«Ver sus ojos una vez tan puro, tan brillante: ¡su brillo se ha ido! Una banda de fuego los rodea».

A pesar de que amarse a sí mismo no implica un pecado per se, tocarse en pos de conseguir placer todavía es visto como una falta a todas las buenas costumbres; pecado o no, continuamos haciéndolo en el rincón más oscuro de nuestras casas o en la complicidad de la noche, y entonces se vuelve un asunto casi inevitable; aunque eso no es precisamente lo que pensaba la gente durante el siglo XIX donde masturbarse era, literalmente, un asunto de vida o muerte. Desde 1716 comenzaron a aparecer folletos en los que se advertía que la masturbación era, sin lugar a dudas, uno de los factores para la aparición de padecimientos como perturbaciones del estómago, parálisis, ronquera, tos, visión borrosa y debilitamiento de diferentes órganos vitales.

«¡Se corrompió! Pronto su crimen lo hace viejo antes de tiempo… su espalda se encorva».

«Su pelo una vez tan hermoso se cae como el de un anciano; temprano en la vida se está volviendo calvo».

«Su pecho está ardiendo. Tose sangre…»

Ya con un terreno más o menos formulado, la aparición de Le livre sans titre (El libro sin título) en 1830 no habría causado tanto impacto de no haber sido por las ilustraciones que lo conformaban. Iniciando con un «Era joven y guapo… la esperanza de su madre» comienzan a aparecer todos los posibles efectos de masturbarse, cada uno acompañado de una ilustración cuya única intensión era persuadir a los chicos de que no se masturbaran por ningún motivo.

«Era joven y guapo… la esperanza de su madre»

«Su pecho está pandeándose. Él vomita sangre».

«Los sueños terribles perturban su descanso; él no puede dormir».

Si bien todas las posibles muertes causadas por la masturbación son extremadamente ridículas, parece increíble que éstas hayan sido propuestas por científicos respetables a los que la tradición y el apego por los códigos morales del siglo XIX hicieron que traicionaran sus profesiones. Debido a que el nombre de estos hombres representaba cierta autoridad para la comunidad científica de la época, los postulados Le livre sans titre se extendieron como una verdad absoluta en torno a la masturbación que continuó extendiéndose hasta una buena parte del siglo XX que sigue echando sus raíces hasta nuestros días, y aunque ahora ya es más un chiste que una suerte de ley, el hecho de que alguien siga advirtiendo acerca de los efectos de amarse a uno mismo nos habla de un pensamiento conservador que se niega a morir.

«Sus dientes se pudren y se caen».

«Tiene hambre y quiere comer; no quedará comida en su estómago».

«A la edad de 17 años, expira en terribles tormentos».

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