¿Por qué los nazis arrancaban la piel de los prisioneros tatuados en los campos de concentración?

¿Por qué los nazis arrancaban la piel de los prisioneros tatuados en los campos de concentración?

¿Por qué los nazis arrancaban la piel de los prisioneros tatuados en los campos de concentración?

20 millones de personas fueron asesinadas en los campos de exterminio alemanes, de acuerdo con uno de los estudios más recientes del Museo Memorial del Holocausto. Es la cantidad más grande que se ha calculado, tomando como base distintas investigaciones, documentos y narraciones orales que expresan la pesadilla que vivieron los judíos, rusos, negros, homosexuales y las personas con malformaciones físicas. El Holocausto aún sigue siendo considerado una de las vergüenzas más grandes en la historia de la humanidad, especialmente porque en la actualidad se continúan revelando aún más horrores que se realizaron en los campos de exterminio nazis.

La curiosidad científica fue uno de los factores que produjeron algunos de los horrores que sucedieron en los campos. Hemos hablado previamente sobre la familia de enanos que sirvieron como conejillos de indias para brutales experimentos a manos de uno de los médicos más sádicos que formaban parte del ejército nazi. Asimismo, recordamos las decenas de víctimas que murieron en pruebas peligrosas para crear superhombres o curar enfermedades, pero uno de los casos de los que poco se habla es el de las personas tatuadas que fallecieron a manos del doctor Erich Wagner.

Wagner era uno de los médicos que se encontraban en el campo de concentración de Buchenwald, uno de lo más grandes que estableció la Alemania nazi, pero su interés principal eran las personas con tatuajes. El doctor ingresó apenas cinco días después de que comenzara la Segunda Guerra Mundial y, según explica el diario El País, el hombre le dio la inyección letal a un grupo de gitanos que tenía una enfermedad contagiosa sin dudarlo. Al poco tiempo, se dedicó a trabajar en su proyecto principal: una tesis llamada Sobre el tema del tatuaje, cuyas investigaciones llevarían a la muerte a decenas de personas.

El trabajo de investigación de Wagner buscaba explicar la psicología de las personas que tenían tatuajes, y catalogarlos por su raza y nacionalidad. El médico pensaba que todas las personas tatuadas tenían un pasado criminal o venían de comunidades de gitanos, considerados de baja categoría por los nazis. En su texto integró fotografías de decenas de personas, exponiendo sus distintos tatuajes que, según El País, representaban mujeres desnudas, penes, soldados y hasta Mickey Mouse. El ejemplar que ha sido analizado contiene los dibujos de más de 800 personas, quienes fueron asesinadas.

De acuerdo con el ingeniero químico Gustav Wegerer, quien fue uno de los sobrevivientes del campo de concentración, el doctor Wagner mandó a asesinar a todos los sujetos que llamó para sus estudios. Asimismo, sus tatuajes fueron arrancados de su piel y según Jorge Semprún, otro sobreviviente, mencionó que Ilse Koch, la esposa del comandante Karl Otto Koch, tenía esos pedazos de piel y los usó para crear lámparas, sin embargo, eso nunca se demostró; se mantiene como uno de los rumores más desconcertantes de la época.

El reporte de El País también menciona que en realidad Wagner no fue el verdadero responsable de la tesis. Aunque fue quien tuvo la idea de analizar a las personas tatuadas, el médico Paul Grünwald, otro prisionero, fue quien desarrolló los cuestionarios que se usaron en sus pruebas, fue el responsable de interrogar a los 800 sujetos, y además redactó la tesis de Wagner, así que el médico ni siquiera fue responsable directo de la obra; simplemente se encargó de eliminar a sus “pacientes”.

A diferencia de algunos de los médicos que fueron juzgados y castigados en los Juicios de Nuremberg, Wagner logró escapar en 1948. El País detalla que el hombre pudo vivir en Baviera un tiempo, sólo para ser detenido en 1958. Se suicidó antes de recibir su juicio. Se espera que su estudio sea publicado como otra prueba de los horrores que se vivieron en los campos y que el mundo no ha escuchado.

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