El estadounidense que cambió la historia del arte en México y logró la verdadera Revolución

El estadounidense que cambió la historia del arte en México y logró la verdadera Revolución

El estadounidense que cambió la historia del arte en México y logró la verdadera Revolución

Una revolución no es sinónimo de un conflicto armado, implica reinventarse a partir de un movimiento social o cultural, se nutre con ideas y pensamientos, no arrebata vidas pero sí rompe con lo establecido, destruye la estabilidad y el orden para experimentar nuevos paradigmas. El cine, la música, el arte e incluso la moda han sido el motor a través de la Historia para transformaciones radicales sin guerras ni sangre. “Revolución” marca un antes y un después, una pauta para darle la vuelta a los discursos, cambiar las palabras y narrar el mundo desde una perspectiva propia.

Si bien las primeras cuatro décadas del siglo XX, no consolidaron una ruptura política, sí lo hicieron con una revolución artística e intelectual que consolidó la identidad mexicana frente a los ojos del mundo.

Cómo un escritor estadounidense cambió la historia del arte en MéxicoEl artículo de Dos Passos, publicado en la revista New Masses en marzo de 1927 era un llamado y al mismo tiempo un reconocimiento al darse cuenta de que lo que se estaba gestando en México era más que un arte popular, era un arte público y sus artistas volvían de Europa y Estados Unidos para pintar la revolución y desafiar al status quo.

La revolución artística mexicana no se trataba de propaganda masiva, no se trató de intelectuales llamando a las armas, por le contrario se gestó de manera orgánica, al principio para explicar a la gente cuál era el panorama social que habitaban, porque “la gente no sabía leer. Por lo tanto lo único que restaba era pintarla sobre el muro.”

Estas fueron algunas de las primeras palabras que se leyeron en una publicación extranjera sobre el arte mexicano. El autor, John Dos Passos, fue la mirada responsable de identificar las expresiones aisladas de los artistas, encontrando coincidencias y virtudes hasta afirmar que en nuestra nación se gestaba un renacimiento estético. Fue un estadounidense quien atrajo la mirada internacional hacia México y su revolución cultural.
Los artistas de la época fueron los verdaderos héroes revolucionarios al crear una estética propia sin derramar sangre ni traicionar a sus compatriotas. Muralistas, estridentistas, contemporáneos, fotógrafos, cineastas y escritores fueron los auténticos líderes del activismo político, asumiendo el compromiso de denunciar la realidad que los rodeaba, desesperados ante la pasividad general. Se dieron cuenta de que la técnica y los conocimientos que adquirieron sobre los movimientos de vanguardia no debían servir para imitar a los europeos y pintar bellos paisajes en caballete, estaban destinados a recordarle a su gente porqué luchaban, y que se habían convertido en botín de políticos y carne de cañón de una guerra que ya no respondía al ideal de libertad.

Las obras de nuestros artistas son por ello, ventanas al color del vaivén cotidiano, homenajes a la piel mestiza, retratos de las manos que construyeron nuestras ciudades, mexicanos que trabajaban pensando que el arte era algo lejano, una realidad que no los involucraba.

¿Qué observamos en las fotografías de Álvarez Bravo, en los murales de Rivera y en los lienzos de Saturnino Herrán? Sus personajes son personas comunes, que no se percatan de ser retratados, que no sonríen pero tampoco protestan, desconociendo su propia esclavitud. Los apasionados trazos que representaban a los soldados, campesinos y obreros, fueron el primer paso para la democratización del arte, el verdadero triunfo de esta nación en el siglo xx. El arte plasmó nuestros colores, nuestros paisajes, nuestras ciudades y mercados para que los connacionales se reflejaran en las paredes y se reconocieran, tal como los autores reconocieron la belleza y el potencial de su hogar, pero sobretodo proyectaron sus injusticias y absurdos.

Una estética mexicanaAsí fue como la primera mitad del siglo XX condensó esfuerzos y nació la creación de públicos como prioridad para los artistas, exponentes del nacionalismo pictórico caracterizado por un indigenismo exaltado, del funcionalismo arquitectónico, del estridentismo heredero del futurismo italiano, enfocado en retratar las dinámicas de las ciudades del México moderno; de la visión cosmopolita de “Los Contemporáneos”, del activismo político presente en la gráfica y de la fotografía como un lenguaje adaptado a la consciencia mexicana. La estética mexicana estaba lista para encarar al mundo con técnicas europeas pero paradigmas locales de revolución y, citando una vez más a este escritor estadounidense, “Si esto no es una revolución en México, me gustaría saber entonces lo que es”. Aunque no deja de ser una revolución intelectual con ideales contradictorios, debido a la posición privilegiada de los artistas, pertenecientes a una clase con solvencia suficiente para viajar, o subvencionados por el gobierno como Rivera y Orozco. Es importante para nuestra Historia reconocer que pocos eran los privilegiados que entraban a los edificios a admirar los murales que se gestaron durante esta época, o asistían a muestras organizadas por los grupos de la vanguardia mexicana, a pesar de que esta corriente pretendía reflejar al pueblo con una utopía revolucionaria en mente, que de manera realista, estaba reservada para quienes habían leído el Manifiesto Comunista de Marx, y sobre todo para aquellos que sabían leer, pues las letras distaban mucho de ser reconocidas por gran porcentaje de los habitantes de México.Sin embargo, y contra todas las barreras culturales, el renacimiento artístico fue una realidad, a diferencia de la revolución política, y se logró porque su estandarte y protagonista fue aquél que los caudillos, líderes y soldados olvidaron en el camino: el pueblo.

Este período le demostró al mundo la capacidad que tiene una obra de arte para expresar un mensaje y construir la identidad de un solo ser humano o de toda una nación herida. Después de 1950, nació un nacionalismo que aún se confunde entre las banderas y los fuegos artificiales de las fiestas del 16 de septiembre en el Zócalo, el malinchismo que nos cuesta económica y culturalmente, y la viralización que clama “no era penal” mientras nuestros creadores y artistas siguen generando obras que muestran el dolor y la angustia de la migración y de la violencia . El arte mexicano sigue y seguirá siendo alimentado por la consciencia histórica, exhibiendo todo aquello que nos incomoda hasta que la sociedad responda y la revolución sea una realidad._La memoria habita los museos en espera de impactar al público con exposiciones como Pinta la Revolución: Arte moderno mexicano, 1910- 1950 que propone una mirada a este período de renacimiento artístico nacional, presentada por la Secretaría de Cultura en colaboración con el Philadelphia Museum of Art, en el Museo del Palacio de Bellas Artes del 10 de febrero al 7 de mayo, como un encuentro imperdible entre todas las expresiones, disciplinas y los protagonistas de cuatro décadas que construyeron la identidad del arte en México.


Si quieres conocer más sobre esta exposición, te invitamos a visitar el micrositio que Museo Palacio de Bellas Artes tiene preparado.

_Antes de visitar la exposición, te invitamos a conocer la cara oculta del arte mexicano y los artistas que debes conocer además de Frida y Diego, y después de visitar el Museo del Palacio de Bellas Artes te retamos a nombrar las 15 obras de arte más importantes en México.

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