Me abrió los ojos. Sólo usamos un décimo de nuestro cerebro.
¡Sólo piensa en todo lo que podríamos lograr si consiguiéramos
llegara esa parte escondida! Sería todo un nuevo mundo si los políticos
quisieran tomar LSD. No habrían más guerras ni pobreza ni hambruna.
—Paul McCartney
Viajar en ácido es uno de los destinos más frecuentados por la satisfacción que produce, es un paso al más allá, quizá al inframundo o tal vez al paraíso, pero definitivamente no es un lugar terrenal. Sentir euforia, felicidad y hasta mareos te lleva a nadar en un mar de colores y formas del que no quieres salir. Pierdes la percepción del tiempo y todo pareciera estar en movimiento, menos tú. Los más asiduos a visitar el lugar cuentan que les ayuda a pensar, a olvidarse un poco de sus problemas y les da libertad. Pueden ser felices y pasar un rato libres de toda presión. Sin embargo, la experiencia no es la misma cuando es tu primera vez viajando en ácido. Desafortunadamente, como cualquier primera vez en la vida, es una experiencia completamente diferente y, a veces, desagradable.
Imagina que vives con varios roomies, todo es paz y armonía, hasta que una oleada inmensa de calor ataca la ciudad y tratas de mantenerte calmado, cuerdo y con la mente abierta a la idea de que pronto pasará ese bochorno infernal. El problema empieza cuando tus compañeros empiezan a llegar a casa y, de pronto, uno de ellos necesita espacio en la nevera para depositar sus cosas; al no hallar ningún hueco disponible empieza la tensión, te enerva tanto su desesperación que la temperatura en tu cuerpo se eleva más de lo normal. De pronto, otro de tus vecinos de recámara se encierra en el baño y toma una ducha fría. Vuelves a alterarte, sientes que el calor hace que te enfermes por dentro, la tierra se mece y tú con ella, cual bebé indefenso. Entre la desesperación del chico de la nevera y el abuso del gandaya del baño, presientes que estás a punto de explotar.
Tiemblas, sudas, sientes que todo da vueltas y el brillo del Sol se vuelve más luminoso, casi insoportable. La cordura, el tiempo y el espacio se vuelven una masa chiclosa y tú te transformas en un psicópata. Tu mente se encuentra demasiado activa como para apagarse, te levantas y peleas. Luego de unas horas, colapsas. El efecto del calor en un lugar pequeño, sin ventilación, donde hay un número de personas que sobrepasan lo permitido y en el que el caos es la única regla, es muy parecido a lo que muchos sienten la primera vez que consumen LSD.
La artista Jamie Wolfe ha creado un cortometraje en el que cuenta su experiencia con una ola de calor que azotó la ciudad, pero a decir verdad, si no sabes que la situación es una pelea entre roomies desatada por el insoportable calor, bien podrías pensar se trata de un mal viaje en ácido. Los dibujos de Wolfe son una representación muy apegada a lo que se puede alucinar durante un viaje psicodélico.
«Traté de empujar la exageración grotesca, diseño de sonido abrasivo, cortes rápidos y abstracción de dibujos animados».
La ilustradora, más que recrear una escena que hablara del calor o de las experiencias psicodélicas a causa de las drogas, es más bien una entusiasta de las ilustraciones que pueden significar cualquier cosa. Es decir, ella adora crear imágenes que puedes adaptar a la situación que vivas, puesto que todos atravesamos momentos grotescos de desesperación, mismos que ella externa con colores y figuras caricaturescas y desagradables, en el buen sentido.
Hombres y mujeres se encuentran en situaciones pintadas de tonos cálidos: naranja, rojo y rosa son señal de la impaciencia, la desesperación y, en determinado momento, de la angustia que se vive día a día. La técnica de animación que Wolfe usó en estas ilustraciones es cuadro a cuadro y este movimiento es lo que le otorga aún más dramatismo a las imágenes.
Como si se tratara de una mala experiencia con las drogas, las ilustraciones de esta artista se muestran un tanto ilegibles. Son difíciles de entender, en especial cuando sus colores estridentes atacan la visión, pero ese es justamente el mensaje que la ilustradora tiene para dar. Que no hay nada agradable, salvo la sensación que te provoca un segundo LSD, el calor que el cuerpo emite cuando amas y el saberte comprendido. La vida es dura y el colapso llega cuando menos lo esperas.
Atraída por la frenética energía que proviene de la vida misma y sus momentos de excitación como las drogas, el amor o el calor, ella basa sus dibujos en lo que siente, piensa y experimenta a través de cada grotesca situación. Entre más devastador, más caótico o más incomodo, ella encuentra mayor inspiración y, por lo tanto, sus ilustraciones son más profundas y desesperantes.
«Hay algo delicioso en estructurar el caos», dice sobre sus proyectos que van mucho más allá de este corto. Wolfe tiene otros más que de igual manera externan algunas situaciones que pasarían por cualquier tipo de sentimiento. Todo está en adaptarse y adaptarlas, lo que resulta sencillo cuando se entiende que la ilustración, el dibujo y los colores pueden decir cualquier cosa sabiéndolos aplicar en el momento y la forma ideal.
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¿Sabías que el primer ácido de John Lennon fue con su dentista? Si te parece increíble, quizá debas leer el libro que explica los efectos del LSD a través de los sueños.
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Referencia
Paper
It’s Nice That