Vivir:
El concepto en sí ya es difícil de procesar como para agregar a la lista un sinfín de detalles que hay que aprender a “disfrutar” para poder darle sentido. Desafortunadamente, no todo es tan bueno como parece porque antes de cualquier otra cosa está tu bienestar, mismo que termina siendo opacado por esos malditos detalles que se han impuesto. Sentarse con la piernas cerradas, comer con pequeños bocados, aplicar labial constantemente, dejarse el cabello largo, usar tacones, no tener sexo en la primera cita, dejar que él te busque… ¡Que pare la masacre!
¿Por qué seguir todos esos estereotipos y formas de vida? Cada quien se enamora de quien cree conveniente, se deshace en halagos por alguien y llora cuando es un poquito más libre. No debes sentirte mal si mientras escuchas tu canción favorita se te derrama una lágrima. Tampoco debes sentir vergüenza si sólo quieres tumbarte a descansar sin ropa o si has decidido tener hijos cuando jurabas no hacerlo. ¿Qué tiene de malo?, ¿a quién le temes?
Esto se preguntaba Amanda Oleander, a lo que siempre le llovían contestaciones como «la sociedad tiene reglas» o «porque así es y no puedes cambiarlo»; sin embargo, ella lo logró y cambió la manera en que se ve a las mujeres para demostrar que, aunque la vida es difícil, sin preocupaciones es un poco más llevadera. Gracias a que ella decidió dejar de preocuparse fue que su vida se acomodó, y aunque había momentos de inseguridad y otros de felicidad completa, no dudó nunca de su decisión. Por ello se sentó frente al papel y tomó lápiz, colores y acuarelas y comenzó a plasmar todo lo que la aquejaba en algún momento de la vida creando historias que podrían ser tuyas, mías y de cualquier chica.
Ella estaba cansada de sufrir por amor, entonces se cortó el cabello, se retocó el rímel y lo reencontró. El amor real estaba afuera en forma de mascota con 4 patas y meneando la cola, porque no siempre debes tener otro humano junto a ti.
Ella prefiere la compañía de su mejor amiga porque pueden pasar una noche de sábado bebiendo vino de caja en la cocina, arruinar juntas el look o simplemente sentarse a contemplar la nada, porque eso hacen las mejores amigas: estar.
Ella lo amaba y él parecía corresponderle hasta que los detalles más insignificantes que los hacían diferentes, los separaron; sin embargo, ella prefirió encerrarse en su canción favorita y respirar hondo. Todo iba a mejorar y así pasó.
Ella le temía a la edad y a crecer, pero se dio cuenta de que no necesitaba más amargura en su vida, ¿qué importa si tenía 19, 25 o 31? La edad sólo la hacía más divertida y feliz. En eso consiste la vida, en crecer y cambiar, pero siempre para bien. Por ello se dedicó a llorar todo un día y al siguiente era una orgullosa mujer con un año más.
Ella vivía enferma, el estrés del trabajo le molestaba a cada momento. Lloraba cuando veía que su vida se estaba consumiendo en un asiento incómodo y una pantalla luminosa. Al final sólo tuvo que esperar a mamá y tumbarse en el sillón por una larga noche de descanso placentero, porque entendió que primero estaba su cuerpo y al final, muy al final, sus pendientes.
Ella sólo quería ser una persona única. Que le dejaran hacer lo que más le gustaba, actuar como quería y hacer con su cuerpo lo que quisiera. Pero la juzgaron. Aun con ello, sonrió y se propuso dejar de ser el proyecto de alguien más, sólo el suyo.
Ella sentía que a veces la vida le estaba dando la espalda. El chico que amaba no le correspondía, sus amigas hacían su vida, el trabajo la mataba y a escondidas, lloraba en el agua para que sus lágrimas se mezclaran y nadie pudiera notar que su tristeza estaba siempre ahí. Pero no tiene nada de malo sentirse triste a veces, llorar por simplezas y tener un crujido en el corazón, entonces, dejó de llorar sola para hacerlo en compañía de su almohada, su mejor amiga y su mascota.
Ella juró que no sería mamá. Pero un día rompió el juramento por mera satisfacción propia y se dio cuenta de que el ser que crecía en su vientre y al que dio de comer de sus entrañas podía ser una mejor persona. Al igual que su madre, se preocupaba por hacer felices a otros, sin olvidarse de ella misma.
Y es así como Amanda Oleander contaba su vida y la de sus conocidas. Con simples viñetas que decían mucho más que una palabra, la ilustradora llegó a Periscope, una red social de live streaming en la que se dedicaba a dar clases de pintura desde casa. Su popularidad creció tanto que al colocar sus creaciones en Instagram, los seguidores no le han dejado de llegar. Ella asegura que cada una de sus ilustraciones son dedicadas a las mujeres que sufren en silencio y por miedo a ser juzgadas por sus desiciones en la vida. Revistas como Seventeen, Vanity Fair o Cosmopolitan han usado sus ilustraciones y la consideran una de las artistas más importantes en su campo.
Por ello, cuando sientas que tu vida se absorbe en pequeños suspiros en tu oficina, en el amor platónico que le profesas a alguien que no te mira y en la sensación de alivio cuando llegas a casa y te despojas del bra sin problemas, mira una de las ilustraciones de Amanda y date cuenta de que preocuparte se ha quedado en el pasado, ahora sólo cabe el sentimiento de amor, de cariño y de entusiasmo por una misma.
Conoce más del trabajo de Amanda Oleander en su Instagram.
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Dile lo que sientes con estas ilustraciones que te saldrán de lo más profundo del alma, así como las de estas mujeres que saben lo que quieren en la cama.