El día que me atreví a viajar a Indonesia para conocer al dragón de Komodo

El día que me atreví a viajar a Indonesia para conocer al dragón de Komodo

El día que me atreví a viajar a Indonesia para conocer al dragón de Komodo

Atendiendo al llamado de la aventura, decidí realizar una visita y presentar mis respetos al lagarto más grande y menos evolucionado del mundo —endémico en dos de las islas de Indonesia— el dragón de Komodo. Llegar a la remota isla de Komodo en el Pacífico sur no algo muy sencillo, ya que desde la Ciudad de México es un viaje que dura alrededor de 36 horas, además de los trasbordos en Los Ángeles y Hong Kong, sólo para llegar al aeropuerto de Denpasar en la isla de Bali, donde el viaje se vuelve aún más largo, pero lleno de eventos inesperados.

Después de realizar paradas obligadas en las islas de Bali, Gilli Trawagan, Gilli Meno y Gilli Air, era necesario navegar hacia la isla de Lombok, más al sureste del Océano Pacífico, ya que hacerlo por aire es costoso, complicado e inseguro. Si partimos desde la isla Gilli Trawagan el viaje transcurre de la siguiente manera:

Por la madrugada, un pequeño carro jalado por jamelgos me condujo al puerto donde iniciaría la aventura. Era necesario tomar un ferry hacia la isla de Lombok. Debíamos abandonar el puerto a las 7:15 am, pero no fue así; según las autoridades portuarias teníamos que esperar hasta que se vendieran todos los boletos del “ferry”, que era en realidad un lanchón. Casi una hora más tarde, ya estábamos embarcando y resultó que no cabíamos, por lo que el conductor malhumorado nos gritó para que nos recorriéramos.

Arribamos a Lombok poco antes de las 10 de la mañana, donde otro jamelgo me condujo a la central de autobuses para tomar un destartalado transporte sin aire acondicionado y con problemas de ventilación tanto interna como externa, pues cuando el motor se calentaba debíamos parar en la carretera para que el aire de la selva tropical lo enfriara lo suficiente y continuar con el viaje, recorriendo de norte a sur la isla.

Para seguir nuestro camino y volvernos a embarcar, era necesario llenarnos de provisiones: cargamos agua dulce, arroz, noodles, frutas y verduras, huevos y pollos que mantendríamos vivos durante los primeros días de viaje. Por último, el capitán del barco indicó que debíamos llevar todo lo que consideráramos esencial para los próximos cuatro días, una botella de agua diaria y la comida estaban incluidas a bordo pero no el alcohol. Por lo que me preparé con muchas cervezas en caso de tener sed, calor, aburrimiento, para poder dormir o si no había algo mejor qué hacer, además por si mi tolerancia social claudicara, claro, única y exclusivamente en alguno de estos supuestos…

Zarpamos al atardecer, el viento nos era propicio y el mar estaba en calma. Pasamos una noche tranquila a bordo, en la noche el mayor problema que se presentó fue elegir un lugar para dormir, ya que no contábamos con camarotes, había colchonetas y unas pequeñas frazadas y se podía dormir en cualquier parte del piso.

Durante el segundo día de navegación visitamos un par de islas deshabitadas para ir a nadar, snorkelear y explorar el interior de las mismas. El mar se presentaba agitado y los viajeros empezaron a sentirse un poco mal. El tercer día de viaje llegamos a una parte de la isla de Komodo conocida como Pink Beach y, por fin, por la tarde, desembarcamos para explorar esta isla del lado donde habitan sus legendarios dragones.

Luego de una caminata de una hora fue posible avistar cinco ejemplares de diferentes edades; el recorrido por la isla debe realizarse acompañado por rangers que son los encargados de cuidar el Parque Nacional, de guiar y proteger a los turistas de cualquier ataque, ya sea por parte de los dragones o de otros animales salvajes. La mordedura de un dragón es letal, su saliva contiene incontables toxinas que acaban con la vida de cualquier animal o persona aproximadamente en 72 horas, de acuerdo al tamaño y constitución de la misma; en un lugar tan alejado no existen los hospitales o forma rápida alguna de recibir atención médica, por lo que se deben extremar precauciones.

Los dragones son carroñeros, atacan a su víctima y se mantienen cercanos a la misma siendo testigos de cómo, poco a poco, la fuerza y vitalidad abandonan a su caza para devorarlo, una vez muerta, sin prisa alguna. Esa noche dormimos cerca del pequeño poblado de la isla de Komodo, el cual cuenta con poco más de mil habitantes.

En la mañana del cuarto día, llegamos a Rinca Island, una pequeña isla en la cual habita también el dragón. Los viajeros alemanes y franceses decidieron realizar una caminata a campo traviesa de más de dos horas de duración para conocer el sitio, subimos al punto más alto de la isla en nuestra exploración para buscar a este animal, así como a búfalos, changos y jabalíes.

Después de esta caminata poco exitosa en la que sólo avistamos a dos dragones adultos y uno bebé, pudimos hallar la mayor cantidad de dragones a 10 minutos del punto de desembarque; los grandes dragones, gordos y victoriosos, descansaban y disfrutaban de la sombra de los árboles y de las cabañas de los rangers, parecían casi domesticados.

Como destino final del viaje arribamos a la isla de Flores, poblado de Labuan Banjo, y presenciamos unos atardeceres hermosos, además es un punto importante de buceo en mar abierto, un océano rebosante de vida marina… y fue así como me atreví a realizar el viaje más largo de mi vida sólo para conocer a aquellos dragones endémicos que me cambiaron la vida.

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Cuando nos aventuras a realizar un viaje, éste nos puede dejar muchas experiencias que enriquezcan nuestra vida y madurez, por eso estas son las razones por las que viajar también te ayuda a curar un corazón roto. Y para hospedarte en un lugar lindo mientras estás de viaje, estos son los 50 mejores hoteles del mundo que deberás visitar en 2017.

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