Tal vez te parezca un terrible desperdicio lanzar cualquier tipo de vino, de la calidad que sea, contra un barco y ver su deliciosa espuma confundirse con la del mar, perdido para siempre en lugar de ser disfrutado por los paladares de aquellos que van a observar la primera vez que un barco se aventura hacia el océano. Pero no es un desperdicio, es una tradición que, de ignorarse, podría traer terribles consecuencias.
Sangre, vino y agua bendita
Desde la antigüedad, la primera vez que un barco tocaba el mar era motivo de celebración. Los griegos decoraban sus cabezas con coronas de olivo, tomaban vino (para honrar a los dioses, claro, no por satisfacción personal) y vertían agua sobre el barco para bendecirlo. En Babilonia sacrificaban un buey, los turcos una oveja y los vikingos y tahitianos bautizaban sus barcos con sangre humana. En la Edad Media el ritual se volvió menos salvaje y tal vez un poco más aburrido, con sacerdotes rezando con sus cabezas pegadas al mástil y luego salpicando la proa con agua bendita.
Eventualmente, con la Revolución Protestante y la separación del Estado e Iglesia, se perdió el aspecto religioso, especialmente en el reino británico donde en lugar de sacerdotes, un miembro de la nobleza se subía al barco, bebía de una copa especial, bautizaba al barco y vertía el líquido restante en la proa, luego lanzaba la copa para que alguien la atrapara o el mar se la llevara. Conforme se convirtieron en una potencia marítima, desperdiciar copas caras se volvió difícil de sostener. Al principio capturaban las copas con redes para reutilizarlas pero no era muy práctico y terminaron por pasar a la tradición que conocemos actualmente, romper botellas. Antes se arrojaban contra el barco, pero esto causaba accidentes como el de la princesa de Hannover que arrojó la botella con demasiado entusiasmo pero nada de puntería, lastimó tanto a uno de los espectadores que el asunto terminó en una demanda contra el Ministerio de Marina.
La difícil tarea de elegir una botella
Tras varios incidentes se optó por romper las botellas de cerquita, pero esto no es tarea fácil porque están hechas precisamente para no romperse. Normalmente se suaviza el cristal de la botella antes con un pico o se eligen las que claramente están defectuosas. A más grande la botella, más probable es que tenga un defecto y si es un vino espumoso, es más sencillo identificar cuando hay daños pues las burbujas se hacen más grandes. Tal vez por esta razón es que se acostumbra usar botellas de champaña, pero la verdad es que no sabemos por qué se convirtió en la bebida oficial para bautizar barcos cuando antes se usaba whisky, sidra y hasta jugo.
La mano también importa
Como en todo bautizo, es necesario elegir una madrina. Usualmente se trata de una mujer a quién se le atribuirá un lazo especial con la embarcación. Por ejemplo, en 2007, la duquesa de Cornwall fracasó en su intento de romper la botella y días después casi 80 de los tripulantes contrajeron una enfermedad estomacal a la que llamaron “La maldición de Camila”. Cuenta la leyenda que el Titanic tampoco fue bautizado y, aunque es verdad que no sucedió, también lo es que ninguna de las embarcaciones de esa compañía pasaron por este ritual, ¿coincidencia o castigo acumulado?
La ceremonia de botadura
Después de que se rompió la botella y declaró en voz alta el nombre del buque, este es arrojado al mar. Usualmente se hace deslizándolo por una rampa llamada grada, pero también puede hacerse arrojándolo al agua de manera lateral, como se hacía durante la Segunda Guerra Mundial cuando los puertos estaban siempre acechados por aviones enemigos y era más seguro arrojarlos en ríos o lagos. Otra manera es aislar un espacio con un dique para construir ahí la embarcación y luego permitir el acceso del agua una vez concluida la construcción. Golpear repentinamente el agua desde una altura o llegar a ella a gran velocidad son métodos que pueden parecer un poco violentos, pero es necesario hacerlo así para comprobar que el diseño e ingeniería del barco están en buen estado y podrán resistir navegando en condiciones riesgosas.
Aunque la tradición es común en todo el mundo, podemos ver variantes. Por ejemplo, en Japón diseñan un hacha ceremonial para cortar las cuerdas que sostienen al barco y el hacha se conserva en un lugar especial dentro de la embarcación, siendo de muy mala suerte que se pierda o mueva de su lugar. En México tenemos madrinas que cortan el listón y luego rompen la botella contra el barco. Por cortesía, quién será el capitán le pide una fotografía a la madrina y la mantiene enmarcada también en un lugar especial.
La fascinación por el mar nos ha acompañado desde los inicios de la civilización y esta es una de muchas tradiciones que se han mantenido desde tiempos antiguos. ¿Qué otras tradiciones navales te gustaría conocer?