Hay amores destinados a ser, pero eso no significa que vayan a perdurar.
Si por el contrario, están dispuestos a vivir por mucho tiempo, en definitiva, sus formas de ser no tienen nada que ver con las consumaciones a las que estamos acostumbrados. En ese intersticio de lo ambiguo del lenguaje críptico y las imposibilidades del pensamiento simple –o simplista–, se encuentra como ejemplo la difícil relación sentimental entre dos intelectuales del siglo XX. Estos, estudiaban al ser (sus problemas más íntimos y propios) y se contraponían en sus condiciones políticas o eróticas, en dicha ejecución de sus investigaciones y devenires: Hannah Arendt y Martin Heidegger.
La joven Arendt, aquella revolucionara filósofa que aún no se enfrentaba a la crítica tras los juicios de Eichmann, sufrió lo indecible al cumplir con el cliché de alumna-profesor y la inminente ruptura que les acechaba desde lejos. Por otro lado, Heidegger satisfacía en Hannah una caricia intelectual que ni su primer esposo, ni Heinrich Blücher, podían ejecutar. Nadie llenaba las expectativas de la pensadora judía, si no era el filósofo de la Selva Negra, aunque esto era un gran conflicto, por supuesto, pues el antisemitismo acomodado del catedrático y las radicales posturas de ambos ante el acontecer humano, vilipendiaron el cariz romántico que en algún momento pudieron sostener juntos.
La imposibilidad del amor entre estos dos gigantes de la ontología contemporánea se debió, entre otras cosas, y no sólo circunscribiéndonos a la polarización de razas en esa oscura Alemania, a una rivalidad intelectual que eclipsaba a la figura del gran filósofo. Que en muchos casos frenaba el genio nato de esa chica adelantada a su época y más despierta que el resto de su generación.
Brincando entre las violencias del romance, en los diversos escenarios de la pasión –así como se recuerda aquel primer encuentro entre Sylvia Plath y Ted Hughes–, la relación entre Heidegger y Arendt se dio también en el arrebato. En 1924, durante una visita de la entonces alumna a la oficina de su maestro, éste le confesó su amor caído de rodillas ante ella, suplicante y entregado a la fascinación, abriendo así una colección de apresuramientos y accidentes en el vínculo.
Ése fue el primer episodio de una pasión que se mantuvo oculta durante algo más de un año, hasta que Hannah no soportó más la presión de un amorío clandestino, una imposición académica que no le permitía crecer. Una disparidad de edades que sonrojaba a la universidad, un choque de miradas políticas y sociales que jamás hubiera tenido un final feliz, una condición humana de virtudes o defectos extrapolados y una intención por el cambio verdadero más que heterogénea.
A continuación, una carta de Heidegger a Arendt en la cual, progresivamente, se pueden hallar las palabras exactas para un amor que:
4. Se vio desfavorecida por sus complicaciones de intensidad e intelectualismo
3. Nunca se formó de dos personas completamente entregadas, cuando menos de dos seres dispuestos a reformar su pensamiento por el otro
2. Reconoce en el otro a un acompañante, no un compañero
1. Sabe distinguir la desgracia, pero también reconoce las limitaciones de un afecto
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¡Queridísima!Gracias por tu carta. Si solamente pudiera decirte cómo soy feliz contigo, acompañándote mientras tu vida y mundo se abren de nuevo. Puedo ver apenas cuánto has entendido y cómo todo es providencial.Nadie aprecia jamás la experimentación consigo mismo, por esa circunstancia, todos los compromisos, técnicas, moralización, escapismo y cerrazón puede inhibir y torcer la providencia de Ser.Esta distorsión gira en torno a cómo, a pesar de todos nuestros sustitutos para la “fe”, no tenemos ninguna fe genuina en la existencia en sí misma, y no entendemos cómo sostener cosa como esa por nosotros mismos.Esta fe en la providencia no excusa nada, y no es un escape que me permitirá terminar conmigo de una manera fácil. Solamente esa fe –que como fe en el otro es amor- puede realmente aceptar al “otro” totalmente.Cuando vi que mi alegría en ti es grande y en crecimiento, eso significó que también tengo fe en todo lo que sea tu historia.
No estoy erigiendo un ideal, aún menos estaría tentado jamás a educarte, o a cualquier cosa que se asemeje a eso.Por suerte, a ti, como eres y seguirás siendo con tu historia, así es como te quiero. Sólo así es el amor fuerte para el futuro y no sólo el placer efímero de un momento. Sólo entonces, es el potencial del “otro” también movido y consolidado por las crisis y las luchas que siempre se presentan.Pero tal fe también se guarda de emplear mal la confianza del “otro” en el amor. Amor que pueda ser feliz en el futuro ha echado raíz. El efecto de la mujer y su ser es mucho más cercano a los orígenes para nosotros los hombres, menos transparentes, por lo tanto, providencial pero más fundamental.Tenemos un efecto solamente en cuanto somos capaces de dar. Si el “regalo” es aceptado siempre inmediatamente o en su totalidad, es una cuestión de poca importancia. Y nosotros, cuanto mucho, sólo tenemos el derecho de existir si somos capaces de que nos importe.Nosotros podemos dar solamente lo que pedimos de nosotros mismos. Y es la profundidad con la cual yo mismo puedo buscar mi propio Ser, que determina la naturaleza de mi ser hacia otros.Y ese amor es la herencia gratificante de la existencia, que puede ser. Y así es que la nueva paz se desprende de tu rostro, el reflejo no de una felicidad que flota libremente, pero sí de la resolución y la bondad en las cuales tú eres enteramente tú.Tu Martin
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Ésta es una de las historias de amor más conflictivas, por aquello que, ramplonamente, conocemos como interés de fondo. Eso que en muchas ocasiones identificamos, enviamos al subsuelo por insistir en un romance atormentado, pero deberíamos tomar en cuenta, es mucho mejor vivir la degradación de un vínculo insostenible, a comprometer lo que somos por mantener a alguien a nuestro lado.
Otros ejercicios similares del intelecto, puedes encontrarlos en las disertaciones sobre Cómo destruir a una mujer con sólo una carta según Nietzsche y El hombre que vivió en la soledad para encontrarse con su filosofía y el nazismo.