El secreto detrás de una figura de ensueño no está en las dietas. Los planes alimenticios y complementos diseñados con el afán de lucir un cuerpo espectacular o mejorar la salud de quienes los consumen, no siempre se traducen en el sinfín de beneficios que suelen mostrar. Por el contrario, la gran mayoría de estos productos tienden a poner en riesgo la integridad de quien los consume sin informarse.
Uno de los mayores problemas de los alimentos milagro consiste en no satisfacer la demanda básica de todos aquellos que los adquieren. Sin embargo, no toda la culpa es del producto o las rigurosas dietas: muchas personas se matan en el gimnasio o pasan horas practicando rutinas que únicamente acaban con su energía y deterioran su estado de ánimo.
Al parecer el verdadero origen del problema está en la ciencia. Con este argumento, la neurocientífica norteamericana, Sandra Amdot, asegura que el problema de la obesidad no estriba únicamente en la comida o los hábitos de cada persona, sino en algunos mecanismos cerebrales que están fuera del control de cada individuo que inicia una dieta y la cumple cabalmente sin resultado alguno.
El cuerpo humano cuenta con sus propios métodos de supervivencia. Uno de ellos es la supresión metabólica, una herramienta que utiliza el cerebro para mantener al organismo dentro de un rango de peso (conocido como punto fijo) ideal, que le permite desenvolverse sin ningún problema de acuerdo con las necesidades del ritmo de vida al que está sometido.Durante la redacción de su libro “Why diet make us fat: the unintended consequences of our obssesion with weight loss” (¿Por qué las dietas nos engordan?: Las incomprensibles consecuencias de nuestra obsesión con la pérdida de peso), Amdot realizó una serie de investigaciones en las que halló que cada individuo tiene un rango de peso diferente.
Los estudios de la neurocientífica arrojaron que hacer dieta puede ser una pérdida de tiempo cuando se trata de bajar de peso. Lo más efectivo es comer diferente. No se trata de perder peso de una forma violenta, como sucede en el caso de muchos planes alimenticios, sino de prestar especial atención a la hora de combatir el sobrepeso. Según datos recabados por Amdot, el 45 % de quienes hacen dieta suben más kilos de los que desean eliminar en un periodo de cinco años.
Pero eso no es todo, los estudios a largo plazo muestran que las personas que hacen dieta son más propensas a sufrir obesidad que quienes no se adhieren a ningún plan de alimentación. Esta situación es igual, sin importar el grupo étnico o el género de las personas, razón que confirmó que las dietas producían un aumento de peso y no siempre una pérdida.
Entre las razones que producen un aumento de peso destaca el estrés. Estar a dieta es estresante. Además, la reducción de calorías al interior del organismo produce cortisol, afectando las células de grasa que aumentan la cantidad de volumen abdominal, y la cual se relaciona de manera estrecha con otros padecimientos médicos como la diabetes.Otro elemento en juego al estar a dieta es la ansiedad, pues conduce a las personas a tener momentos de “debilidad” donde se come en exceso. La propia Amdot experimentó cada una de estas sensaciones al haber estado a dieta durante su adolescencia, situación que la hizo devorar botes de helado a las tres de la mañana.
Generalmente, los regímenes alimentarios concebidos para disminuir de talla son probados con roedores de laboratorio. Animales que tienden a comer en exceso cuando son expuestos a momentos de privación de comida o son alimentados con postres y platillos deliciosos; tal y como ocurre en el caso de las personas que intentan llevar una dieta.
A diferencia de los roedores, las personas reducen el mecanismo regulador del peso en el cerebro, porque son ellos quienes acostumbran al mecanismo natural a trabajar siguiendo las condiciones específicas de un sistema alimenticio pensado para perder peso, pero no necesariamente para estar bien alimentados. Es decir, el cerebro se vuelve codependiente de un estilo de vida que sustituye una función que él debería realizar.
El entorno sociocultural está pensado para que las personas coman más sin una necesidad de hacerlo: los buffets, las grandes fotografías de comida en la publicidad e incluso la oferta de valores nutrimentales inexistentes son una muestra de ello. Es común que las dietas mejoren los niveles de colesterol, la glucosa u otros marcadores de buena salud a corto plazo. No obstante, los mismos resultados pueden obtenerse con solo transformar hábitos diarios como reducir el consumo de alimentos procesados, hacer ejercicio y comer más verdura. Una rutina, por ejemplo, que contempla 30 minutos de caminata en el parque es mucho más efectiva que cualquier régimen alimenticio, por más estricto que sea.
Si bien las dietas figuran como una alternativa para mejorar la salud de millones de habitantes en todo el planeta, lo mejor es atender a las indicaciones del organismo para dejar comer en exceso: la saciedad, generalmente, llega antes de continuar con el segundo o tercer platillo. Para Sandra Amdot, la mejor opción es aprender a comer lo suficiente haciendo caso a las señales del cuerpo y no dejarse llevar por antojos. El cuerpo humano se protege por sí mismo.
*
Rerefencia:
The New York Times