“¿Ver porno? Por supuesto que no, simplemente me parece absurdo, esas cosas no se hacen, un error garrafal ver una mujer sometida como diversión de otra mujer”.
Tal vez el recato es el culpable de que muchas mujeres no se atrevan a expresar sus deseos carnales y profundas fantasías cuando alguien le pregunta si ha visto porno. Parece un error decir que nos gusta porque, consideramos y los demás también lo consideran, ver pornografía nos convierte en bestias pervertidas que no dejan de pensar en sexo, amantes dispuestos a provocar orgasmos o destrozar una cama en el momento más pasional. Entonces, ¿las mujeres no debemos ver pornografía porque nos convierte en la mujer maldita y la femme-fatale que pintores y cineastas retrataron con ahínco?
En realidad se trata de un tema de discreción. Todas tenemos curiosidad y por salud, algún día deberíamos masturbarnos mientras observamos un video pornográfico hecho para el público femenino. Pero lo frío que resulta permanecer frente a una pantalla mientras esperamos el momento del clímax, hace difícil la intimidad y la excitación.
Ver pornografía en público tampoco resulta una buena opción. Aunque intentemos una lectura ligera en el transporte público, sentadas frente a una anciana enternecedora, es difícil hacerlo cuando nuestra revista está ilustrada con imágenes sumamente sexuales, senos, penes u otras áreas mostradas de par en par ante los cuchicheos de los de alrededor. Para nosotras, no es tan fácil, en serio, una nube nos condena a guardar recato.
Aunque es evidente que cientos de hombres no se ocupan de guardar su elegancia ante los demás en el transporte público y que si tu lugar está al lado de un bigotón, clasemediero y cochinón probablemente observes las más increíbles posturas y sometimientos sexuales, nosotras, las señoritas discretas, preferimos mantener la compostura.
Entre la opinión de los demás, la vergüenza que colorea nuestras mejillas y nuestro recato, creeríamos que nosotras nunca podríamos ver porno en público. Sin embargo una nueva publicación, con apenas tres números a la venta en Estados Unidos, lo ha logrado. La Math Magazine, o “Revista de Matemáticas”, parece un simple libro de matemáticas pero por dentro, las imágenes eróticas hacen que las piernas tiemblen y son un recordatorio de que es mejor ver porno sentadas.
Su editora en jefe, MacKenzie Peck, asegura que mirar porno en público es una fantasía sexual que muchos intentan saciar por su grado de excitación. El riesgo es más grande que el de mirar un teléfono o la computadora y, como el porno se trata de transgresión, la tarea resulta sumamente pasional, provocadora y deseable. Lo privado, el mantenerlo en secreto y ser considerado un tabú, hacen que esta revista sea ideal para los valientes con un corazón bastante nerd: “tu secreto sexy e inteligente escondido a plena vista”.
Preocupada y frustrada por las prácticas nada éticas de las publicaciones pornográficas en Internet, Peck se dio cuenta de que era mucho más agradable y la hacía sentir más cómoda, el hecho de que las publicaciones fueran de personas con consentimiento, de manera justa y segura.
En la mayoría de los casos, existe una relación inversa entre la calidad y lo explícito de las publicaciones así que decidió cambiar las cosas para intentar hacer contenido verdaderamente erótico pero siempre manteniendo la calidad.
Con parejas mayores teniendo relaciones, encuentros sexuales de tres hombres, parejas BDSM, cuerdas envolviendo cuerpos o personas utilizando arneses y nalgadas, las páginas de las revistas también contienen obras de ilustradores como Alpha Channeling, Frances Waite o Ade Yusuf.
Así, esta publicación no sólo intenta excitar a sus espectadores, sino que las personas también aprendan: un poco de arte, de salud sexual y hasta problemas sexuales que han enfrentado diversas comunidades a través de los años. “El sexo es un mecanismo poderoso para bajar las defensas y crear un campo de juego igual donde las ideas pueden fluir sin ningún prejuicio”, tal como asegura se creadora.
Ver porno ya no es un problema. Conteniendo la excitación con las piernas cruzadas, una respiración pausada y el rubor como señal de que algo no es como parece, ahora podemos mantener la apariencia de ser señoritas discretas, esperando que el reflejo de nuestras pupilas no delate lo que de verdad hacemos.
Entre el sexo y el amor, esta Biblia erótica de las pasiones nos muestran ilustraciones eróticas dignas de cualquier tocador. Puedes verlas aquí. Si quieres algo con más contenido sexual, puedes leer el artículo: “Ilustraciones para disfrutar del sexo, la pasión y ser más perverso cada día”.