La primera vez que me sentí así estaba metida en el automóvil con mi novio. Nos encontrábamos afuera de la escuela en pleno anochecer y frente a nosotros había un edificio con luces encendidas. El corazón me latía a mil por hora, tenía una energía que parecía no se gastaría y sentía una emoción intensa de tan sólo imaginar que alguien podría descubrirnos. Mientras metía la mano debajo de mi falda, me encontraba vigilante de que nadie se acercase a aquel lugar. Ni siquiera tardé en llegar al orgasmo y lo sentí más delicioso que de costumbre. Desde ese día, jugueteábamos con aquel recuerdo de la que nombré “la calle del orgasmo”.
Cuántas veces nos hemos preguntado por qué nos resulta tan excitante tener relaciones sexuales en las situaciones de peligro. Incluso, sentimos mayor intensidad dado que la adrenalina se muestra en todo su esplendor. Tendemos a decir que nos gusta el peligro y que los mejores orgasmos los hemos tenido bajo estas condiciones: estar a punto de ser descubiertos por nuestros padres en el acto, en estacionamientos, playas, baños públicos, terrazas, albercas, etc. Esto tan sólo nos habla de una de las tantas expresiones de nuestra sexualidad, que suele ser más común de lo que se cree.
La fobofilia es el gusto o placer por el peligro o situaciones de riesgo. Se propicia tener encuentros sexuales en sitios inusuales y arriesgados, ya sea porque ponen en riesgo la vida o porque existe la posibilidad de ser descubiertos. Es común que las personas con esta expresión de la sexualidad, sean acusadas de faltas a la moral o a la decencia.
Esta expresión comportamental puede darse en un nivel erótico o no erótico. En el primero, estaríamos hablando de personas a las cuales les gustan las emociones fuertes o que tal vez, sus trabajos impliquen un riesgo constante como los corredores de autos, los dobles de cine, toreros, pilotos, etc. En el segundo caso, ya estaríamos hablando de que estas personas se excitan ante estas situaciones y que eso les lleva a tener encuentros sexuales cuando se propicia este ambiente de peligro.
Pero, ¿por qué nos resulta tan atractivo el riesgo? En términos fisiológicos, el organismo capta la exposición al riesgo como una amenaza para la supervivencia. Por ende, dispara la adrenalina, los músculos se tensan, la respiración se vuelve agitada, aumenta el ritmo cardiaco y nos convierte en estado alerta. De manera que, focalizamos nuestra atención en el posible peligro. Esta activación física, resulta muy excitante para un gran número de personas. Esto se debe a que, la dopamina, el neurotransmisor asociado a las sensaciones de placer y bienestar, se incrementa.
Por otra parte, la sociología asevera que, este anhelo de intensidad es característico de una sociedad que tiende al exceso y necesita estímulos cada vez más impactantes. Esto debido a que gracias a nuestro desarrollo tecnológico, se ha perdido la sensación de seguridad y han aparecido el cambio e incertidumbre. Lo que genera que aparezca una necesidad exagerada de control o, por el contrario, un estilo de vida que guste de la novedad y sensaciones fuertes.
Asimismo, los psicólogos aseveran que los atractivos del riesgo son las vivencias que aporta: la impresión de la caída libre, la sensación de velocidad, la excitación que produce el momento y la aceleración del corazón ante el vértigo de la respuesta. El riesgo resulta bastante atractivo, suele volverse un imán irresistible.
Cabe mencionar que esta es una de las tantas expresiones comportamentales de nuestra sexualidad. Todas las personas somos diferentes y por ende, el universo sexual resulta infinito. No tiene nada de controversial el que nos exciten cosas distintas. El foco rojo estaría en que sólo de esta manera lográramos la excitación y no por otros medios. Recuerda que, tratándose de sexualidad todo se vale, siempre y cuando exista un consenso, y no se abuse de la ignorancia de otros.