Emites una palabra, ésta regresa a ti como un boomerang vocal a causa del eco, el fenómeno físico-acústico que se produce cuando una onda sonora se refleja y regresa a su lugar de origen. La etimología inmediata de la palabra nos remite al latín “echo”, pero la mitología griega nos habla de la trágica historia de una ninfa que murió de amor…
Eco era una hermosa y alegre ninfa del bosque que vivía enamorada de su voz, y lo demostraba hablando sin parar, emitiendo bellas palabras que se convertían en largas historias que hipnotizaban a todos.
Cuenta el mito que un día el seductor Zeus se encontraba en el bosque jugueteando con las ninfas, cuando fue sorprendido por su esposa Hera, quien comenzó a perseguirlo hasta que se interpuso Eco en su camino y, para distraerla, inició una de sus interminables pláticas, dándole tiempo a Zeus y a las ninfas de huir. Hera enfureció, y como castigo despojó a Eco de su amada voz, condenándola a repetir solamente las últimas palabras de su interlocutor.
La desdicha apenas comenzaba para Eco, pues estaba enamorada de Narciso, un joven que despertaba la admiración de hombres y mujeres debido a su belleza, de la que únicamente estaba consciente gracias a los comentarios y miradas de los demás, pues no podía ver su reflejo, de lo contrario podía morir.
Eco deseaba intensamente el amor de Narciso, pero su fatal condición le impedía comunicarse con él. Una tarde, la desdichada ninfa intentó llamar la atención de su amado siguiendo sus pasos, sin embargo, éste era tan arrogante que la rechazó pidiéndole que se marchara. Eco se alejó entre sollozos con el único deseo de que algún día Narciso supiera lo que significaba amar en vano.
Y así fue, al poco rato el joven se sintió sediento y decidió inclinarse a beber agua de una laguna. Instantáneamente quedó impresionado con su reflejo y se enamoró de sí mismo. Una y otra vez Narciso se acercó al agua para intentar abrazar al bello joven, pero sus intentos fueron inútiles, y al sentirse por primera vez ignorado, su corazón dejó de latir. Los dioses se conmovieron ante el majestuoso cadáver y lo transformaron en la flor que hoy lleva su nombre.
Eco, aún decepcionada y profundamente herida, huyó a una montaña, donde se consumió lentamente hasta que de ella no quedó rastro alguno excepto su voz, que permaneció repitiendo para la eternidad las últimas palabras de la gente.
Aquella historia griega, y principalmente sus protagonistas, inspiraron el nombre de algunas conductas: se le denomina “narcisista” a la persona que profesa un admiración excesiva y exagerada hacia su persona, ya sea por su aspecto físico, dotes o cualidades.
Mientras que la ecolalia y ecopraxia son trastornos que se caracterizan, el primero, por la repetición automática de las últimas palabras o sílabas de otra persona, y el segundo, por la imitación de movimientos o gestos menores, como tos, gruñidos, parpadeos, etc. Ambos casos se relacionan a trastornos del sistema nervioso asociados a enfermedades como la esquizofrenia, el TOC (trastorno obsesivo compulsivo) o al síndrome de Tourette, un desorden irreversible que provoca “tics” motores y vocales en las personas que lo padecen.