A Héctor Azar
SM: ¿Qué recuerdas de aquél 2 de febrero de 1975?
CA: Pues yo casi nada porque tenía cuatro años, entonces… Recuerdo muy pocas cosas. Recuerdo que Héctor Azar, antes de que se abriera Cadac, tenía un despacho en Polanco que se llamaba “Asuntos Teatrales”, y junto había un escenario donde daba clases. Entonces yo creo que ahí empezó, en el 74, y cuando ya logramos construir esto nos pasamos para acá en el 75; pero recuerdo muy pocas cosas de ese día, era muy chico. Sí recuerdo las pláticas con el arquitecto Francisco Ibarra para la remodelación. Mi papá tenía un enorme sentido arquitectónico, incluso le dieron un reconocimiento en el Colegio de Arquitectos por su acercamiento a la arquitectura. La restauración la inició él, y a pesar de que la casa tenía esta estructura, no había nada, entonces fue su idea poner una fuente en medio y respetar el jardín a la poblana con el patio al centro. Además hizo el diseño del Teatro, que era otro terreno, él estuvo muy cerca de todo e hizo la restauración de una casa que sólo era el cascarón; una casa abandonada que servía de refugio para teporochos que, de pronto, se convierte en una escuela de teatro. ¿Qué me acuerdo del 2 de febrero? Muy pocas cosas. Me acuerdo más de lo que él me contaba, las colas para inscribirse, la presencia de los alumnos y los maestros provenientes de su escuela.
SM: ¿Tú primer recuerdo de Héctor Azar?
CA: Él fue un personaje que luchó por romper con situaciones establecidas y lo logró. Por eso fundó tantas instituciones, por eso fundó tantas cosas. Por eso, o lo querías o lo detestabas, entonces creó tantos caminos y tantas enemistades. Era una figura ciclónica. Era el rayo de Zeus, entonces sí a mí me parecía buena idea jugar fútbol aquí en el jardín y aventaba el balón a la fuente, porque la fuente me lo regresaba flotadito, pues varias las fui a estampar a la puerta de su clase y eso no era nada agradable. Eso no era agradable.
SM: ¿En qué momento, cuando llegas a adolescente, Cadac aparece de otra manera para ti?
CA: Cadac siempre fue un hogar para mí, siempre. Desde el principio. Y lo digo con conciencia, no una casa sino un hogar. A pesar de que viniera yo aquí a ver si derrotaba a la selección brasileña, o tirar un juego perfecto a los Yankees, era lo mismo que hacía yo en mi casa; este lugar siempre fue un hogar para mí, y así lo viví. Él se empeñaba en que yo no trivializara la presencia en Cadac, y que no molestara a los alumnos y que dejara en paz a todo mundo porque yo quería jugar con todo el mundo. Él era muy respetuoso en ese sentido, entonces Cadac siempre fue eso, un lugar para respetarse. Desde el principio, y yo regresaría de la escuela y me venía para acá, después de la secundaria el camión me venía a dejar aquí. Aquí estuve todos los días y varias veces aquí permanecimos. He dormido varias veces en este lugar. He amanecido. Este es un hogar y siempre, siempre lo fue. Siempre, siempre lo fue.
SM: Héctor Azar padre y Héctor Azar maestro, ¿hay alguna diferencia que sólo tú tenías el privilegio de ver?
CA: Yo creo que había poca diferencia. Él entendía de una manera muy paternal la docencia y la dirección escénica. Era muy severo y muy riguroso en su trabajo, pero era muy paternal, muy protector. Y me parece que también por eso sus relaciones fueron tan intensas, como sólo las relaciones que se establecen familiarmente, y sólo relaciones que se establecen como padre. Me parece que muchos de sus actores establecieron una relación paternofilial con él, y yo lo reconocía. Cualquier rompimiento él lo veía como muy doloroso, como si se hubiera ido un hijo, no como si se hubiera ido un alumno. Él lo entendía de esa forma. Yo nací cuando él tenía 40 años, y entonces él había suplido su intención paternal con sus alumnos, con sus alumnos y con sus alumnos. Entonces a mí me tocó llegar, y a mis hermanos, con esa figura. Él, por supuesto, con nosotros también fue muy paternal y fue un padre, pero yo veía que esa era la relación que establecía. Era muy severo, muy riguroso, pero muy paternal. Protector. Si regañaba era porque quería educar, y buscaba educar constantemente, y me parece que esa era su relación con los demás. La gente no siempre lo aceptaba, o sí y había conflictos posteriores por esa situación. Yo creo que no había mucha diferencia.
SM: En estos 40 años, ¿qué permanece y qué ha cambiado en Cadac?
CA: En 40 años han pasado muchas cosas en Cadac, y Cadac ha sufrido grandes cambios. El más grande fue su ausencia, la ausencia de Héctor Azar, pero él lo entendía y lo vivió de una manera inteligente. En el 93, esto es a dieciocho años de su fundación, él fue secretario de cultura en Puebla, y entonces entendió que había que distanciarse del proyecto porque el proyecto era Héctor Azar. Cadac siempre se relacionaba con su nombre y si queríamos que la institución sobreviviera teníamos que fortalecerlo y no nada más depender de la persona. Él entendió eso muy bien y entonces justo en ese momento hubo un cambio de directiva, se nombró un nuevo consejo coordinador y apareció una búsqueda institucional de Cadac. Luego él muere en el 2000 y ese fue el cambio más radical, porque su nombre siempre fue simbólico pero también certero, esto es, no era posible que no apoyaran el trabajo de Héctor Azar, los gobiernos y los demás. Había un apoyo porque era el taller de Héctor Azar, pero ya sin Héctor Azar esto no tiene el mismo apoyo. Entonces había que luchar constantemente porque la idea de institucionalización fuera cierta y concreta.
¿Cómo íbamos a vivir sin el apoyo de Héctor azar? ¿Cómo íbamos a vivir sin el nombre de Héctor Azar frente a las instituciones culturales de México? “Y eso nos ha costado a huevo y mendrugo”, diría Francisco de Quevedo. Nos quitaron el apoyo que teníamos de Conaculta, nos quitaron un subsidio al predial. Todo eso que existía por el nombre de Héctor Azar ya no existe y entonces Cadac ahora debe de vivir de otras cosas. Y luego otro gran conflicto vino en el 2012, cuando nos lo quisieron quitar. Porque este edificio no es nuestro, este edificio depende de la Secretaría de la Función Pública, y nos lo querían quitar porque no entendían qué estábamos haciendo, porque no entendían qué es eso de una escuela de teatro; porque no entendían que cobrar los cursos no es lucrar. Y me atrevo a decir que si no hubiera sido porque era año electoral, y porque metimos a los medios al tema, nos lo quitan. Ya teníamos hojas de desalojo, de manera torpe pero así fue. Y eso me parece que nos debe involucrar en qué tiene que ser Cadac para después, cómo vamos a proteger Cadac y cómo nos queremos relacionar con las instituciones culturales y educativas de México. Y cómo va a ser en el futuro si es que queremos que esto siga de pie. Me parece que todos esos elementos han hecho que Cadac se fructifique y busque nuevas formas y se vuelva, esencialmente, un refugio para un México que tal vez se nos está yendo de las manos. Nosotros no queremos que el Estado nos cobije, no queremos que el Estado nos mantenga, no queremos que el teatro dependa de los impuestos del pueblo de México.
¿Por qué el pueblo de México tiene que pagar las metáforas de los poetas mexicanos? ¿Por qué el pueblo de México tiene que pagar las locuras que todos queremos hacer? ¿Por qué no es nuestro trabajo el que hable de eso? Porque eso atenta contra el resto del teatro, atenta contra el resto de las relaciones públicas que se establecen. Pero ahí vamos, ahí vamos, tratando de fortalecer nuestra institución y tratando de seguir creyendo en lo que creyó Héctor Azar, en la Teoría Cadac y la formación de maestros a partir de ésta: “El teatro puede estar al servicio de la persona y la persona puede estar al servicio del teatro”. Que si la persona no quiere dedicarse al teatro pero quiere hacer teatro, también lo puede encontrar aquí, que este es un centro es aglutinador para muchas personas que no tienen voz. Aquí puede ser ese lugar, y yo me empeño encontrar de encontrar esos caminos. ¿Por qué no podría ser el lugar para exhibir muchas películas que no encuentran distribuidor? Pero para eso necesitamos liberar el predial que durante quince años nos ha impedido abrir la taquilla del teatro. Todas estas cosas se tienen que hacer, y van haciéndose, para que este lugar siga siendo un refugio para las personas que quieren decir algo y ensayar obras de teatro y no tienen dónde ensayarlas.
SM: Algo con lo que quieras cerrar.
CA: Es importante que en un país que tanto trabajo le cuesta mantener a sus instituciones, y que tan en duda se ponen, que un lugar cumpla 40 años es difícil. Y que los cumpla a su propia suerte es más difícil todavía. Nos ha costado mucho trabajo a los que estamos aquí, mantener Cadac y mantenerlo a costa de nosotros mismos, de nuestro trabajo. Pero porque creemos en la escuela y creemos en el proyecto y creemos que 40 años no se cumplen nada más así, no se cumplen por alguna oscura razón y alguien decidió que se cumplieran. La escuela lleva ya 15 años sin su fundador y se le extraña cada día de sus 15 años de ausencia, y a veces nos preguntamos qué hubiera sido con él durante el suceso del 2012. La gente respondió cómo no imaginamos que iba a responder, fue de una solidaridad y un cariño que nos llena de esperanza. Y aunque cierta comunidad teatral nos vea de cierta forma, y lancen escupitajos como los que lanzan, la gente decidió defender este lugar y eso es invaluable. ¿Por qué una escuela de teatro vamos a tenerla que cuidar? Pues hubo gente que sí entendió por qué aunque el gobierno federal no lo entendía. Yo creo que ese apoyo nos tiene que llenar de esperanza y de emoción.
SM: Hay historia.
CA: Hay historia y se sigue construyendo. Eso es lo que no hay que abandonar, no hay que perderlo de vista. Se sigue creando la historia y tenemos la obligación, los que estamos aquí, de seguirlo haciendo.
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A 21 de mayo 2015 en Cadac
Centro de Arte Dramático A.C.
Centenario 26, Coyoacán Centro, D.F.