La historia de la primera corriente artística posrevolucionaria en México es la de un país después de que el proyecto popular de la Revolución se frustrara. Diego Rivera volvía de Europa, donde conoció y compartió tertulias con los artistas más brillantes de principios de siglo, mientras los demás exponentes encontraban su estilo pictórico para coincidir en la capital del país durante la década de los veinte.
Se trata de la aventura de los hombres que intentaron politizar un movimiento artístico y ofrecer una visión crítica sobre la historia nacional y su presente. En medio del último gobierno directo de la Revolución, llenaron de historia algunos de los muros más importantes de México.
Más allá de la típica visión de libros de texto, la interpretación artística de sus obras o el desprecio hacia su trabajo, éstas son cinco historias que no conocías sobre el muralismo mexicano:
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El Sindicato Mexicano de Pintores
Rivera consiguió un muro en la Ciudad de México en 1922, después de rígidas negociaciones con José Vasconcelos, entonces Secretario de Educación Pública. La obra promete poner en práctica los conocimientos de la vanguardia que aprendió en París más las aspiraciones nacionalistas y revolucionarias de Rivera. Con “La Creación” (1922) inició el movimiento que trabaja a regañadientes con el gobierno de Obregón, emanado de la gran derrota de la Revolución.
El primer contrato trae consigo otros trabajos menores en importancia para los pintores Jean Charlot, Xavier Guerrero, Carlos Mérida, Emilio Cabero, Fernando Leal y Fermín Revueltas. A este primer grupo, nombrado por la opinión pública “los dieguitos”, se añadió David Alfaro Siqueiros y Ramón Alva de la Canal. Después de un año de compartir ideas políticas y los muros de la Secretaría de Educación Pública, decidieron fundar el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores, constituido formalmente a través de un manifiesto redactado por Siqueiros como secretario general y Diego Rivera como primer vocal.
El mural borrado
En el primer nivel de la entonces Secretaría de Educación Pública, Rivera pintó “Salida de la mina” (1923), obra que muestra a un minero ascendiendo en una escalera después de una jornada de trabajo, mientras un compañero es revisado por el capataz. El muralista intentó plasmar el régimen de esclavismo al que se sujeta el obrero en el trabajo asalariado y para reforzar la interpretación, en la parte inferior transcribió un verso de Carlos Gutiérrez Cruz:
Compañero minero,
doblado por el peso de la tierra tu mano yerra
cuando saca metal para el dinero. Haz puñales
con todos los metales, y así
verás que los metales después son para ti.
El mensaje transgresor dejaba en claro el tono disruptivo de Rivera y después de que algunos secretarios de Obregón se quejaran amargamente con Vasconcelos por el contenido de la obra, el autor fue presionado para borrar el texto. Luego de reunirse con los demás pintores y miembros del sindicato para discutir la postura oficial, Diego decidió acceder para salvar la obra. En su lugar, escribió los versos en papel y los agregó al aplanado final del muro.
La huelga de Fermín Revueltas
En una ocasión, Vasconcelos acudió a supervisar el trabajo de Revueltas, pero sólo encontró a Máximo Pacheco, su ayudante trabajando en la obra. El secretario suspendió de inmediato el pago de Fermín y comenzó a pagar en su totalidad a Pacheco; sin embargo, Máximo tomaba su proporción y retribuía su parte a Revueltas.
La situación se agudizó y una mañana mientras llegaba a la Escuela Nacional Preparatoria, Siquieiros fue testigo de todo lo que ocurrió:
“…me encontré con una enorme multitud de alumnos y maestros de la propia escuela (…) ¿Qué había pasado? ¿Quién había ordenado que se cerraran todas las puertas de la preparatoria? ¿Quién había ordenado que se colocara aquella bandera roja en lo alto del edificio?”
El muralista chihuahuense miró entre la multitud a Vasconcelos, que ardía en rabia e indignación hacia lo que ocurría. Al percatarse de su presencia, el ministro lo mandó llamar y le puso al tanto de la situación:
“Ese loco de Revueltas, por sus propias pistolas y en perfecto estado de ebriedad, llegó esta mañana muy temprano a la escuela y a punta de pistola sacó al prefecto y a todos los mozos y se ha encerrado alegando que no le abre hasta que le paguen lo que le deben”… ¿Qué cree que debemos hacer en su carácter de secretario general del sindicato? Sin abandonar la sonrisa irónica, le dije: Licenciado, pues a mí me parece que la solución es muy sencilla: ordene que le paguen”.
“Avanzando entre la multitud le gritaba yo a Revueltas desde abajo: ¡Fermín, Fermín, ya ganamos!, a la vez que le mostraba la bolsa con los dineros de la victoria. ¿Qué, qué?, me decía él desde arriba con unos ojos ambulantes de borracho, aquellos inmensos ojos negros de Fermín, en ese momento enloquecidos, más que nunca. Mis palabras provocaron un verdadero entusiasmo en la multitud, que comenzó a vitorearnos a él y a mí. Entonces le indiqué a Revueltas que bajara y con muchas precauciones; él, aún con la pistola en la mano, entreabrió la puerta y no se resolvió a dejarme entrar sino cuando tocó la plata!”.
La prensa contra los muralistas
Los principales diarios del país iniciaron una campaña de desprestigio contra los muralistas y sus obras por su evidente connotación política, que inició con el falso rumor de que el gobierno derrochaba recursos pagando cifras estratosféricas a los pintores. Paco Ignacio Taibo II recoge frases de los periódicos de entonces:
El diario El Demócrata afirmaba que “la mayoría considera los murales una broma de mal gusto o fruto de una aberración estética”, mientras el Heraldo afirmaba que la gestión de Vasconcelos pagaba a los artistas con “precios fabulosos, ganancias pingües, con gran derroche”. En el Teatro Lírico, un verso provocaba risas burlonas entre el público:
Las muchachas de Lerdo
toman baños de regadera
pa’ que no parezcan
monos de Diego Rivera
En realidad, el sueldo de Rivera era de doce pesos diarios mientras trabajaba a un ritmo de catorce o quince horas por día y el grupo tuvo que lidiar con la campaña y con los mismos estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria, que arrojaban objetos con cerbatanas a los pintores y dibujaban sobre los esbozos de los muros.
La marihuana
En una de las sesiones del sindicato, Diego Rivera propuso buscar un grado más elevado de inspiración en la marihuana, de la misma forma que lo hicieran las culturas prehispánicas. La propuesta fue discutida ampliamente y el grupo decidió adherirse a pesar de las dudas que levantaba. Orozco resumió el sentir de los pintores en una nota:
“Por principio, toda proposición del farolón Rivera debería ser desechada, pero en este caso, como sucede con la adhesión a una religión que garantice la posibilidad del paraíso en el más allá, en caso de confesión premortum, yo me adhiero a la experiencia, por las dudas”.
Rivera consiguió a un espiritista para que ayudara al grupo a la introducción con la marihuana, pero la experiencia no resultó lo que esperaban. Después de entrar en cuenta que los efectos del cannabis retrasaban su trabajo y la caída que sufrieron Siqueiros y su ayudante de un andamio desde siete metros de altura, el sindicato decidió de forma unánime dar marcha atrás a la moción.
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Conoce más sobre la figura del principal exponente del muralismo mexicano en “Diego Rivera pintaba a su hermano muerto y otras cosas que no sabías del muralismo mexicano”. ¿Qué ocurrió entre el artista mexicano y el genio malagueño mientras su estancia en París que fracturó la amistad de ambos para siempre? Descúbrelo después de leer “Picasso nos copió a todos… Atentamente, Diego Rivera”.
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Referencias:
Taibo II, Paco Ignacio, “El muro y el machete: Notas sobre la breve experiencia del sindicato mexicano de pintores (1922-1925)”, en “Arcángeles, doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX”, Ed. Planeta, México, 1998.
Siqueiros, David Alfaro. “Me llamaban el coronelazo”, Ed. Grijalbo, México, 1977.