Los dispositivos tecnológicos han ingresado, desde hace varias décadas, en las expresiones artísticas contemporáneas. Y después de todos estos años, el potencial de los medios electrónicos sigue abriendo territorios inexplorados que viajan entre lo estético y lo conceptual.
Porque, en lo artístico, los medios audiovisuales son sólo un dispositivo más, sin limitarse a una corriente en específico.
En este entorno se coloca Bill Viola, videoartista quien desde los años setenta ha planteado sus inquietudes desde numerosas piezas con plataformas en video.
Bill Viola ha buscado expresarse en este tipo de dispositivos con la mayor naturalidad y franqueza, sin la necesidad de grandes ediciones o trucos que la misma tecnología le ofrece. Sus creaciones llevan al espectador a sensaciones diversas que lo sumergen en el discurso del artista. Bill Viola logra manejar con gran maestría la dicotomía entre estética y discurso con la profundidad y pulcritud de los grandes pintores renacentistas, como si la “Mona Lisa” de Da Vinci pudiera moverse con gran lentitud y revelarnos, en silencio, las intenciones de esa mítica sonrisa. Viola ha logrado esta maravilla con puestas en movimiento como La pasiones o La visitación.
Es parte de una generación posterior a los pioneros del videoarte como Bruce Nauman, Peter Campus, Vito Acconci y Nam June Paik. Lo que lo ayudó a aprender de sus predecesores y generar un estilo propio en este escenario en ciernes.
Con cuestionamientos universales, se hace valer del video para compartir con el espectador ansiedades que cualquier persona podría tener, como sucede en Ocean without a shore o El encuentro, donde sin necesidad de palabras o descripciones gráficas muestra verdades inapelables desde una estética propia y genuina.
La herramienta más recurrente de Viola es el slowmotion, con el que descubre un potencial extraordinario de este sencillo instrumento del video, como se puede observar en Tristan e Isolda de Wagner o The Quintet Series en los que éste es el elemento principal y silencioso para expresar con contundencia lo incuestionable de la vida.
Una de sus instalaciones más abrumadoras es Going forth by day, donde en un cuadro digital proyecta en video de alta definición una secuencia en distintos espacios con la sensación de ser el mismo lugar que sucede frente a ti y a tu alrededor.
La soledad, las relaciones humanas, el tiempo y otros cuestionamientos del mundo actual son abordados por Bill Viola con una sabiduría milenaria impregnada de un lenguaje tan actual que es inevitable sentirse aludido.