Me parece igual a los dioses ese
hombre que ahora está frente a ti sentado,
y tu dulce voz a tu lado escucha
mientras le hablas
Y tu amable risa; lo cual, te juro,
en mi pecho el alma saltar ha hecho:
pues te mira apenas y mis palabras
ya no me salen
Se me queda rota la lengua y, suave,
por la piel un fuego me corre al punto,
por mis ojos ya nada veo, y oigo
sólo un zumbido
Me destila un frío sudor, y entera
un temblor me parece, y cual la paja
amarilla estoy, y mi muerte siento
poco alejada.
Pero todo habrá que sufrirlo, incluso…
—Safo
Milenariamente el amor ha estado relacionado con la enfermedad. Parece ser una especie de locura que, literalmente, nos invade y nos despoja de todo nuestro asidero de serenidad y cordura con el que nos protegemos frente al mundo.
Hace un par de años, Frank Tallis, un psicólogo británico puso de nuevo el dedo en el renglón. Advirtió que, como otros trastornos mentales, el enamoramiento dañaba en diversas áreas del desarrollo humano –como el laboral y social– además que causaba dolor y ansiedad a quienes lo padecían. Pero, no hay que ir más lejos, basta con nuestra experiencia.
Pocas situaciones nos hacen tan vulnerables. Cuando estamos pasando por un fuerte sentimiento amoroso, somos víctimas de miles de emociones contrastantes e intensas; pasamos de un estado de euforia y júbilo, a otro de ansiedad y neurosis, transitando incluso por momentos de tristeza y enojo.
El objeto de deseo se vuelve una obsesión. Nos damos cuenta de que estamos enamorados cuando esa persona desfila por nuestras cabezas varias veces al día, cada vez más seguido, cada vez más intenso. Seamos o no correspondidos, nuestro entendimiento tiene una sola proyección: el amor en sí mismo. El arte funciona como una especie de exorcismo. Nuestras emociones encuentran una especie de fuga.
Al pensar en Auguste Rodin imaginamos inmediatamente obras como ‘Las puertas del infierno’, ‘El beso’ o ‘El pensador’, sin embargo, poco se sabe sobre su trabajo como dibujante. Una faceta que llevó al creativo a un lugar que pocos de sus contemporáneos alcanzaron.
En trazos libres y manchas de acuarela, Rodin nos recuerda lo obsesivo que hay en el amor. Cómo, nos con-fundimos en él, perdemos nuestra identidad y nos arrojamos enteramente al otro.
Este dibujo, es uno de los que el artista hizo para el poemario de Charles Baudelaire .
“Imploro tu piedad, tú
lo único que amo, desde el
fondo del oscuro abismo
en el que cayó mi corazón”
Este fragmento de ‘Las flores del mal’, se lee en la parte inferior izquierda.
Un tema recurrente en los dibujos de este artista son los amantes en abrazos. El grafito difuminado da la sensación de perderse y confundirse. Entre trazos y manchas, la expresión amorosa encuentra toda su intensidad.
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Desnudos e indefensos, mientras en el fondo un color rojo sangre y una áurea verde los envuelve. El mundo externo parece no importar.
Rodin rompió esquemas del siglo que lo vio nacer, abriendo las puertas a un nuevo arte para el siglo XX.
El autoplacer también es un terreno explorado por el creativo francés. Diversos dibujos reflejan la búsqueda del erotismo propio, lejos del amado.
Amor y obsesión nacen juntos y perecen lo mismo. Esto lo sabía bien Rodin quien vivió un amor fatal. Probablemente no siendo él la víctima sino el victimario. Camille Claudel fue su alumna y una de sus amantes. Ella ni llegaba a los 20 y él ya superaba los 40.
A pesar de su gran talento y el amor que decía profesarle, ésta jamás abandonó a su esposa ni a su amante “de base”, lo que afectó severamente a Claudel.
Sólo ellos saben la locura que esa relación trajo consigo. Lo cierto es que Claudel sufrió un aborto durante su relación y que los últimos días los vivió internada en un psiquiátrico. Muchas versiones apuntan a una relación tormentosa e incluso violenta que terminó con la salud física y psicológica de ambos.
Considerado como artista de la transición, Rodín rompió con los esquemas establecidos de su época. Así, se abrieron paso las nuevas manifestaciones artísticas del siglo XX. Se ha dicho que, pese que toda su vida mezcló la pintura, escultura y dibujo, fue hasta los últimos años cuando se dedicó por completo a esta última disciplina.
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Referencia:
Rodin Museo