“Y qué es, pensé; después de todo es sólo su exterior,
un hombre puede ser honesto bajo cualquier tipo de piel”.
Herman Melville
Drogadicto, cholo y malviviente son sólo algunos de los calificativos que muchos utilizan para referirse a las personas que portan tatuajes en su piel, como si añadir, quitar o modificar algo en el físico fuera razón suficiente para juzgar el interior de los demás.
Los tatuajes no te vuelven criminal o una persona sin principios ni valores, de hecho son una milenaria forma de arte. La historia del tatuaje comenzó hace miles de años: los Maori en Nueva Zelanda los utilizaban para mostrar sus raíces, su familia y sus habilidades. Aún en nuestra era, esta civilización llevan en sus rostros los tatuajes (llamados moko) típicos de su tribu; estos son creados cortando los diseños en la cara y después abriendo de nuevo las heridas para llenarlas con tinta.
En otra isla, un poco más cercana a nosotros, también se ha practicado este arte por cientos de años. En Hawaii, los tatuajes polinesios aún son portados por muchos ciudadanos. Estas piezas marcan grandes momentos en la vida de quien las lleva. Es dentro de esta cultura donde se cree que nació la palabra en inglés “tattoo”: (tata-repetidamente con la mano; u-color). El método usado para realizarlos es bastante doloroso, ya que la tinta era originalmente inyectada dando pequeños golpes en un hueso de pescado posicionado sobre la piel hasta lograr el diseño deseado.
Se han encontrado cuerpos humanos momificados en Perú que, a pesar del tiempo, llevan debajo de su piel la tinta de los tatuajes. Con los estudios realizados a una de las momias en particular, los científicos llegaron a la conclusión de que los tatuajes sirvieron como un alivio al dolor que le causaba la artritis a esa persona.
Los tatuajes en Japón estaban estrechamente relacionados con los Yakuza, la mafia japonesa. Su obsesión por la tinta comenzó en las cárceles, donde los marcaban con tatuajes para mostrar su condición de criminales. Al salir, los Yakuza se agregaban más diseños para cubrir los viejos, mismos que abarcaban todas las partes de su cuerpo que podían ocultar con ropa puesta. El arte subterráneo del tatuaje floreció por 400 años entre los Yakuza, y hasta la fecha los tatuajes tienen connotaciones criminales en Japón. Las pieles de algunos miembros de la mafia ahora son exhibidas, y hasta hay algunas que se venden en el mercado negro.
En América y sus distintas cárceles, principalmente en lugares como Arizona, donde hay gran variedad étnica y cultural entre sus prisioneros, los tatuajes sirven para identificar al convicto como miembro de un grupo ideológico o pandilla; incluso, algunos de los presos deben cometer actos, generalmente delictivos, para ser parte de un grupo interno. Aunque es ilegal realizar tatuajes dentro de dichos recintos, se pueden encontrar verdaderas piezas de arte sobre la piel de los presos, realizadas con los utensilios más simples que se pueden imaginar. Esta es la razón por la que, en este lado del mundo, se comenzaron a relacionar los tatuajes con los criminales.
Por otro lado, en las fuerzas armadas de Estados Unidos, los soldados comenzaron a hacerse tatuajes para homenajear a compañeros muertos en batalla o conmemorar el hecho de regresar a casa con vida; para los Marines, sus tatuajes marcan logros importantes como cruzar el Ecuador, o cruzar el océano por primera vez. También fungen como amuletos de buena suerte.
En la actualidad los tatuajes han ganado más popularidad entre jóvenes y adultos; en muchas ciudades alrededor del mundo los tatuajes son una forma de portar arte en el cuerpo, tal como se muestra en el documental “Ancient Ink: Blood and Tattoos”, de The History Channel.
A pesar que aún existe mucha gente con prejuicios que califica y señala como delincuentes, drogadictos y malvivientes a las personas que muestran sus tatuajes, es cada vez más común encontrar en las oficinas, escuelas y hasta en los hospitales a profesionistas, gente responsable y que no tiene ningún tipo de actividad delictiva, con diseños sobre su piel que cuentan una historia personal, con gran significado y valor sentimental.
No todos los que están a favor de los tatuajes cuentan con uno, si bien tienen amigos, pareja o familiares que sí los posean, el respeto que por la elección libre es evidente; sea por miedo al dolor o simplemente porque no les llama la atención, no juzgan y saben que tener o no arte en la piel no te define como ser humano.
El auge que han tenido en los últimos años podría posicionar a los tatuajes como una moda, más aún con los avances respecto a métodos, tintas y hasta los lugares del cuerpo que se desean tatuar. Actualmente es posible hacerse un tatuaje que bajo luz normal es invisible, pero al iluminarlo con luz ultravioleta reluce. Esta tinta ultravioleta fue creada y es producida en Burbank, California (Ancient Ink: Blood and Tattoos, The History Channel).
Hoy es posible llevar pigmento en los ojos, en los dientes, en los labios, sobre el rostro a manera de maquillaje permanente, etc. las posibilidades son interminables.
Pero no se trata del “qué dirán”, de una tendencia o una manera de llamar la atención y, por mucho, los tatuajes no sólo sirven para marcar a los criminales, son una verdadera forma de arte y los diseños que se pueden encontrar a través de la Historia en todo el mundo están cargados de simbolismo y significados para distintas generaciones y de manera personal. Sin embargo, lo primordial es la salud, y hacerse un tatuaje no es la excepción. El 28 de julio de 2001, la Secretaría de Salud de México emitió un comunicado de prensa sobre los riesgos de este proceso, donde declara que “tatuarse implica riesgos graves de salud, sobre todo en lugares no especializados y carentes de la higiene indispensable para evitar enfermedades mortales como la hepatitis ‘C’ o SIDA, que pueden transmitirse por el contacto con sangre”.
El Dr. Norberto Valdivia recomienda que para evitar este tipo de consecuencias, antes de realizarse cualquier tatuaje “hay que asegurarnos de que el lugar sea profesional y que esté registrado ante Secretaría de Salud”. En el mismo comunicado la doctora Judith Domínguez, médico adscrito a la división de Dermatología del Hospital General “Manuel Gea González”, de la Secretaría de Salud, señaló que todos los estudios de tatuajes “por lo menos deben contar con sala de espera, cubículo con equipo esterilizado, sistema especializado de lavado de material que no incluya el manejo con las manos, uso de guantes, cubre boca, desinfectante, entre otros”.
Otra gran preocupación médica es si se puede o no donar sangre después de hacerse un tatuaje. La respuesta es sí, después de un año de espera, siempre y cuando el tatuaje se haya realizado bajo las medidas antes mencionadas.
Mientras sea de una manera higiénica, las multitudes seguirán disfrutando de este arte milenario, que ha sobrevivido a pesar de los riesgos y el dolor que puede llegar a causar. Recordemos que las personas no valen por lo que llevan puesto, por lo que hay en su piel o por lo que hay en su bolsillo, sino por lo que llevan en la mente.
“Enséñame a alguien con un tatuaje y yo te enseñaré a alguien con un pasado interesante”.
Jack London
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Si estás pensando en hacerte un tatuaje y no sabes qué deseas, te dejamos algunos diseños para aquellos que creen que bailar es soñar con los pies,