Dioses y humanos vivían en aparente armonía después de la creación del universo. Sin embargo, uno de ellos, Quetzalcóatl, vivía iracundo por la subyugación de los seres humanos a los deseos de los dioses, razón por la cual decidió adoptar una forma humana para compartir el conocimiento de los dioses con los humanos. A su llegada a la Tierra, vagó por muchas zonas y pueblos hasta que llegó a Tula y notó algo que llamó su atención. En el centro ceremonial principal de la ciudad, los hombres realizaban un sacrificio en honor al hermano de Quetzalcóatl conocido como Tezcatlipoca. Molesto ante la barbaridad del hecho, decidió detener el sacrificio. El sacerdote, molesto ante la interrupción, logró enfurecer los cielos pero para sorpresa de todos, Quetzalcoatl calmó la tempestad y anunció que mientras él dirigiera al pueblo, Tula viviría como ninguna otra.
Desde entonces, Tula floreció en todos los sentidos bajo los principios de humildad y un espíritu puro. Quetzalcóatl les enseñó a cultivar maíz, a trabajar el jade, el oro y la obsidiana. Les enseñó cómo colorar el algodón, el arte de la astronomía, un sistema de escritura y una adoración sin igual hacia los dioses. Para limpiar los templos y mantenerlos presentables, creó una orden de doncellas.
Enfurecido por el comportamiento de su hermano, Tezcatlipoca decidió tramar un plan que lograra destruir la imagen de Quetzalcóatl. Un día, Tezcatlipoca se disfrazo de un hombre viejo para llevarle un regalo a Quetzalcóatl, quien recibió éste con mucha alegría y humildad para darse cuenta que era un maguey que contenía un delicioso líquido. Sin embargo, el misterioso líquido era en realidad el “pulque”, una bebida alcohólica aún por descubrirse. Quetzalcóatl bebió el elixir con gusto pero el efecto de la bebida causó que el dios hecho hombre se llenara de deseos carnales por lo que decidió romper su celibato con una de las doncellas de los templos.
A la siguiente mañana, impuro y avergonzado, Quetzalcóatl tomó la decisión más difícil de su vida: abandonar Tula. Construyó un barco hecho por serpientes y partió por el mar en dirección al amanecer. Antes de exiliarse de la ciudad, Quetzalcóatl decidió volver para vengarse por la traición de su hermano y de aquellos que no habían aceptado vivir cómo el les enseñó.
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“El Nido de Quetzalcóatl” está ubicado en Naucalpan, al noroeste del Estado de México y es un proyecto del arquitecto mexicano Javier Senosiain, conocido representante de la “arquitectura orgánica”. Dicho concepto se refiere a aquella a la forma de concebir la arquitectura en función de la inspiración de la naturaleza y que además, supone un impacto mínimo en el medio ambiente. Otro gran representante de la arquitectura orgánica es nada más y nada menos que Antoni Gaudí; la mente maestra detrás de La Sagrada Familia.
El ambicioso proyecto nació en 1998 y tenía como finalidad construir 10 departamentos en una topografía muy accidentada, en medio de una cañada y repleta de encinos. Considerando que el arquitecto concebía que toda construcción humana debía mantener la armonía con la naturaleza, el reto del proyecto consistió en que éste se adaptara a las condiciones del terreno, respetando los árboles y buscando aprovechar las múltiples cuevas del lugar.
El proyecto original no tenía pensado construir una gran serpiente como eje del conjunto arquitectónico, por el contrario, esta idea surgió después de que las viviendas serpenteaban por el terreno, entrando y saliendo por cavernas, por lo que la metáfora era inevitable. De hecho, la única cueva que no estaba colapsada y que se pudo conservar, se aprovechó para colocar la cabeza de una serpiente en la boca de la cueva, dando pie a la cabeza de Quetzalcoatl. Por otra parte, en el cascabel de la serpiente se ubicó el depósito de agua, en su interior el espacio para el conserje, un cuarto de máquinas y diez bodegas pequeñas, una para cada departamento.
El conjunto resulta en una asombrosa edificación, única en su tipo en todo México pero que encaja con una serie de construcciones del arquitecto en el Estado de México. ¿Te gustaría recorrer el camino de la serpiente después de una larga jornada de trabajo? ¿Te imaginas descansando a la orilla del pequeño lago? Una interesante apuesta arquitectónica que ha dado resultados en torno al cuidado del medio ambiente y la satisfacción de sus habitantes.
Te compartimos algunas de las fotografías de “El Nido de Quetzalcóatl”: