Con un porte que todas las mujeres quisiéramos, el carisma espectacular de alguien que nunca se rinde con tal de ser feliz, una blancura que vuelve locos a cineastas y personalidades de la moda, y la más extravagante figura del mundo artístico, esta mujer de peinados imposibles y vida alternativa tiene una presencia aristocrática que busca lo que quiere, no importa si son políticas progresistas, el clamor de nuevas tendencias artísticas, el símbolo de androginia que repiten miles de modelos o la sed por acabarse al mundo hasta ser completamente plena.
Conocida por su papel de la Reina Blanca para “Narnia”, Tilda Swinton es en realidad una de las mejores actrices y no sólo ese papel en el que se le ha catalogado. Nada parece darle miedo, porque a pesar del avance del tiempo, Tilda permanece tan grandiosa como en sus primeros años. Siempre en busca de desafíos que la reten, que transgredan las normas y en los que la calidad está garantizada, pero más que eso, en los que, de algún modo, su sensualidad diferente acompañe las historias más crudas, desoladoras o dramáticas.
Cómo olvidar al ángel Gabriel que retaba a Constantine, a la vampiresa que se cansó de matar y ahora vive en la escena underground de Detroit, a la madre que tuvo un hijo que nunca la quiso, un hijo que la dejó más sola que en cualquiera de sus cintas. Tilda Swinton transgrede con cada película, ya sea hollywoodense, escocesa, italiana o inglesa. Se viste con las mejores prendas, siempre en tendencia y cautiva a propios y extraños con la indumentaria que seguramente estará de moda poco después de que ella la vista.
Hace de su vida un arte en constante transición y cambio. Tilda Swinton puede ser descrita sólo como Tilda Swinton.
No sólo le interesa hacer un papel espectacular en la pantalla grande, se ocupa por presentar performances artísticos en los que su lado más extravagante es visto por el público que asiste. En 1995, le pidió a la artista Cornelia Parker ser parte de una de sus obras: “The Maybe”. Todo consistía en una vitrina, algunos cojines y Tilda recostada durante una semana —aparentemente dormida— dentro de la vitrina, como si se tratara de un pequeño espacio donde los animales enjaulados yacen. La idea fue de Swinton, quien quería representar a Blanca Nieves en su ataúd de vidrio, pero al final fue sólo ella y su blanca figura quien permanecía en el lugar.
La primera exposición fue en la galería Serpentine de Londres, Parker llenó las vitrinas con reliquias que pertenecían a figuras históricas, como la almohada de Freud o la pluma de Charles Dickens, para terminar con Tilda recostada. Más tarde, la pieza se realizó en Roma en 1996 y en el MoMa de Nueva York en 2013; sin embargo, Cornelia Parker ya no participaba en la instalación; quien accionaba la pieza se convirtió también en la de la idea, en la artista que reta al público y le demuestra que todos somos víctimas de las miradas fijas en un espacio con ojos atentos todo el tiempo, como si fuéramos el león enjaulado o la bestia de circo. “The Maybe” se convirtió en un acto efímero, tal vez como la nieve que Tilda pretendía. De pronto y sin ningún tipo de aviso, ella yace en la vitrina y docenas de personas a lo largo del año pueden observarla.
Como una obra de arte viviente, Tilda se presta para los actos más importantes en los museos más reconocidos. En su última interpretación interactuaba y hablaba con abrigos. Su obra llamada “Cloakroom”, dirigida por el historiador de moda Olivier Saillard, se desarrolló en Florencia, Italia. Por 90 minutos, el público veía a Swinton tomando prendas ─que eran de ellos─ y tratándolas como si fueran sus antagónicos y coprotagonistas. Acarició, como si se tratara de su compañero de vida, un abrigo de angora rojo; hundió su cara en una chamarra y conversó intelectualmente con un chaleco. Las estudió, se preocupó por ellas y les gritó cuando fue necesario.
Cloakroom featuring Tilda Swinton from DEPESHA on Vimeo.
Su performance fue para demostrar la relación que tenemos con la ropa y el rol que juegan en nuestras vidas, algo así como un antídoto para la moda rápida que ahora está más presente que nunca. Tilda asegura que estaba interesada en mostrar el alma de la indumentaria pues, dice, todos tenemos un viejo jersey que los demás nos dicen que tiremos pero que por más fuertes que sean las críticas, nuestro lazo afectivo es tan intenso con ellos, que nos hace conservarlos.
El dúo Saillard-Swinton ha cumplido su misión de mostrar las distintas caras de la moda. En 2013 los dos participaron en el performance “Imposible Wardrobe”, trabajo que fue calificado como el mejor
—hasta entonces
— de Saillard. Exhibido en el Palais de Tokyo como parte del Festival d’automne, celebraron la moda, su poder y nuestra relación con ella. Rompieron paradigmas fuera de todas las convenciones, utilizaron ropa antiquísima, la amaron, acariciaron y besaron, misma que por muchos años estuvo resguardada en vitrinas y cajas para que el tiempo no la dañe. Otro performance fue “Eternity Dress”, donde Saillard hizo un vestido sobre el cuerpo de Swinton.
También participó en la surrealista sesión fotográfica del artista Tim Walker, quien llevó a Tilda a Xilitla, en San Luis Potosí, tomó objetos ordinarios del entorno y los transformó en espejismos visuales con base en el trabajo de Salvador Dalí, Chirico, Remedios Varo, Leonora Carrington y por supuesto, Edward James.
Probablemente Swinton es la actriz que más se preocupa por innovar y hacer de ella algo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados. Su nombre resuena y muchos sabemos que si la cinta incluye su presencia, es sinónimo de éxito. Dormir en un museo por una semana, hablar con la ropa, reinterpretar una obra surrealista o ser la modelo para un diseñador de modas parece extravagante, pero eso sólo nos habla de la marcada diferencia entre los más creativos y el resto de nosotros.
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