Aristipo le preguntó a Sócrates si conocía algo bueno…[1]. – ¿Me estás tú preguntando –dijo Sócrates– si conozco alguna cosa buena para la fiebre?. -No, no es eso. -¿Para el hambre entonces? – No, tampoco para el hambre. – Pues bien: si me estás preguntando si conozco algo que sea bueno en relación con nada, te diré que ni lo conozco ni deseo conocerlo. -De nuevo Aristipo le preguntó si conocía algo bello. -Y Sócrates respondió:
Sí, muchas cosas – replicó él. – ¿Todas semejantes entre sí? – Por el contrario, algunas son tan desemejantes como es posible. – ¿Cómo, pues, es posible que lo que es desemejante de lo bello sea bello? – La razón de ello está, sin duda en que un luchador bello es distinto de un corredor bello, y en que un escudo bello para la defensa es completamente distinto de una jabalina, bella para un tiro veloz y poderoso. – Esta es la misma respuesta que diste a mi pregunta sobre si conocías algo bueno. – ¿Crees tú acaso que lo bueno es una cosa y lo bello otra? ¿No sabes tú que todas las cosas son bellas y buenas respecto de las mismas cosas?…[2]
“Conversación entre Ariosto y Sócrates” en: Capítulo 8, del Libro III de Jenofonte, “Memorias”.
Antes de abordar el texto, debemos tener en cuenta que el auténtico pensamiento socrático no es el que apareció en los Diálogos platónicos, sino el que encontramos en el excelente trabajo del historiador Jenofonte (ca. 431 a. C -354 a.C), quien a través de un gran objetivismo, plasmó fielmente las ideas del pensador. Éste, en sus Memorias, recopiló diversos diálogos que el filósofo mantuvo con diversos artistas de su época como: el pintor Parrasio, el escultor Clitón y como no los filósofos Eutidemo y Aristipo. La primera consideración a tener en cuenta sobre el pensamiento estético socrático es el respeto que tenía sobre el artista de su época, como artífice virtuoso, socialmente considerado, es decir: bajo una línea de pensamiento opuesta a la idea tradicional que se tenía de los artistas de la época que los consideraban un poco más como βαναυσος: bárbaros, bastos y sin sentimientos que trabajaban sólo mecánicamente a través de la techné. En este sentido, podemos erguir que Sócrates será uno de los primeros pensadores en dignificar el trabajo del artista, es más, podemos atribuirle, gracias al fruto de su pensamiento, los gérmenes de las categorías de la fantasía y la imaginación que el pensamiento helenístico incluirá en las raíces de su pensamiento.
La construcción estética del pensamiento socrático está íntimamente ligada a la tradición damoniana: a la consideración moral del arte y con ello al pitagorismo. Así recoge los conceptos morales del καλὸς κἀγαθός, lo bello como algo intrínseco a lo bueno, en una concepción que se articula en el concepto de mimesis idealista μίμηση φυσιοκρατικός. En este sentido, Sócrates se nos aparece, como un pensador opuesto a sus coetáneos. Como los sofistas, que como Gorgias habían optado por un dogma estético subvertido en el concepto de kairos, que concebía lo bello como instrumento de oportunidad o conveniencia en relación al arte de la retórica. Así el concepto de mimesis idealista no pretende seducir y engañar según la conveniencia, sino más bien, elevarnos hacia el nivel más alto de una verdadera experiencia estética, donde lo visible –lo bello– y lo invisible –lo bueno– convergen.
Aristipo pregunta a Sócrates si conoce y distingue concretamente algo bueno de algo bello. Y éste le responde que muchas cosas y que todas estas participan de su singularidad y no de la igualdad de un arquetipo, con esto quiere decir, que tanto lo bello como lo bueno de una persona como de un objeto dependerá del grado de implicación para con su propia realidad y finalidad. Así la jabalina será bella y buena para el tiro y velocidad, al igual que un hombre sabio y prudente que conoce su destino y evita el vicio para no destruir su propia voluntad. Así pues, Sócrates, termina explicando a Aristipo que tanto lo bello como lo bueno participan de lo mismo, porqué son parte de lo mismo, al igual que lo feo y malo que participan de lo mismo. Aplicada a la creación artística, Sócrates establece que para alcanzar el καλὸς κἀγαθός el artista debe contemplar y seleccionar, tanto de lo bello exterior como de lo bueno interior que únicamente se pude imitar a través de la contemplación de la mirada que representa el mundo de los sentimientos para su imitación.
Bibliografía.
JENOFONTE. Memorias. (Libro 3).
PANOFSKY, Erwin. Idea. Contribución a la historia de la teoría del arte. Madrid: Cátedra, 1984, pp. 17-31. (Colección Ensayos de Arte Cátedra).
TATARKIEWICZ, Wladyslaw. Historia de seis ideas. Madrid: Tecnos, 2002.
[1]…a fin de que, si Sócrates mencionaba alguna cosa buena, tal como el alimento, la bebida, el dinero, la salud, la fuerza o el valor, le fuera a él posible demostrar que todo ello a veces es malo. Pero Sócrates, sabiendo que cuando algo nos turba o nos molesta necesitamos lo que pone fin a esa molestia, le dio la mejor respuesta:…
[2]…En primer lugar, la Virtud no es una cosa buena respecto de ciertas cosas y algo bello respecto de otras. Los hombres, por su parte, son llamados “bellos y buenos” en un mismo aspecto y respecto de unas mismas cosas: respecto de unas mismas cosas los cuerpos de los hombres parecen bellos y buenos, y todas las demás cosas que los hombres utilizan son consideradas bellas y buenas, es decir, respecto de aquellas otras cosas para que son útiles. / ¿Es, pues, bello un cesto de estiércol? / Sin duda, y un escudo de oro es feo, si el uno ha sido bien hecho para su trabajo específico y el otro ha sido mal hecho. / ¿Quieres tú decir que unas mismas cosas son a la ves bellas y feas? / Sin duda, y al mismo tiempo buenas y malas. Pues lo que es bueno para el hambre es con frecuencia malo para la fiebre, y lo que es bello para correr es a menudo feo para luchar, y lo que es bello para luchar feo para correr. Pues todas las cosas son buenas y bellas en relación con aquellos fines para los que están bien adaptadas, feas y malas respecto de aquellos objetivos para los que están mal adaptadas.
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