Uno de los consejos para hacer arquitectura es que ésta debe enraizarse a su lugar de origen. Ser una con el sitio donde surge. Aparecer como respuesta intuitiva al medio físico y cultural, sinónimo de pertenencia y autonomía, pues el lugar no se impone, sugiere su ocupación.
Pensar en arquitectura es pensar en un cofre. Un pequeño baúl en el que se resguarden estrategias o la concepción de un edificio como un objeto, confinamiento de recuerdos y protector de acciones. Y es que la arquitectura es como un cofre del tesoro, la que emplea la propia técnica del encofrado para la construcción de un refugio.
Dice el arquitecto suizo Peter Zumthor que lo más hermoso de un edificio es imaginar cómo será recordado por alguien en 25 o 30 años. No tiene que ver dónde haya sido publicado o reseñado, sino porque, quizás, en uno de ellos conoció a su primer amor. Pensado de esta forma, hacer arquitectura con el entorno es establecer los sitios en los que sucedan las cosas más maravillosas, un cofre de secretos, deseos y recuerdos.
Fernando Molina (Sevilla, 1986) se sabe moldeador del cofre que es la arquitectura y la empata con su entorno. Quiso hacer de la disciplina una experiencia y tomar las calles como el espacio que debía ser tapizado con recuerdos. A partir de la geometría, el reciclaje, la precisión y el color, Fernando encierra los tesoros de Sevilla con su mirada afilada y la ilusión de aprender a vivir el espacio.
Fernando ha debido luchar con su profesión frente a la crisis que aqueja a España; reconsideró la idea de la arquitectura y cambió los materiales de construcción por láminas PET o paneles de cartón con los que “expresa materialidades” y crea espacios de límites planos “sin espesor”. El arquitecto hace instalaciones como mosaicos con las que tapiza los espacios abiertos de las calles españolas. Grandes cortinas que conectan edificios o un patrón sobre la plaza es la propuesta de este sevillano quien prefiere la práctica de su conocimiento sobre la teoría del mismo.
Molina es arquitecto egresado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Sevilla y actualmente cursa un doctorado en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Es, además, profesor de Dibujo técnico y Educación Plástica e Informática en Badajoz.
Combina sus estudios en arquitectura con su gusto por la práctica docente, con la que busca construir –en todo el sentido de la palabra- las ideas de sus alumnos para reconfigurar el proceso educativo.
A la propuesta de Fernando se le reconoce como arquitectura efímera por la condición temporal de sus instalaciones, algunas de ellas: Patio sobre patio, en la sede del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla; Cero, un dibujo sobre el pavimento, y Un lugar en el mundo, instalación para la Noche en blanco (2013) en Badajoz, entre otras.
Patio sobre patio
Cero
Un lugar en el mundo
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