La Congelada de Uva: viviendo la controversia

Hablar del performance es, por decir poco, peligroso. Hay argumentos para desacreditarlo y para defenderlo. La crítica de arte Avelina Lesper, una de sus más importantes opositoras, denuesta esta práctica asegurando que el performance ni cambió la concepción del cuerpo, ni logra más de lo que la pornografía, los programas de tv, las procesiones o las protestas sociales ya han logrado. Sin embargo, el que ha sido llamado “arte de nuestra época” se sigue reproduciendo, y una de las características de las expresiones culturales con futuro es que la práctica se recree y re-signifique.
Rocío Boliver nació en la Ciudad de México en 1956 y, como muchos capitalinos, es bastante intranquila. Entre las varias ocupaciones que ha tenido están las de ser modelo, escritora, mujer de negocios y, claro, performer. Sus presentaciones han sido calificadas de obscenas, creativas, denigrantes o geniales dependiendo del criterio o moral de quien opine.
La Congelada de Uva se ha perforado con arneses los brazos y costados para después colgarse hilos dorados y semejar tener un aura, ha defecado en propaganda política y se ha columpiado en una grúa sobre la frontera entre México y Estados Unidos tentando a la policía migratoria. Todo en nombre del performance. Y aunque para algunos esto es arriesgado e impactante, para otros no es más que una muestra de exhibicionismo o dolor burgués, recreativo y sin argumentos fuertes.
“En esta sociedad pasteurizada, prefiero provocar repugnancia, odio, rechazo, desconcierto, hartazgo, angustia, hostilidad, miedo… que seguir fomentando la asepsia mental” reza la leyenda al entrar a la página de Rocío, quien seguramente ha causado todas esas reacciones y más por sus caliginosos actos. Asistir a sus eventos es enfrentarse a la posibilidad de presenciar momentos de extravagancia, acrimonia o impudicia.
Tan fuerte ha sido la reacción a su poco ortodoxa manera de expresar sus opiniones, que ha sido invitada a dar talleres y presentaciones en Lisboa, Nueva York, Londres, Bruselas y su ciudad natal, entre otras.
Capricho, vicio, adicción o inquietud artística, esta performer ha dado mucho de qué hablar; de hecho es cuasi imposible que quienes la conocen sean indiferentes o carezcan de una fuerte opinión respecto a su obra. Con todo, no deja de ser interesante la manera en cómo la controversia ha marcado la vida de Rocío, pues a pesar de haber estudiado en la Tisch School for the Arts en Nueva York y en Arts Plastiques du Cégep de L’Abitibi, en Quebec, encontrar gratificación estética en sus perfórmances requiere de un criterio poco convencional y una fuerte dosis de templanza.