“Recuerdo despertar en medio de la noche y él no yacía en la cama, al lado mío. Estaba despierto, pintando a las cuatro de la mañana, muy cerca del lienzo, en un profundo trance. Eso me sorprendió: él trabajaba cuando sentía verdadera inspiración”. Tal vez, gracias al ímpetu de Basquiat, Madonna comprendió lo que necesitaba hacer para conseguir su fama y éxito.
La relación entre ellos es ahora sólo un vaho que yace en la historia de la música y el arte. Las fotografías que documentan su relación, en blanco y negro, con poses estrafalarias, rostros serios y la gran moda de los 80 en ellos, es el mejor recuerdo de un amor que parecía encumbrarlos en la fama y la gloria. No hay grandes testimonios ni cartas que nos cuenten más.
Madonna amaba a Basquiat pero no soportaba la adicción del pintor a la heroína. Entre la socialité, Basquiat era el centro de atención, pues a diferencia de Andy Warhol, Keith Haring y otros artistas del momento, parecía ser quien tomaría el modelo consumista pop para transformarlo en aquel arte de denuncia que apoyaba a las minorías raciales y socialmente desprotegidas. Madonna también estaba a punto de asestar el mejor golpe de fama. En su segundo año de relación sacó un disco homónimo que se convirtió en uno los más importantes del pop, mismo que la catapultó a la fama.
Nadie tiene mucha idea de cómo comenzaron su relación. Basquiat dirigía con vigor los movimientos de street art en el bajo Manhattan, Madonna iba a convertirse en la reina del pop. Era 1982 cuando comenzaron a salir, año en el que Basquiat ya era una promesa del arte y también, como sabemos, un adicto a la heroína.
Fue justo en esos años de relación cuando Basquiat se convirtió en el monstruo vibrante y enojado del arte. Nueva York era la capital de la industria del entretenimiento: la nueva Meca que había suplido a París después de la guerra para no dejar que ninguna otra ciudad le robara el estrellato. Con el apoyo de Warhol, Basquiat era un frenético adicto a la heroína que no dejaba de pintar y conseguir el reconocimiento de los demás: L’Enfant Terrible que usaba un saco Armani para trabajar y que después de hacerlo, salía a la calle con las manchas impregnadas en su atuendo.
Estrafalario, guapo y con una vida al límite, conquistó a Madonna; o tal vez Madonna lo conquistó a él. La reputación de la cantante comenzó a crecer como la espuma y, aunque su relación no consistía en besos y abrazos al pormayor, parecía que los dos estaban bastante conformes con lo ocurrido. Para ese entonces, Basquiat vivía en un loft de Lower East Side, su casa estaba llena de cuadros y ropa esparcida por todas partes. Una luz oscura acompañaba el enigma del pintor. Los trastes sucios rebosaban en el fregadero y una Madonna de 24 años, lo acompañaba callada, simplemente sentada esperando a que el artista acabara su creación.
Los dos parecían hervir de fervor y generar las nuevas chispas para aquello que venía. Él la introdujo en los mejores círculos artísticos de ese entonces y Madonna se convirtió en un nuevo tipo de musa posmoderna. Aquella que no sólo iluminaba, también creaba: diseñadores de moda, artistas y otros músicos se inspiraban en ella; la novia de Basquiat, la próxima reina del pop. Fue quien se atrevió a vestirse con llaves en los senos, a copiar la moda de las calles de Nueva York para transformarlas en tendencia, la que en sus videos hacía referencia a su novio con una lata de pintura en la mano que le serviría para tachar los genitales de una escultura griega.
Madonna declaró hace poco que la adicción del artista los separó. Ella lo quería y respetaba por su talento, pero la heroína pudo más. Como si Basquiat supiera la fama que tendría en la posteridad, al terminar su relación con la cantante hizo que le devolviera todas sus obras pero no sólo eso, aquellas que parecían tener un significado especial que lo relacionara con Madonna fueron pintadas de negro y reutilizadas para nunca más ser vistas. Ahora un Basquiat se subasta en 57 millones de dólares o al menos eso ha declarado la cantante, mientras su hermano asegura que tras terminar, el pintor le regaló dos cuadros y Madonna conserva uno pequeño en la repisa del baño de su departamento de Nueva York.
Tener una relación con el pintor probablemente no era la mejor decisión. Años más tarde, quien fue su esposa declaró: “Él amaba a las mujeres. Amaba el sexo. Siempre tenía muchas mujeres. El único momento en el que me fue fiel, fue en los primeros meses en los que viví en el loft de Crosby, tenía muchas relaciones pequeñas con diferentes mujeres. Se aburría rápido, creo”.
Loco frenético y rebelde, Basquiat dejó su casa muy pequeña para conocer las calles y hacer brotar su talento. Si quieres conocer más sobre su historia, puedes leer “10 cosas que no sabías sobre Basquiat” o “El drogadicto que combatió el racismo con sus pinturas”.