¿De verdad todo se logra con sólo decir Bidibi Bodibi Boo, hada madrina? ¿En serio? ¿Incluso dejar atrás esa vida que no sentimos realmente nuestra? Con ese canto parecían de verdad convencidos los ratones, caballos y demás animales que acompañarían a Cenicienta en su noche de ensueño. Con ese increíble conjuro se le hizo creer a estas criaturas que la felicidad rotunda llegaría a sus puertas. Pero todo fue para más temprano que tarde, darse cuenta que los hechizos espectaculares, los momentos de dicha e inocencia, duran muy poco. Menos de lo que esperamos o estamos dispuestos a aceptar.
Con el mismo nombre que la famosa invocación de la anciana sobrenatural suscita, la obra de Maurizio Cattelan, imprescindible artista italiano de nuestra época, se abre completamente anárquica, absurda, insolente y en extremo provocadora. “Bidibi Bodibi Boo” es un episodio más en el trayecto post-dadá del creador irreverente, pero no por ello un paso sin valor específico en su línea creativa. Si bien es una pieza que continúa sus interrogantes en torno a las figuras de autoridad, la sociedad, el materialismo y el sistema mismo del arte contemporáneo, no debemos omitir en esta producción que existe profundidad en sus formas, algo único y determinado que debe desdoblarse en nuestro pensamiento.
La instalación es pequeña, casi lo suficiente como para ser una maqueta insignificante. Presenta a una ardilla que yace muerta, sentada en un silla y con la cabeza apoyada en una mesa de formica amarilla. Se sugiere que acaba de beber un trago –o eso sugiere el vaso vacío de un lado– y que se ha dado un tiro con la pistola que calló al suelo. Su cocina es un desastre sin arreglar y se quedará así por siempre en el contexto caótico de su decisión. El protagonista del diorama es un animal real disecado por un taxidermista y perpetuado por el artista patavino. Es el personaje ideal para esa escena cómica necesaria de reflexión e interpretación.
Justo, esas dos características hacen del trabajo “cattelanesco” un resultado tan singular en el mundo del arte. El humor y la ironía son, de acuerdo con la opinión de Maurizio, la antesala de la tragedia. Todos estos elementos son rostros distintos de una misma moneda que gira sin cansancio en el aire para caer con decisión al suelo y no ser nada más que eso; la risa visceral que esconde ira, miedo, asombro, desgracia y furtiva realidad.
Con la provocación que siempre le identificó, Cattelan mandó construir esta singular casa de muñecas que alberga a una ardilla perdida en la desesperación. Con qué intención, nadie lo sabe. Mirando hacia dónde, depende del ojo dispuesto. Pero una cuestión indiscutible al respecto de esta pieza es que se gestó en lo más profundo de su autor, nació en la bruma de la mente humana y se perfila siempre hacia la búsqueda de una reacción instintiva en el hombre.
Mediante el humor que maquilla al enfado o vulnerabilidad, el alter ego de Maurizio toma forma de una frágil ardilla humanizada en la mesa de una cocina. Un espacio donde el artista y el difunto animal pasaron su larga infancia. Un sitio donde el mamífero desesperado, como si despertara a la realidad, decidió quitarse la vida. “Bidibi Bodibi Boo” es una pregunta, pero sobre todo es una despedida. Es la nostalgia de una juventud perdida que entiende a la perfección la no-salida que se tiene al frente. Es la transformación no a una princesa, no a la fantasía materializada, sino a otro paso donde no hay sufrimiento.
La crisis personal como caracterización primordial en la obra de Maurizio Cattelan es, en este caso, una ardilla que invita a la discusión alrededor de la política y sociedad que vivimos, la civilización que nos obliga a querer más pero no obtener nada. Un animal que desea huir hacia nuevas posibilidades y se rinde en el proceso de descubrir los obstáculos en su anhelo. El suicidio como escenario final de la criatura no es más que un retrato de nuestra poca facultad para afrontar lo real, la crudeza y el dolor. Para conocer más de este italiano, revisa El artista que arrodilló a Hitler y mató al Papa, además de otros 8 artistas amantes del sarcasmo y la ironía que debes conocer.