Los prejuicios a los que tiene que enfrentarse una persona cuando decide que quiere dedicarse al arte —en cualquiera de sus modalidades— de repente parecen más que los beneficios que ya había contemplado. En primer lugar está la absurda pregunta de cómo es que piensa pagar sus gastos, como si hacer, reseñar o criticar arte no fuese un trabajo como cualquier otro.
Aunque hay una cuestión a la que muchos se enfrentan y aún titubean para responderla: “¿cómo es que el arte podría ayudar a la sociedad?”, probablemente al escucharla nos vengan un montón de respuestas para esta molesta pero necesaria pregunta. En primer lugar hay que aceptar que, a diferencia de otras profesiones, el arte como un trabajo es poco valorado por el aparente ensimismamiento de quienes se dedican a ello, no obstante, hay quienes tienen presente el hecho de que si bien, hablando desde nuestros días, un trabajo artístico per se no causa un impacto social importante, tratar de involucrar a una comunidad a colaborar en un proyecto puede ser una de las mejores decisiones que un creador puede tomar.
Más allá de una obra colaborativa, la inclusión de otras personas a un proceso de creación artística tiene un lado positivo en la población. Fundaciones como Casa Wabi creada en 2014 por el pintor Bosco Sodi buscan crear esa interacción con personas de cierta comunidad, en este caso de Oaxaca, y artistas que optan por unirse al programa de residencias que se ofertan dentro del recinto diseñado por el arquitecto Tadao Ando. Esta edificación única también tiene la colaboración de arquitectos sumamente destacados como Álvaro Siza, Kengo Kuma o Alberto Kalach.
Destinado tanto para artistas mexicanos como extranjeros, busca crear tejidos sociales y culturales con los artistas y los residentes de la zona. Si buscas participar, puedes enviar tu portafolio y más tarde, un jurado seleccionará a los artistas con base en la calidad de su producción creativa. Cómo es que los artistas buscan generar proyectos y en qué beneficiará esto a las comunidades de la zona.
Seis artistas se reúnen para colaborar entre ellos, poder tener momentos de introspección y conocer a comunidades locales en un espacio diseñado para romper las barreras del arte contemporáneo y pensarlo desde otra perspectiva, una que no involucre el glamur al que están acostumbrados críticos y creadores, una que ayude, que promueva y beneficie a todos los participantes. Con la participación de artistas como Santiago Sierra, Julien Devaux, Yóllotl Alvarado o Leonardo Heiblum, Casa Wabi se ha convertido en la ensoñación de cualquier gran artista.
Esta convivencia no sólo implica un impacto en quienes interactúan con los creadores, de hecho existe una especie de retroalimentación entre las partes que participan en el proyecto. Según los encargados de Wabi, «las residencias buscan propiciar encuentros multidisciplinarios entre distintas generaciones que estimulen sus inquietudes experimentales y creativas, y que contribuyan al desarrollo de los tejidos sociales y culturales de la zona».
Programas como el de recuperación de barro permiten que incluso los artesanos de la región impartan cursos a los artistas residentes. Desde la forma de seleccionar los materiales, hasta la construcción del horno en el que se realiza el proceso de cocción de las vasijas y los diferentes artefactos realizados con el material terroso que son la base de la economía en varias regiones de Oaxaca.
Dentro de las diferentes propuestas de la fundación existen algunas que involucran la intervención de colaboradores internacionales como el pintor catalán Miguel Ros. Durante su estancia en 2016, este artista se reunió con niños de las escuelas primarias de San Pedro Mixtepec y Bajos de Chila para pintar dos murales en sus respectivas comunidades.
« Fue muy gratificante poder trabajar con los niños y niñas de las escuelas, todos tuvieron desde el primer momento interés y ganas de llevar a cabo los murales, aprendimos todos a trabajar juntos, su iniciativa, su alegría de pintar, de aprender y de divertirse, su buena disposición, su confianza y su amistad, hicieron que me llevase un grato recuerdo de mi residencia, de ver que el arte puede unir y hacernos a todos un poco mejores».
-Miguel Ros
De esta manera, cualquier artista que llegue a esta fundación como parte de su programa de residencias tiene la oportunidad, no sólo de contribuir a la comunidad con su trabajo, sino que crean un espacio de convivencia artística incorporando a personas que, en un inicio, ni siquiera sabían que sus actividades diarias podían ir más allá de una actividad económica.
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Si quieres conocer más sobre Casa Wabi, visita su sitio.