“En las plazas de toros, el hombre se encuentra a sí mismo y encuentra el símbolo de la naturaleza (…)”
– Carlos Fuentes
Plaza México. Mauricio Alvarado. 2012
Más allá de posturas ecologistas o la férrea defensa de los aficionados taurinos, fuera de las plazas de toros siempre ha existido una importante producción artística que hace referencia precisamente a la tauromaquia.
El arte taurino ha plasmado esa milenaria práctica que consiste en enfrentar un toro de lidia contra un hombre frente a miles de personas.
Los ejemplo son muchos. Remotos, incluso. En el principio, el corazón artístico de la tauromaquia comenzó a latir con las representaciones del toro como símbolo de poder y fuerza, que debía ser vencido y a la vez idolatrado. Como muestra están las pinturas rupestres de las cuevas francesas de Lascaux o las de Altamira, España. La imponente arquitectura persa del Palacio de Darío y sus columnas tauriformes de hasta 20 metros de altura. O los frescos del Palacio de Knossos, en Creta, en los que se plasman de manera clara los primeros enfrentamientos taurómacos inspirados en la relación del hombre con el toro.
Desde entonces las corridas de toros han sido difundidas a través de diferentes expresiones artísticas. La pintura, la escultura, la literatura, la música, el cine, la fotografía, la danza, el teatro han dado empuje a una práctica admirada por muchas generaciones y recientemente enjuiciada.
Goya, Monet, Picasso, Dalí, Cassat, Ruano Yopis, Botero y muchos otros han plasmado a través del pincel instantes valiosos y llenos de tauromaquia.
Corrida de toros. Picasso. 1934
Cervantes, Alarcón, Lorca, Quevedo, Valle Inclán, Unamuno, Hemingway, Alberti, Borges, Bequer, Blasco Ibáñez, Darío… las palabras han sido su instrumento para expresar lo que es, desde su realidad, la también llamada fiesta brava.
Bizet, Agustín Lara, Serrat, Sabina, Penella son algunos autores que a través de la música, el flamenco y el pasodoble, han dado voz a la lucha sanguinaria por su vida entre toro y hombre.
En el cine, Buñuel, Bigas Luna, Almodóvar, Meyjes, entre otros, han captado a 24 cuadros por segundo lo que sucede en el ambiente taurino. Recientemente, Pablo Berger estrenó la multipremiada adaptación al tema taurino de Blancanieves, de los hermanos Grimm.
El arte taurino no permanece inmóvil en los museos, en cambio, ha preferido salir a las calles, como el toro que sale por primera vez y pisa el ruedo de arena en espera de un futuro desconocido. Verbigracia de esto, Sylvain Fraysse, un artista francés, ha situado a través del graffiti a famosos toreros quienes contemplan desde las paredes la ciudad de Sevilla: sus avenidas, su vida, el ir y venir diario de los sevillanos.
El arte ha sido vector de difusión desde el génesis de las corridas de toros. Grandes exponentes, sensibles a lo que sucede dentro del ruedo de sol y sangre, han expresado su forma de ver esta práctica.
Hay que coger al toro por los cuernos. Si de arte taurino hablamos, sin duda habremos de referirnos a cultura.
Sobre si las corridas de toros son o no son arte, es un tema que se cuece aparte.