Si bien Louise es recordada en la actualidad por su matrimonio con el pintor Max Ernst, lo cierto es que ella fue una gran historiadora, además de crítica de arte y una pieza importante para el desarrollo y difusión del dadaísmo.
En sus inicios, como muchas otras mujeres de la época, se esperaba que ella se casara con el hombre que su familia dictaba; sin embargo, fiel a su naturaleza independiente –que después se interpretaría como feminista– Louise se enamoró de Max Ernst, quien en aquel entonces era un artista en ciernes, ya comprometido con el dadaísmo.
Foto: El País.
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Esa independencia que le sirvió para elegir a su propia pareja y no la impuesta quedó velada durante sus años de matrimonio, en el que según sus propias palabras:
«Me había convertido en una copia disminuida de su persona [de Ernst]».
Louise consumía la misma literatura que su esposo, mantuvo las amistades de él y se olvidó de las propias. en otras palabras su vida se centró en el cuidado de su hijo, Jimmy y su marido.
Pero tal vida no duraría demasiado: pronto ambos se separarían, en particular porque Ernst huiría de Colonia para ir a París con Leonora Carrington, mientras que Straus se quedaría con su hijo y le daría comienzo de nuevo a su carrera.
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Ella y Max habrían de conocerse en la Universidad de Bonn, mientras Louise estudiaba Historia del Arte, Arqueología e Historia y en 1917 se graduó del doctorado en Historia del Arte. En aquél entonces fue directora del Museo Wallraf Richartz, en Colonia, lo cual sería un hito y hasta redefiniría la figura de la mujer feminista.
Soltera de nuevo y madre, ella habría de retomar sus labores como historiadora del arte. Comenzó a dar cursos, conferencias y retornó como curadora de museos. Colaboraba en revistas de arte y también se desempeñó como reportera cuando fue aceptada por la Asociación de la Prensa Extranjera. Si bien este periodo no fue sencillo y necesitó de la ayuda de otras mujeres que la apoyaban en el cuidado de su hijo o económicamente, pronto alcanzaría no sólo la estabilidad económica, sino un prestigio en el circuito cultural que rebasaba el de “esposa de Ernst y musa de los dadaístas y surrealistas”.
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No obstante, tal estabilidad habría de romperse una vez que el Partido Nacionalsocialista ascendió al poder y la obligó a exiliarse en París, dadas las políticas antisemitas instauradas por Hitler. La ciudad francesa probaría ser un reto, pero también sería una fuente inagotable para sus textos. Durante ese tiempo, en 1938, lograría que su hijo emigrara a Nueva York, lo cual le salvaría la vida.
Hacia 1940, las tropas alemanas entrarían al territorio francés y Louise, quien aún radicaba en París, sería detenida y recluida en un campo de concentración. Posteriormente podría escapar a la provincia francesa, donde escribiría su autobiografía Nomadengut e intentaría huir hacia Estados Unidos.
No obstante, Louise Straus nunca lograría abandonar Europa. En 1944 sería apresada de nuevo y deportada a Auschwitz, el terrible campo de concentración en el que sería asesinada a mano de los nazis y sus cámaras de gas. Su legado también quedaría en el olvido, reivindicado por su propio hijo y algunos museos que han recuperado su obra escrita junto a su historia de vida.
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