El 30 de enero de 1948, a la edad de 78 años, fue asesinado Mahatma Gandhi por Nathuram Godse, un radical hindú relacionado con grupos ultra derechistas de la India, quienes lo acusaban de debilitar al nuevo gobierno. Gandhi logró lo que pocos creían posible: ganar una lucha sin violencia, siempre predicaba la ajimsa, término sánscrito que se refiere a un concepto religioso que aboga por la no violencia y el respeto a la vida.
La lucha de Mahatma inició tras la discriminación que sufrió en un viaje camino a Pretoria (debido a su nacionalidad hindú tenía que cambiar de vagón ya que los vagones de primera clase eran exclusivos para gente blanca) al negarse a cambiar al vagón de tercera clase. En varios hoteles le prohibieron el acceso por la misma razón, pero fue hasta 1906 cuando Gandhi actuó por primera vez: adoptó la plataforma llamada satia-graja, “apego o devoción a la verdad”.
Con estudios en Derecho realizados en Inglaterra, contó con los fundamentos legales para defender a los suyos; sin embargo, descubrió en la paz un método eficiente de lucha sin agresión. Actos como el ayuno y la no agresión lo llevaron a inspirar movimientos del otro lado del mundo. Un ejemplo de la influencia que tuvo fue Martin Luther King en E.U.
Debido a su labor pacifista, recibió, de Rabindranat Tagore, poeta y filósofo bengalí, el nombre honorífico de Mahatma compuesto en sánscrito e hindú de majā: “grande” y ātmā: “alma”. Su sola presencia evitaba y paraba desórdenes y motines en Nueva Delhi.
Las últimas palabras de Mahatma fueron: “¡Hey, Rama!”. Palabras que se inmortalizaron en el monumento erigido en su honor en Nueva Delhi, algunos las interpretaron como un signo de su espiritualidad e idealismo en la búsqueda de la paz en su país.
“Dicen que soy héroe, yo débil,
tímido,
casi insignificante,
si siendo como soy hice lo que hice,
imagínense lo que pueden hacer todos ustedes juntos”.