“Nos enamoramos de todas nuestras mujeres que creamos en los libros, las conocemos en las primeras páginas, salimos con ellas en las noches de los libros, vamos a bares imaginarios, tomamos licores imaginarios, hacemos el amor con ellas más o menos a la mitad del libro,
cuando acabamos de escribir el libro, nos olvidamos de ellas”.
Rafael Chaparro Madiedo
Recuerdo haber leído “Opio en las nubes” en la casa, universidad, parques y estaciones de Transmilenio. Iba capítulo por capítulo, descifraba y desplegaba ante mí todo el mundo literario de Chaparro Madiedo. Recuerdo muy bien las borracheras en las que creía ver a Marciana encarnada en figuras femeninas de cualquier otra nena, entre las bancas y el alcohol, con sus labios untados de labial rojo, un rojo que quema; observaba vigilante que llegara Max con sus palomas o, quizá, Higway 34 lleno de ira y locura, embriagado de la noche. Recuerdo muy bien a mi Amarilla de esa época, a la mujer que me reducía las mañanas a un vaso de vodka y estrellitas en los ojos, que me volcaba hacia el mar de la más absurda alegría o la más cruel tristeza. Recuerdo su ojos y su boca, su vida encendida junto a la mía, y nuestros pasos recorrían ese libro maldito que marcó nuestras tardes cuando nos reuníamos bajo el frío a leer religiosamente su páginas, con un gato en la portada que nos hablaba de amor y de odios, de noche y de calle, de rumba salvaje y lluvia pesada con rock & roll de fondo, de los encuentros con los semáforos y los gatos, que hablaba de nosotros.
Y así como Amarilla un día decidió partir tras el malecón, así dejé ir a mi propia Amarilla, y también así comenzó mi aventura con la literatura de Rafael Chaparro Madiedo. Nació en Bogotá el 23 de diciembre de 1963 y se desligó de este mundo el 18 de abril de 1995; estudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y trabajó como periodista a lo largo de su corta vida. Él, el escritor y el gato, el periodista y el filósofo que se adentraba en la noche más oscura de esta ciudad sin alma para sacar de ella trozos de historias y realidades, que nos empapan a diario pero que no deseamos ver. Su novela “Opio en las nubes”, premio nacional de literatura de 1992, es su obra cumbre y una parte clave de la literatura underground colombiana. Aquel relato lleno de lágrimas y rock & roll nos enseñó a ver la novela desde un nuevo punto de vista.
“Opio en las nubes” se cuenta a través de tres narradores marcados por la droga, la música rock, el sexo y la derrota como estandarte de vida; cada personaje refleja su personalidad y la razón por la que se refugia en las drogas, los bares y el amor hacia el ideal de existir. Esa figura que se convirtió en Gato, en Pink Tomate y caminó noche tras noche, bajo el efecto del trip trip trip y el sereno, escribiendo los hechos y las historias con las que tantos nos identificamos y de las cuales nos sentimos extrañamente hipnotizados y condenados a leer una y otra vez: “Cada cosa en el mundo tiene su lógica. Las calles tienen su lógica propia. Los tomates y los gatos también. Mi lógica es un poco gris, un poco nocturna. Es una lógica con techos, lluvia, una lata vacía de cerveza trip trip trip, qué cosa tan seria y un poco de soledad y whisky. En el fondo toda lógica es solitaria y sobre todo la de los gatos”.
Chaparro trajo con “Opio en las nubes” lo que Parménides García intentó hacer en México con su literatura de la onda. Soltar la palabra sin verso, a toda velocidad, como una lluvia de disparo hacia todas las direcciones y fuegos artificiales que priven al lector de hacer pausas innecesarias con comas o puntos y que, en lugar de eso, se sientan ebrios por la letra y ahogados en un remolino de ideas y pensamientos que desean desde lo más hondo, sacarlos un poco de la realidad podrida y hundirlos más y más en este mundo de alucinaciones y ensueños olor a sangre. “Opio en las nubes” significó esa conexión entre la calle y la literatura. Él volvió las letras el humo del cigarrillo, el olor de la tristeza, el sabor del desamor, el olor de la gasolina y los duraznos, el olorcito de los calzoncitos de las niñas, el aire que arrojamos junto a la persona que amamos.
Se convirtió en la novela de culto colombiana a un nivel tribal, desde ediciones de ocho mil pesos en el centro de la ciudad a ediciones de 30 mil en librerías un poco más caras. Chaparro no se conformó, pues antes de morir escribió otra novela aún más contundente que la anterior pero aún desconocida por muchos “El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes”; en esta novela, tras la calle de la séptima, el Parque Nacional y la Surfing Chapinero, por toda la carrera 13 y el parque de Lourdes, Chaparro nos lleva junto a Lince, Adriana Mariposita, el perro Skin y el pajarito Speed por aventuras y atropellos que rayan en los límites del nihilismo y el sentido antisistema que todos tratamos de llevar en nuestra vida diaria.
Es importante resaltar la importancia que ha tenido Tropo Editores, una editorial española que se aventuró a publicar “El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes”, además de un libro de cuentos “Siempre es saludable perder sangre”, y la recolección de textos periodísticos “Un poco triste pero más feliz que los demás”. Que alguien se arriesgue por publicar a un autor como Chaparro, que no vende como bestseller, es un triunfo importante para las voces independientes, y un gran regalo para sus lectores, ya que sólo logró ver publicada su novela “Opio en las nubes”.
No puedo desligarme de “Opio en las nubes” porque en él se encarna mi Amarilla, y es ella con sus florecitas y rock en la carne, la que me hizo sentir muchas cosas que a ambos nos encontraron en un verso o una frase de aquel libro psicodélico y embriagado del que no se puede huir. Mi invitación, más que contar la vida de Chaparro, es que lo descubras en sus dos novelas y sus cuentos, también en su poesía y en los artículos periodísticos que dejó, en los cuales ya hay vida desde sus título ambiguos.
Móntense en la literatura que va más allá de cualquier placer de ocio y se convierte en toda una experiencia cargada de aventuras y licor, o mejor dicho, súbanse al BAAL que aparece retratado en la segunda novela de Chaparro con su Pájaro Speed, y que tampoco puede dejarse de leer: “Entonces llegó la hora. Doce de la noche. El BAAL llegó por el costado oriental del parque y se deslizó amarillo, mágico, rodeado de lluvia y oscuridad. El bus amarillo del ácido lisérgico se estacionó cerca de los árboles. (…) Entramos. Era un bus algo viejo. En el interior sonaba Led Zeppelín. Puro venenito. Veneno. Pesado. Veneno. Doce de la noche. Lluvia”.
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Los escritores latinoamericanos saben muy bien como plasmar las emociones más profundas, por eso estos 10 cuentos latinoamericanos te gustarán si crees que tu mente siempre está delirando. Y si esto no te basta, entonces tendrás que leer los 5 libros que te enseñaran todo sobre la locura, el amor y la tristeza.
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Algunas fotografías que acompañan al texto pertenecen a Julien Nonnon.