Hay algo extraño en la literatura que, a pesar de tener bajo su manto una multiplicidad de voces y estilos diferentes, siempre existe un artista que destaca de entre los demás. Hasta aquí eso no parece ser un gran problema, es lógico que un gran trabajo tenga un reconocimiento mayor al que tendría otro que simplemente está bien hecho. Sin embargo, tenemos que estar de acuerdo en una cosa: ambos trabajos merecen ser considerados como piezas clave en la historia literaria de sus países.
En Latinoamerica este fenómeno ocurre con mayor frecuencia. Apenas para ejemplificar están Gabriel García Márquez en Colombia y Rubén Darío en Nicaragua; en 1982, cuando recibió el premio Nobel por “Cien años de soledad”, el escritor oriundo de Aracataca llevó a la literatura de su país a vivir bajo el manto de Macondo; durante muchos años, los autores parecían haberse fundido en una sola voz en la que el discurso del también periodista se dejaba ver en todo su esplendor. Por otro lado, los literatos nicaragüenses abrazan cariñosamente la sombra generada por Darío, es por esa razón que lo conocen como “amado enemigo”.
Lo que pasa en Chile, sin embargo, es algo extraño. Algunos pensarían que el lugar de máximo representante de la literatura del país se discute entre Pablo Neruda y José Donoso; no obstante, por lo que se ha visto en las redes y en la cantidad de homenajes que se están haciendo en su honor, ése lugar le pertenece a Roberto Bolaño. Aunque al parecer ese boom se debe más a una coincidencia de ideologías entre sus libros y nuestro tiempo, no tanto en su lenguaje y estilo literario. Existen muchas razones para pensar que Bolaño no debería estar en ese nicho, aquí hay algunas de ellas.
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Utiliza lenguaje soez indiscriminadamente, incluso parece que lo hace para intentar que sus textos parezcan más rudos, sin embargo, en algunas partes resultan forzados.
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Retomaba temas de problemática social para crear sus obras, aunque muy pocas veces tomó una postura seria con respecto a estos asuntos. Lo que incluso pone en duda su calidad de periodista.
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Aunque nadie puede negar su genialidad literaria, la extensión de sus textos es innecesariamente exagerada. Si bien es cierto que hay partes en las que el número de detalles ayuda a una mejor comprensión del contexto; existen otras que definitivamente pueden ser desechadas. Para ser justos, podríamos excluir “2666”, ya que en realidad estaba pensado para ser una serie de cinco libros y no el monstruo que vemos en las librerías.
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Gracias a la superioridad moral que muestra en “Putas asesinas”, da la impresión de que todo el tiempo, en lugar de cuestionarlo, está menospreciando a todo el mundo, incluso a su lector.
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Es otro de los muchos escritores que, junto con Mario Vargas Llosa y Eduardo Galeano, utilizó su exilio como pretexto para criticar todo lo relacionado con el sistema y la forma de gobierno en cualquier país.
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Más de una ocasión, a lo largo de su bibliografía, utiliza datos duros o pretenciosos que, al parecer, sólo están ahí como un intento de demostrar su intelectualidad a como dé lugar. Si bien por el carácter de novelas como “Literatura nazi en América Latina” éstas referencias fueron precisas, en libros como “Estrella distante” estos elementos desvían a la trama del tema principal: el Chile de Salvador Allende.
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Si hay quienes sostienen que Burroughs, Kerouac y Bukowski están sobrevalorados por seducir a sus lectores a través del uso de temáticas de contracultura sin apelar a un lenguaje literario propio o por lo menos definido, ¿por qué seguir endiosando a Bolaño cuando él hizo lo mismo en América Latina?
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De todos sus libros, el que da un mayor número de puntos de análisis es “La literatura nazi en América Latina”. Irónicamente es uno de sus textos más cortos; con esto podría quedar demostrado que el hecho de que sus demás novelas sean extremadamente largas no quiere decir que sean las mejores en su repertorio.
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Contrario a lo que muchas personas piensan, “Los detectives salvajes” no es un giro en la manera de hacer novela negra; simplemente es una adaptación de ésta al contexto latinoamericano.
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La obsesión hacia la figura de Roberto Bolaño, ni siquiera a su literatura, ha hecho que el trabajo de muchos buenos narradores de Chile no obtengan el prestigio que merecen. En cierta forma, Bolaño termino ostentando el mismo elitismo que durante años le había adjudicado a Octavio Paz.
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Pensar que Bolaño podría permanecer como la voz principal de Chile es un poco apresurado. Eso sólo se vera con el pasar de los años; no obstante, resulta necesario hacer una revalorización estética de su obra para que el público decida si merece permanecer en el nicho en que sus lectores lo tienen.