Primera parte: Los Pabellones más destacados
La Bienal de Venecia es la exposición de arte internacional más importante del año, desde su fundación, en 1895 por el Rey Umberto I y la reina Margherita de Savoy, se ha posicionado como una plataforma de arte contemporáneo en la que conviven todo tipo de discursos y técnicas. La exposición central de este año cuenta con 136 artistas representando a 88 naciones y las sedes principales son el Arsenale y el Pabellón Central en el parque Le Giardini. El curador de este año, el nigeriano Okwui Enwezor, reconocido escritor, poeta y crítico de arte, seleccionó el tema All the World´s Futures (Todos los futuros del mundo) bajo el que plantea una reflexión sobre los problemas del planeta en el contexto histórico y político actual de cada nación.
En 1974 la Bienal de Venecia organizó eventos en solidaridad con Chile tras el golpe militar de Augusto Pinochet en 1973, la Bienal de aquel año giró en torno a la discusión del rol del arte en la transformación social. Okwui Enwezor, inspirado en ese hecho, intentó recuperar esa historia para esta edición y así rescatar la función social del arte en la situación política internacional. Este año se celebran 120 años de la Bienal, se conmemoran 100 de la Primera Guerra Mundial y 75 de la Gran Guerra, convirtiendo la fecha en el momento ideal para concebir un nido de reflexión histórica en relación con el presente.
A continuación se presenta un recuento de los pabellones más visitados y comentados de la 56° Bienal de Venecia, inaugurada desde el pasado mes de mayo, mientras se acerca su clausura el próximo 22 de noviembre.
Pabellón de Japón
The Key in the Hand, de la japonesa Chiharu Shiota, es una de las obras más fotografiadas y comentadas, sobre todo en las redes sociales. Consiste en 50 mil llaves que cuelgan de una estructura de hilos rojos que sobrevuelan dos barcas. En palabras de la artista, es una poesía dedicada a la ausencia y las huellas del pasado. Su obra se apodera totalmente del espacio utilizando hilos rojos de lana, remontándose a los orígenes y tradiciones de su nación, pues son un amuleto para proteger a los seres queridos y, al mismo tiempo, son el soporte de las llaves que en la cultura popular se usan para ocultar nuestros secretos. La red de hilos las aísla, las envuelve y al mismo tiempo las conecta, formando una metáfora de las relaciones sociales actuales intervenidas por las redes virtuales de comunicación del mundo globalizado que aparentemente se ha vuelto tan cercano, pero que en realidad presenta brechas sociales y económicas que se amplían cada vez más. Las llaves también se relacionan con abrir y cerrar, son una invitación a cerrar ciclos del pasado para abrir un nuevo presente en las naciones y los individuos.
Pabellón de México
Possessing Nature (Poseer la naturaleza) es una instalación realizada por Luis Felipe Ortega y Tania Candiani, junto con la curadora Karla Jasso. Es una obra que critica la modernidad como depredadora de la naturaleza y conceptualiza las “ciudades anfibias”, diseñadas con un contexto urbano en relación con el agua, como la Ciudad de México antes de la conquista española trazada por canales y lagos, al igual que la actual Venecia. La diferencia clave entre ambas naciones es que “Venecia conquista y nosotros somos conquistados, desde ahí viene la paradoja”, explica Luis Felipe Ortega, quien describe la instalación como una máquina sonora a través de la que critican el ataque a la naturaleza, sobre todo ríos y lagos, haciendo un comparativo entre ambas ciudades.
A partir de la investigación histórica de ambas ciudades han montado una escultura de 18 metros de largo por 3 de alto, que en su interior tiene un sistema hidráulico que funciona al tomar agua de una laguna cercana al Pabellón Central, la introduce al espacio por los canales de la escultura y la deposita en un espejo de agua donde se proyecta un video filmado en Tequixquiac, Xochimilco y Venecia. El agua entra y sale del pabellón, se filtra y se regresa a la laguna de forma cíclica analizando las posibilidades de un sistema hidráulico inútil que eventualmente dejará de funcionar.
Pabellón de España “Los sujetos”
El proyecto reinterpreta a Salvador Dalí desde la mirada del siglo XXI en una atmósfera en la que no se incluye ninguna de sus obras y, sin embargo, su presencia es evidente al espectador. Las obras del pabellón reconocen a Dalí como un artista que aprovechó los medios de comunicación para su beneficio y se convirtió en un experto en el mercado del arte, ofreciendo una lectura del artista como un “sujeto-personaje” a partir de las tres propuestas artísticas de Pepo Salazar, Francesc Ruiz, Helena Cabello & Ana Carceller.
Francesc Ruiz dialoga sobre la manipulación ejercida en los medios informativos y confronta la Bienal con un lugar para la narrativa surreal y sensual a través de la estética del cómic. En dos quioscos de prensa venecianos, que él denomina “estructuras de información”, explora las distintas realidades que se presentan en los formatos de la prensa a partir de sus contenidos, estéticas y enfoques. El segundo quiosco es un homenaje a Renzo Barbieri, padre de las publicaciones eróticas en Italia. A partir de los cómics y las revistas dialoga entre los intereses de Dalí y el concepto global de comunicación.
El dúo Cabello/Carceller dota al pabellón de un discurso sobre la identidad múltiple, ambas conocidas por su trabajo performativo queer han llegado a la Bienal montando una instalación de videos en los que cuatro sujetos hablan de cuestiones como la sexualidad y los límites del cuerpo, temas que se planteó Dalí durante su vida.
Finalmente, Pepo Salazar presenta una obra inspirada en la Declaración para la Independencia de la imaginación y los derechos para la propia locura, de Salvador Dalí. A partir de un juego arquitectónico da diferentes tamaños a las puertas del pabellón y con ello reflexiona sobre el poder que tiene en nuestra vida el sistema que diseña los espacios en los que nos movemos, pues nos obliga a agacharnos e incluso a detenernos, pues nos priva la entrada. Sucede de igual manera en lo social y lo político, las puertas y límites nos definen como sociedad.
Pabellón de El Vaticano En principio, la Palabra se hizo carne.
Por segunda ocasión en la historia de la Bienal, el Vaticano presenta un pabellón, suceso que ha causado polémica, pues la iglesia apuesta este año por el arte contemporáneo y el trabajo de tres artistas jóvenes de diferentes países y continentes. No se trata de arte religioso sino de arte con “alma”, afirma Micol Forti, el curador del pabellón. El cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de Cultura, reiteró que la Bienal es un punto de encuentro con la sociedad, un espacio idóneo para el diálogo y la renovación para superar los problemas y escándalos de los últimos años.
En este pabellón, Monika Bravo, artista colombiana, presenta: Arquetipos. El sonido de la palabra detrás de los sentidos, instalación compuesta por un monitor con proyecciones y placas transparentes sobre paneles de madera pintada y sensores sonoros, de 4.4 metros de alto por 2.3 de ancho, que proyectan imágenes geométricas de diversas formas y colores junto con escenas que evocan la naturaleza, las proyecciones contrastan el mundo de la palabra y el de la imagen, el del concepto y la abstracción de las formas.
Elpida Hadzi –Vasileva, artista de Macedonia, unió la habilidad artesanal con conocimientos científicos, seleccionando materiales biológicos efímeros como pieles, plumas y escamas para crear nuevas formas expresivas. Mientras que el fotógrafo de Mozambique, Mario Macilau, expone una serie de fotografías dedicadas a niños de la calle de su país, dándoles presencia y voz ante el mundo.
Pabellón de Cuba El artista entre la individualidad y el contexto.
Destaca la curaduría del cubano Jorge Fernández Torres, director del Centro de Arte Contemporáneo Wilfredo Lam y de la Bienal de La Habana, lo que habla de una “reconciliación con el arte latinoamericano”, pues recordemos que la Bienal de La Habana surgió con el fin de legitimar el arte de los países tercermundistas que no eran integrados en las altas esferas del arte “globalizado”.
Es un pabellón integrado por Grethell Rasúa, Luis Gómez Armenteros, el dúo Celia González Álvarez y Yunior Aguiar Perdomo, y Susana Pilar Delaharte Matienzo. Cada artista expone piezas que surgen de la inteligencia, el arte como resistencia, un enfrentamiento con el mercado y una crítica al vacío de contenido.
Grethell Rasúa presentó De la permanencia y otras necesidades, en el que interpreta los conceptos de resistencia y peligro y la constante tensión que implica jugar con lo prohibido, en un performance en le que pasa su lengua por las espinas de un cactus hablando sobre las condiciones externas que nos hieren y lastiman pero es inevitable no encontrarlas en nuestro camino.
Luis Gómez, en La revolución somos nosotros, habla sobre las relaciones de poder en el arte, todo lo que gira alrededor del papel del artista y las obras, temas tan controversiales como cuestionar quién puede legitimar o no el arte. Compuesta de medio millón de sus tarjetas de presentación, como artista visual hace una estructura inspirada en La Rivoluzione siamo noi, de Joseph Beys. Para él, el arte es un proceso que depende de la experiencia entre la obra y el espectador, no de la estructura que lo sostiene. Un discurso que critica las estructuras de poder bajo las que él mismo y su obra se encuentran al formar parte de la mayor exposición internacional de arte.
Los artistas Celia y Yunior plantean una ruptura con el espacio intelectual en Apuntes en hielo, una videoinstalación sobre la producción académica del Departamento de Sociología de la Universidad de la Habana, materializada en tesis, diplomas, maestrías y doctorados desde 2001 hasta 2012. Los artistas representan en forma de barras verticales la cantidad de investigaciones hechas cada año, y reflexionan sobre esa producción académica obligatoria que consideran irrelevante en la vida profesional, pues se usa en pocas ocasiones y sin embargo no deja de ser fundamental para el sistema educativo de las naciones. Ellos mismos dicen que no se puede hacer arte social sin haber leído teoría de las ciencias sociales.
La última integrante de este pabellón, Susana Pilar Delaharte Matienzo, expone la obra digital Dominio inmaterial, en la que da vida a un personaje virtual, una dominadora financiera a la que los esclavos deben rendir tributo, un enfrentamiento artístico ante los sistemas de dominación de las grandes empresas internacionales.
Pabellón de Brasil: Es tanta cosa que no cabe aquí.
Su título se inspira en una pancarta utilizada en los disturbios de Sao Paulo en 2013, y en este pabellón, a partir del trabajo crítico de tres artistas, introducen al espectador en el contexto actual y futuro de la nación brasileña.
Berna Reale recorrió una cárcel con la antorcha que se encenderá en Río 2016, registro su trabajo en el video Americano, presente en la Bienal, aludiendo a que los juegos olímpicos se hacen para el disfrute de toda la sociedad y por su beneficio, según los fundamentos políticos, lo que en teoría incluye también a las personas y sectores excluidos de la sociedad en las cárceles.
El artista Antonio Manuel utiliza planos de colores puros con agujeros hechos a mano revelando su estructura, abrir un agujero en la pared es una provocación, indica que una pared no detiene la libertad de producción creativa ni siquiera en una sociedad con tantas restricciones. En Brasil, por ejemplo, las desigualdades, divisiones sociales y conflictos políticos son parte de su cotidianidad, por lo que su obra es una invitación a liberarse de la opresión y romper los muros. Su otra pieza, Semi-Ótica, es un video de 1975 hecho a partir de una investigación de diarios de los que recopiló fotografías de personas torturadas por la policía, destacando el hecho de que cuando fueron encarceladas se les preguntaba su nombre, edad y color para un registro, una acción racista que el artista transforma y denuncia empleando los colores “semi-verde” y “semi-amarillo”, como la bandera brasileña; el artista decide llamarlos “semi “por denotar lo híbrido de la sociedad mestiza y la discriminación.
El artista Andre Komatsu tiene como obra principal la instalación Status Quo, un espacio de tela metálica que bien podría referirse a una cárcel o urbanización, ambos espacios de tensión y cambio en los que cuestiona la libertad del espectador mismo al pasar a través de un pasillo estrecho, sintiéndose sofocado y encerrado para luego llegar a una jaula grande, en la que tiene la misma sensación de no hallar una salida.