Su nombre resulta difícil de pronunciar, y cuando se piensa en él vienen a la mente imágenes como patrones, colores y símbolos que tapizan los ojos de formas ilusorias de estética surrealista. Pedro Friedeberg (Italia, 1936) llegó a México, proveniente de Italia, al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Su familia salió de Europa para escapar del conflicto bélico y Pedro, de entonces tres años de edad, estableció su residencia en el país de manera definitiva.
En sus años universitarios se decidió por la arquitectura, más que por convicción, por presión de sus padres, pero tiempo después la abandonaría por considerar todo en ella “cuadrado, aburrido y lento”. Pero el tiempo que cursó la carrera sirvió para estrechar lazos con Mathías Goeritz, con quien hizo amistad y quien lo situó en los caminos del arte. Con Goeritz, Pedro ha declarado, aprendió a no obedecer a sus padres y profesores y continúo su naciente producción artística excéntrica y original.
A Friedeberg se le considera dentro del grupo de los surrealistas mexicanos; mantuvo relación con otros artistas de la corriente como Leonora Carrington, Wilfredo Lam y Remedios Varo, ésta última fue quien lo recomendó en la Galería Diana, donde se llevaría a cabo su primera exposición, en 1960, a sus 22 años.
Formó parte del grupo de Los Hartos (1960), un conjunto de artistas, de corte dadaísta, quienes cuestionaban el propio arte y lo que hasta entonces se había hecho, para transformarlo y producir el “buen arte”. Los Hartos, conformado por figuras como Gunther Gerzso, el propio Goeritz, Alice Rahon, Leonora Carrington, Remedios Varo y Paul Antragne, se caracterizaron por la excentricidad y la irreverencia con la que se manejaban en sus obras, cuestionando las pinturas de la época y lo ya visto. La influencia de este grupo definiría su producción de fantasías arquitectónicas, muebles y objetos inútiles, pinturas de lugares inexistentes y estructuras imposibles, cuartos y pasajes secretos con patrones de estética industrial.
En la década de 1960 comenzaría a trabajar en el diseño de muebles, siempre ajeno a la doctrina de la arquitectura convencional; creó una serie de sillas, mesas y sofás de estética fantástica. De esta producción se derivaría su popular pieza mano-silla, la que le otorgaría reconocimiento internacional por su peculiar diseño en forma de palma de mano, la persona se sentaba en la palma y los dedos servían como respaldo y descansabrazos. Originalmente la silla estaba elaborada en madera y cubierta por láminas de oro.
Junto con el diseño de mubles, muy populares en los 60 y 70, las pinturas y esculturas, la obra de Pedro Friedeberg es ampliamente valorada en México por su estilo fácilmente reconocible. Es común hallar en sus piezas referencias visuales de escrituras, códices aztecas, así como símbolos del ocultismo y algunas religiones de las que obtiene elementos que traduce en composiciones distópicas de justificación surrealista.
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Su obra, de calidad industrial con elementos arquitectónicos, está cargada de excesos e ironías y una repetición de elementos que la convierten en un compendio de los momentos del arte que ha vivido. La repetición en sus pinturas se puede identificar como una característica propia del Op art. Él mismo define su trabajo como un híbrido, permeado de sarcasmo y un cinismo que está a la vista; no hace arte para otros, no lo considera un arte social; es más bien una catarsis personal de patrones, líneas, símbolos y colores, una ornamentación que puede resultar excesiva pero que, de otra manera, restaría cualidades estéticas a su trabajo.
Es tajante cuando señala que el “arte ha muerto”, pues después del surrealismo no ha existido nada innovador. Como surrealista, fue reconocido por André Breton como uno de los únicos representantes del movimiento en México, aunque sólo “a veces” se considera como tal.
Ha ganado el segundo premio en la Bienal de Córdoba, Argentina (1966), el primer premio en la Exposición Solar (1967) y un premio especial en la XI Bienale de Artes Gráficas, Tokio, Japan (1984). En octubre de 2012 fue galardonado con la Medalla de Oro de Bellas Artes, la que le fue otorgada en el Museo de Arte Moderno (MAM) por su larga trayectoria.
Su obra está exhibida, de forma permanente, en el Museo de Arte Moderno, el Museo José Luis Cuevas y el Centro Cultural Televisa, en el D.F., así como en distintos museos en el extranjero como el MoMa de Nueva York y el Museo de Arte Contemporáneo en Chicago y Nueva Orleans.
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“En general, mi espíritu se inclina hacia lo absurdo, hecho posiblemente derivado del surrealismo y de la complicada, absurda y ridícula inutilidad de la vida”. Pedro Friedeberg (Enero 11, 1937)
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