Cuando en México se habla de multiculturalidad no es en vano, el Sistema de Información Cultural —SIC México— identifica hasta 70 pueblos indígenas a lo largo y ancho de México, y 112 millones de habitantes en dichos pueblos. Esta multiculturalidad da pie para que en los mismos espacios puedan coexistir y convivir distintas culturas e incluso sincretismos que pueden ir desde lo religioso hasta lo artístico.
La influencia del arte indígena en México puede rastrearse desde los tlacuilos que eran los pintores o sabios de las culturas prehispánicas que mediante sus dibujos resguardaban la historia e identidad ya fuera desde sus costumbres, la política, su lengua y religión; la labor de los tlacuilos con el paso del tiempo y la conquista española los convirtió en los escribas novohispanos que traducían códices —aunque con las interpretaciones españolas—. La pintura no fue la única expresión artística que sufrió la influencia de la llegada de los europeos a América, por ejemplo los franciscanos utilizaron la música y la instruyeron a los pobladores originarios; el teatro novohispano se caracteriza por ser el principal medio de evangelización y actualmente se conservan diversas obras que dan constancia de ello.
Sin embargo, a pesar de la introducción europea, en la época contemporánea, más allá de cualquier tipo de sincretismo que haya ocurrido entre los pueblos indígenas y la identidad mexicana como tal —pues no hay que olvidar que detrás del ideal de mexicanidad, aún existen pueblos indígenas que se asumen como tales, antes que como mexicanos, en especial aquellos grupos que han habitado sus tierras desde siglos atrás y ahora se ven amenazados por los intereses comerciales y gubernamentales de un país en el que de pronto se convirtieron parte— la expresión artística indígena sigue siendo un punto importante de identificación cultural y de la conservación de su legado.
De acuerdo con Janet Cerqueda, para El Universal, explica que
«Para las comunidades indígenas, la pintura es muy importante porque genera memorias individuales y colectivas. Mientras que el pintor retrata su visión de la realidad, ésta está llena de elementos que los rodearon conforme crecían, sus tradiciones y la visión del mundo de sus culturas».
Esto aún ocurre con expresiones literarias, en especial aquellas realizadas desde sus lenguas maternas y la música misma, por lo cual, resulta relevante identificar a algunos de los artistas que más allá de grandes nombres como Francisco Toledano, actualmente están poniendo el arte indígena en la mira:
Darwin Cruz
Originario de Sabanilla, un municipio de Chiapas, él es chol, una étnia indígena que pertenece a la cultura maya y cuya presencia se extiende a través de Chiapas, Tabasco y hasta Guatemala. Apegado a sus raíces, Cruz retoma las leyendas y personajes de la cosmovisión chol que se han transmitido de forma oral a través de las generaciones. En ese sentido, la presencia de la naturaleza es definitoria en sus obras de arte dado la conexión que su cultura tiene, así como de la presencia de espíritus con apariencia humana que ya sea que protejan o perturben a los choles.
Foto: Facebook.
Antún Kojtom
Antún nació en Ch’ixaltontik, Tenejapa, también en Chiapas y se formó en una aldea tzeltal, que tmabién es otro grupo étnico derivado de la cultura maya y que tiene su propia lengua. Kojtom aprendió español hasta la adolescencia y sus raíces son innegables en sus obras de arte. De hecho, el artista describe su estilo como chamánico, ya que se basa en la conceptualización «con base en la idea espiritual Tseltal de ch’ulel. Esto es, (1) ch’ulel, que significa consciencia; (2) ch’ulel me’tik tajtik, que significa “padre y madre” o, bien, el final de la consciencia; (3) ch’ulel poslom: energía fuego; (4) ch’ulel lab’: energía vinculada con los animales; (5) Ch’ulel te’ak’: energía de la vegetación (del árbol, maíz, etc)».
Foto: Facebook.
Filogonio García Calixto
Nacido en Oaxaca hacia 1979, este artista retoma la cultura de los mazatecos (o Xi̱taꞌén en su propia lengua) con paisajes de su lugar de origen. Del mismo modo, es posible que alguna vez ya te hayas encontrado con su obra, pues García Calixto se ha presentado en diversas galerías y hasta en el metro de la Ciudad de México.
Raíces mazatecas, s.f. / Foto: Fondearte
Ana Hernández
Ella proviene del Itsmo de Tehuantepec, en Oaxaca y contrario a los otros artistas de este listado, su obra principalmente involucra el trabajo de bordados y otros textiles que para algunos pueden iniciar una debate entre la delgada línea entre el trabajo artesanal y artístico. Sin embargo, más allá de dicho debate, en la obra de Hernández no sólo se encuentra la tradición del textil zapoteco, sino frecuentemente se encuentran discursos que atienden a problemáticas que aunque en ocasiones no son exclusivas de estos grupos, como la migración, son parte de su estilo de vida.
Foto: El imparcial de Oaxaca.
Gregorio Méndez Nava
Originario de San Andrés Tzicuilan, Cuetzalan, Puebla, él relata en cada una de sus obras la historia de los macehuales, un grupo que formaba parte de los azecas, al grado que a veces es descrito como un cronista. Entre sus obras se pueden encontrar piezas inspiradas en las cascadas de Cuetzalan, así como retratos de mujeres y otras escenas que de alguna forma se convierten en una oda a su lugar de origen. Asimismo, Méndez Nava ha destacado por convertiste en una pieza central para la difusión y enseñanza del arte a través de sus talleres.
Foto: Facebook.
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