Dentro la iconografía medieval que ilustra libros y tratados sobre religión, ciencia e incluso magia se esconden diferentes figuras que llaman la atención no por su complejidad, sino por la peculiaridad de sus elementos. En los tratados de ginecología y algunos textos filosóficos se pueden observar curiosas ilustraciones acerca del periodo de gestación humano, mismas que si bien corresponden a los primeros años de la medicina ginecológica, contienen elementos muy poco usuales.
Entre las figuras que destacan de estas ilustraciones están las de los mismos fetos; los cuales, más que bebés dentro del útero tenían aspecto de hombres adultos viviendo dentro de una botella. Sin embargo, esta aparente madurez no tienen nada que ver con la creencia religiosa de que algunos hombres como el mismo Jesucristo nacieron con el mismo rostro que los acompañaría el resto de sus vidas; sino que estaba más relacionado con la manera en que los doctores medievales pensaban que desarrollaba un niño en el vientre materno.
Si todavía hoy es complicado tener imágenes sobre el desarrollo de los bebés durante los nueve meses que dura el periodo de gestación, es totalmente comprensible que los médicos de esa época tuvieran que recurrir a su imaginación para determinar todo lo que ocurría dentro el útero —comúnmente representado como una botella de cuerpo ancho y cuello delgado y alargado— durante el embarazo.
La idea de que un pequeño hombre habitaba en el vientre materno proviene directamente del concepto alquímico del homúnculo, una especie de protohombre que incluso se podía crear a partir de la unión de un huevo de gallina común y corriente con esperma humano. El resultado de esta fusión era un humano en miniatura que era criado por los alquimistas para que en un futuro les ayudase a tomar decisiones importantes acerca de su vida y sus procedimientos científicos. Sin embargo, en el caso de los textos ginecológicos esta figura se usaba más bien para resumir de algún modo el desarrollo del embrión.
Estas pequeñas figuras también eran usadas como un “manual para el nacimiento del niño”, pues a través de acrobacias ilustraban la forma en que un bebé debía posicionarse en el vientre materno para que a la hora de su alumbramiento, éste no sufriera las consecuencias de salir al mundo exterior lleno de luz y aire a los que otrora no estaba acostumbrado.
Además de los homúnculos, también era común ver dentro de los úteros algunos “bocetos” de figuras humanas; pues se pensaba que era justo ahí donde la naturaleza “trazaba” a cada persona y determinaba sus características físicas y psicológicas. De modo que además de la creación de un ser humano desde un punto de vista biológico, los doctores comenzaron a explorar una posible composición y creación de la esencia humana a través de estas imágenes.