“El grito” es la única obra de arte convertida en un emoji. El screaming face, tan popular en WhatsApp y en Messenger, nos recuerda a la épica pintura expresionista de Edvard Munch que se volvió el referente artístico que designaba el abismático sinsentido de la existencia.
Esta obra pictórica, realizada 1863, se ha vuelto el referente inequívoco del pintor noruego. Si bien su repercusión en el mundo del arte moderno y contemporáneo es indiscutible, la obra de Munch no se agota en dicha pintura. Su creación suma, por lo menos, más de un centenar de piezas. A esta prolija obra se suma el hecho de que Munch tenía el hábito de hacer varias versiones de sus creaciones. En pintura óleo, litografía, aceite sobre tela, lápiz sobre cartón y petróleo sobre lienzo reproducía una y otra vez las mismas escenas. En una suerte de ensayos o experimentos visuales, Munch jugaba con los materiales e improvisaba algunas variaciones.
Si Munch podía traducir pictóricamente la experiencia de la angustia de vivir, suena demasiado verosímil que también pudiera hacer lo mismo con la vivencia amorosa. ¿Por qué? Porque con este pintor, nada es superficial. Los temas sobre los que transita siempre tienen una perspectiva abismática, es decir, todo en ellos es humanamente profundo.
Claro ejemplo de ello fue “Love and Pain”, una pintura que causó más revuelo del que podríamos imaginar. Su primera versión apareció en 1894 y fue un escándalo. Aunque el título apelaba a la experiencia dolorosa del amor, los críticos dieron por hecho su propia versión.
Stanisław Przybyszewski, un polaco que además de dramaturgo era crítico de arte, dio por llamar a esta obra “Vampiro” por, según su interpretación, dar la impresión de que la mujer estaría succionando la sangre del hombre que yace en sus brazos. Otros, en cambio, veían una alusión a la prostitución personificada por la mujer de cabellos encendidos.
Lo que podemos tener de cierto es que estas obras pertenecen a lo que se conoce como “El friso de la vida”, una etapa pictórica de Munch donde buscó explorar temas universales como el amor y la muerte. ¿Qué es lo que está sucediendo realmente? ¿Lo muerde o lo besa? ¿Está sometiéndolo o más bien lo consuela? Es imposible preguntárselo al autor. Quizá la intención de Munch fue dejar justo esa incógnita no resuelta para consideración del espectador.
¿Al final el amor no es un poco eso? Viene de la mano del dolor, lo abraza, convive con él todo el tiempo. En esta serie pictórica no nos queda del todo claro si el dolor proviene de él, de ella o de ambos. Lo que parece cierto, sin embargo, es que la mujer parece ser una especie de refugio, un lugar donde reposar.
Resulta enigmático cómo Munch juega con los escenarios, los colores, las intensidades cromáticas. El cuadro original —presentado arriba– nos muestra la escena en medio de un áurea oscura que rodea a ambos personajes. En otra versión aparecen en medio de un bosque frondoso, en otra más entre líneas monocromáticas. ¿Qué implican estas versiones?
Aunque todas ellas fueron pintadas entre 1893 y 1895 —relativamente poco tiempo— en todas encontramos una diversidad de motivos que modifican el sentido de cada una. Son pequeñas, pero las variaciones pueden implicar un cambio importante de significado. ¿Acaso se trata de una despedida o es un reencuentro?, ella a veces toca su pecho y otras, su brazo.
Pese a todas las variaciones, nos resulta muy extraño pensar que el impacto de este cuadro fue tal, que la Alemania nazi lo censuró calificándolo de “moralmente degenerado”. ¿Qué es lo que este cuadro puede tener para ser censurado de esta manera?, ¿qué ha sido lo que se ha encontrado especialmente incómodo en él?
Los rojos cabellos de la mujer abrazan el cuerpo aparentemente derrotado de un hombre. Alrededor de una especie de áurea variable se envuelve a los dos personajes creando diferentes ambientes. Lo que se repite en todas las variaciones es que ella lo absorbe, lo cobija, lo contiene. También, en todos los casos, él ocupa un lugar pasivo; está indefenso, derrotado, inerme. Esto fue lo que la época de Munch vio en esta pintura.
Es decir, en esta obra, de manera simbólica es la mujer quien tiene el total control de la situación. Es no sólo quien domina, sino quien somete al hombre, quien lo tiene esclavizado, dominado. Muchos historiadores del arte han visto en Munch una misoginia a veces velada y otras, demasiado descarada. El simbolismo en el que este pintor estaba sumergido, nos orilla a pensar que su intención era denostar el papel de la mujer aquí presente. Probablemente, los prejuicios —aceptados por el propio Munch— que sustentan la masculinidad alejada por completo de la sensibilidad y la vulnerabilidad.
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Referencias
Nasjonal Museet
Artventures
Independent
PoulWebb